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Columna
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Complicada aritmética

La siguiente es la última semana de mayo. Se ha acabado la Liga. Lejos ya de la guerra primaveral, de los ruidos electorales, urbanos y campestres -¿por qué se celebran las elecciones en primavera, como las guerras antiguamente?-, la ciudad y el campo se relajan confluyendo hacia la voluptuosidad del verano. El paro desciende crepuscularmente por ensalmo de sol, pieza astral clave en el bolero de la economía -que otras veces es un tango, y otras un clásico orquestado- y el universo infinito a su alrededor parece tocar otra música, armonía de las esferas de nuestro sistema. El ciudadano y el hombre del campo, hartos ya de repetirse en un disco rayado, deciden cambiar las tornas de sus vidas, arropados por el engañoso calor, la prosémica del desnudo, el descanso de la batalla de la gestalt a despecho del tiempo perdido.

Los soldados vuelven del campo de batalla -campo he dicho- hacia su verdaderos lugares de residencia, donde siempre vive el niño que llevan dentro, y se dedican a restañar las heridas -incluso las ideas- y vuelven aquellos soldados de la paz que se interpusieron entre los bandos y recibieron fuego cruzado. Soñado verano el de los que aceptaron la guerra e hicieron todo lo posible, o casi todo lo imposible, para que el verano apartase las piedras del camino. Perdieron las fuerzas intentando repartirlas.

La brujería de la primavera, cuyos ecos se pagan, da lugar al fruto, la vida goza, y qué diferencia hay, piensa el descreído, cuando constatan sus sentidos la llegada más o menos puntual del sol a su cita, el alargamiento de las sombras si ya está muy cansado de creer.

¿Por qué la batalla, porqué la tormenta, se pregunta el héroe de las estaciones? Las razones están en poder de los ganadores. Aquellos que creyeron perder -pero sobretodo los que han creído ganar- son fantasmas en el mundo de los muertos de cansancio. Se mueven entre ellos como entes de una raza más evolucionada tras el paso por la simbólica muerte. Según la tradición de algunos africanos, los muertos retornan a veces de sus tumbas caminando cabeza abajo. Y hablando al revés.

Es el momento de preparar el retorno de aquellos que lo dieron todo por su oficio.

En el cielo, las constelaciones, muy diferentes a las que fueron observadas por nuestros ancestros, se tornan espejos de la tranquilidad, aunque a veces, en esta esfera que es la tierra, hay lugares donde nunca es verano tal y como nosotros lo reconocemos. ¿La guerra? ¿Quién se acuerda de ella? ¿Tuvo alguna vez lugar? ¿Y el amor? ¿Sucedió alguna vez?

Se acaba la copa del Rey, que todos quieren, incluso los que aborrecen de la monarquía. Las abejitas liban. Comienza la inspección de la ITV.

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