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Los jugadores Robben y Huth no aceptaron el tratamiento

El doctor Bryan English llegó a Stamford Bridge, el estadio del Chelsea, en medio de una tormenta: Robben estaba lesionado y José Mourinho, el entrenador, quería hacer lo imposible para recuperar al extremo holandés de cara a la eliminatoria de cuartos de final de la Champions contra el Barça.

Acostumbrado al bolsillo infinito del millonario ruso Roman Abramovich, dueño del Chelsea, Mourinho despidió a Neil Frazer, el médico del equipo, y contrató a English, el doctor de la Federación Británica de Atletismo, que no consiguió convencer ni a Robben -acusado por Mourinho de cierta indolencia- ni al alemán Huth de que sus métodos de recuperación eran los adecuados. Poco importó que English fuera conocido por su afán perfeccionista: "Si vas a tratar con deportistas, especialízate". Ni su dedicación total a su profesión. "No importa que te ocupes de un equipo local de fútbol en el que juegan menores de ocho años. Si no sabes lo que haces, puedes meterte en un buen lío".

Cuando English se fue al Chelsea se escucharon los lamentos de los atletas británicos, velocistas y mediofondistas a los que el doctor había tratado durante los Juegos de Atenas. "Perder a un hombre de su calidad y sabiduría es una tragedia para el atletismo inglés", se quejó Darren Campbell, miembro del cuarteto británico que ganó el oro en la carrera de 4x100. No fue el único. "Él es maravilloso", dijo la mediofondista Kelly Holmes, de 34 años, después de ser la segunda mujer capaz de ganar las pruebas de 800 y 1.500 metros en unos Juegos, tras la rusa Masterkova, que lo logró en Atlanta. "Ya podía estar rota, destrozada, enferma y agonizante; siempre le tenía a mi lado para curarme".

Los atletas pagaban así la dedicación de English, dispuesto a todo para ayudar a sus pupilos: "Tengo que ayudar a curarlos, y para eso necesito considerar todas las opciones de tratamiento posibles", afirmó cuando los rumores de dopaje acosaban al equipo olímpico. "Cuando se trata de responsabilidad legal, nadie corre más riesgos que el médico que firma las recetas".

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