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Columna
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Choque

Resulta chocante regresar a este país y encontrárselo tan cambiado a como lo abandoné hace quince días y, al mismo tiempo, tan igual. De entrada, ese nuevo paso en la política antiterrorista, que no me atrevo a calificar pero que, si tan poco les gusta a quienes yo me sé, puede que sea para bien, y toco cientos de leños mientras escribo. En ciertas cosas, mis guías de cabecera son Mr. Acebes y The Vatican. Todo lo que les escandaliza me encandila.

Luego está la Gesta de Gestación. Me hallaba muy lejos de acá, concretamente tomando el sol en la terraza del hotel Cham Palace de Damasco, cuando mi anterior (enseguida verán por qué) teléfono móvil fue pasto de mensajes enloquecidos por parte de los residentes españoles en la capital siria, comunicándome que había embarazo principal. Me complació la alta velocidad con que, hoy en día, cruzan el éter hasta las buenas noticias. Pero a mi teléfono debió de darle un algo, porque al día siguiente, en la mera Vía Recta, do Pablo cayó del caballo y del paganismo y tuvo que pasar el resto de su vida hablando con corintios y similares... desde ese mismo lugar, mi móvil saltó de mi bolsillo a una alcantarilla, hundiéndose en las profundidades con al menos seis mensajes sin abrir sobre la Herenciada. No sé cómo calificar el suceso. Tal vez nos encontremos ante el primer caso de aparato suicida de nuestra era.

Así somos, clásicos a la par que osados, dinásticos al tiempo que electrónicos. La primavera de este año de gracia para gays y lesbianas nos ha traído un florecimiento de muchachas que se aman y se lo demuestran en la calle, que da gusto verlas: cuánto mayor han debido de ser la represión y el rechazo que han sufrido ellas. Llovía anteayer en mi calle, y dos chicas se besaban, orgullosas, bajo un paraguas. Me entraron ganas de cantar.

Ello resulta perfectamente compatible con una nueva actuación de la Audiencia de Barcelona, que ha rechazado la mampara protectora de las niñas en el juicio contra su presunto abusador; otra sección de dicha instancia fue la que dejó libre al imán de Fuengirola que escribió aconsejando cómo pegar a la mujer.

Semejante tratamiento de choque debería mantenernos, por lo menos, las carnes prietas.

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