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Reportaje:

El arte africano y la globalización

En 1989, el Centro Georges Pompidou presentó una gran exposición titulada Les Magiciens de la terre, imaginada por Jean-Hubert Martin y André Magnin. Se trataba de la primera que mostraba la producción artística surgida al margen del eurocentrismo, de los creadores europeos o estadounidenses, de los criterios y gustos que contaban con el aval de París, Nueva York, Londres o Berlín, de las grandes publicaciones o de los parámetros del mercado. En 1989, el Pompidou "mundializaba" el arte antes de que lo hiciera la realidad económica.

Ahora, en 2005, con la colaboración del Museum Kunst Palast de Düsseldorf, la Hayward Gallery de Londres y el Mori Art Museum de Tokio, el Pompidou inaugura Africa Remix, una panorámica construida a partir de la obra de 81 artistas africanos, de Akinbiyi Akinbode a Cyprien Tokudagba, por respetar el alfa y omega de su orden alfabético. Para el comisario general de la exposición, Simon Njami, Africa Remix corresponde a una creatividad que se ha liberado de una serie de prejuicios y obligaciones: "El arte africano o, mejor dicho, la toma de conciencia y de la palabra por parte de los artistas africanos ha conocido, en líneas generales, tres grandes etapas. La primera consistió en la celebración a ultranza de las raíces y corresponde al periodo inmediatamente posterior a la independencia de los Estados; la segunda etapa, que puede situarse entre el final de la década de los setenta y el final de la de los ochenta, es un periodo de denegación, un momento en el que escuchamos a menudo 'no soy un africano, soy un artista', una declaración que hay que oír como un grito; la tercera etapa, que es la que ilustra la exposición, es la de una cierta madurez y sosiego pues el artista ya no se siente obligado a probar nada con su trabajo, el reto ya no es étnico aunque nadie puede renunciar a sus raíces, el reto es ahora estético y político, en el sentido estricto de la palabra".

La mundialización hace que hoy las fronteras no tengan el valor que se les podía atribuir 20 años atrás

La mundialización hace que hoy las fronteras no tengan el valor que podía atribuírseles veinte años atrás. El espacio y el territorio no corresponden a las fronteras que figuran en los mapas y de ahí que Njami haya preferido organizar el recorrido por el Pompidou a partir de otro criterio que el de la nacionalidad.

Las obras figuran en apartados

como "el alma y el cuerpo, la tierra y la ciudad, o la historia y la identidad", es decir, disyuntivas y complementariedades que tienen en cuenta lo personal y lo colectivo. "Por eso la obra es, a menudo, politizada e individualista", explica Njami, puesto que si los artistas están de vuelta de las esperanzas depositadas, en el momento de la independencia, en los líderes locales o en la emergencia del nuevo Estado, no por ello dejan de poner sobre el mundo una mirada crítica, a menudo impregnada de nostalgia aunque todos saben que sólo en un pasado imaginario existió el paraíso perdido.

La exposición del Pompidou es africana y contemporánea pero no tiene en cuenta dónde viven los artistas. Eso es importante respecto a otra gran exposición de arte africano que este verano, a partir del 16 de julio, podrá verse en el Forum Grimaldi de Mónaco, que apuesta por creadores que viven o han vivido exclusivamente en el continente y se permite poner en relación la creación actual con obras realizadas hace más de 6.000 años. La contemporaneidad del Pompidou admite el exilio o, simplemente, el haber elegido otra patria que la propia o la de los padres y abuelos. El arte no sabe de pasaportes, pero los artistas trabajan a partir de una realidad social, política y económica. La especialista en arte africano Marie-Laure Bernadac, que ha intervenido en la selección de obras, ha tenido en cuenta una idea del novelista Cheikh Hamidou Kane a la hora de abordar "la historia necesariamente ambigua del poscolonialismo, que es la de una doble cultura y una doble identidad, que se suma a la de la tradición rural confrontada a la modernidad urbana". Bernadac se pregunta "¿por qué el epíteto o atributo africano debiera ser más duro de llevar sobre las espaldas que el de asiático latinoamericano o europeo?". Según ella, las razones son múltiples y es imposible obviar el desconocimiento del mundo artístico africano, el peso de la herencia de una mirada etnográfica o el escaso pasado o la gran juventud de lo que podemos llamar "creación contemporánea".

La exposición monegasca incluye artistas de Nigeria, Benín, Congo, Gabón, Guinea, Costa de Marfil, Malí y Sudán. El comisario para la sección de artes tradicionales es Ezio Bassani, mientras que el de arte contemporáneo es André Magnin. Durante el tiempo de la exposición se ha organizado en paralelo un festival de música africana con Angélique Kidjo, Manu Katché, Manu Dibango o Yannick Noah.

Mientras llega el momento en

que el exotismo o la etnología se liberen de sus adherencias paternalistas, sobre todo mientras llega el momento en que el africano deja de sentirse observado por su supuesta alteridad, es imposible abordar con normalidad otras exposiciones posibles, todas ellas ligadas a lo que podría ser "el África imaginaria" o la creación afroamericana, de las Antillas, de los occidentales que han vivido en África o, más simplemente, de todos aquellos que, en su día u hoy mismo, se inspiran en lo que para ellos simboliza África. De momento, en el Pompidou, tenemos cita con Fernando Alvim, Ghada Amer, Joël Andrianomearisoa, Yto Barrada, Hicham Benohoud, Zoulikha Bouabdellah, Cheick Diallo, Marlene Dumas, William Kentridge, Julie Meheretu, N'Dilo Mutila, Antonio Olé, Benyounés Semtati, Titos y el resto de sus compañeros de selección.

'El mundo, vomitando' (2004), de Chéri Samba, cuadro incluido en la exposición del Centro Pompidou.
'El mundo, vomitando' (2004), de Chéri Samba, cuadro incluido en la exposición del Centro Pompidou.

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