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Reportaje:

La historia de los castillos, en Manzanares

Una exposición muestra hasta septiembre en el castillo serrano el rico patrimonio de palacios y fortificaciones de la Comunidad

Toda persona lugareña o forastera que desee conocer cuanto concierne a los casi cuarenta castillos que pueblan la Comunidad de Madrid, tiene desde hoy y hasta el fin del próximo septiembre la oportunidad de satisfacer cumplidamente su anhelo. Habrá de encaminarse en dirección noroeste hacia la localidad serrana de Manzanares el Real, a unos 60 kilómetros de la Puerta del Sol, bajo La Pedriza y la falda de la sierra de Guadarrama, donde su bellísimo palacio fortificado de traza medieval -y finura renacentista- acoge la exposición ¡Ah del castillo! de martes a domingo, de diez de la mañana a cinco y media de la tarde.

La muestra ha sido ideada por la Consejería de Cultura y Deportes, que rige Santiago Fisas y cuya dirección general de Patrimonio, a través de su titular, Javier Hernández, ha encomendado su comisariado al arqueólogo y conservador Fernando Sáez. Éste, coadyuvado por un equipo del que forma parte el arquitecto Javier Aguilera, y con el que ha colaborado la Asociación de Amigos de los Castillos, ha invertido cinco meses en extraer la profusa información existente sobre estos recintos amurallados madrileños.

Las atalayas han mantenido su utilidad 10 siglos, desde las señales con fogatas a las antenas de telefonía

Convenientemente ordenada tal documentación, es presentada mediante paneles con detallados gráficos y dibujos, ilustraciones fotográficas y otras de intensa plasticidad, más filmaciones que abarcan desde la presencia castellana en cintas como Jeromín hasta recreaciones de la reconquista a los árabes de la plaza fuerte de Talamanca por Fernando I, El Batallador y esquemas didácticos comprensibles.

Restallando al viento desde el dentado coronamiento de sus cuatro torreones reciben al visitante de la exposición cuatro banderas -rojigualda española, azul y dorada, europea, rojoestrellada de la Comunidad y verdigualda- con el lema Ave Maria gratia plena, del municipio anfitrión, Manzanares el Real. En las cumbres de la sierra volvió a hacer acto de presencia la nieve, que acariciaba ayer con su frescura la brisa que descendía y se adentraba por los muros del castillo de Manzanares el Real.

En la primera planta del castillo de los Mendoza, la exposición configura la imagen popular sobre los castillos y reúne poemas y leyendas que, durante el Romanticismo, precintaron de misterio -también de tópicos- la castellanía. "La trama de pasadizos que la gente suele imaginar en sus sótanos no es nunca tan extensa como se piensa", explica el comisario Fernando Sáez con una sonrisa. "Más bien solían ser galerías excavadas por sus castellanos para impedir el minado de sus murallas, en lo que se conoce como contraminas".

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Como se muestra en las vistas aéreas de la segunda estancia, en torno a los recintos fortificados existía, casi siempre, una trama de instalaciones que dotaban de sentido de recinto al conjunto. La tercera estancia se consagra a explicar las edificaciones de la etapa islámica, alcalás y medinas; y en la cuarta, las de la repoblación cristiana consecutiva a aquélla, más una estancia dedicada a la trama del vasallaje- con jugosas explicaciones sobre la torre del homenaje, como sede del pacto vasallático. Por la descriptividad de su relato y la cantidad de información exhibida de manera sencilla y gráfica -sólo se echa en falta alguna referencia a la heráldica, ese poderoso sistema sígnico de linajes- la muestra compone una de las más documentadas propuestas que sobre esta materia ha aflorado en las últimas décadas en Madrid, cuya riqueza en vestigios fortificados exhibe una plural tipología: desde el prehistórico recinto amurallado del cerro de la Gavia, cuya planta se reproduce recreada, hasta los hitos de la Edad del Hierro, los castros romanos o, previas a las edificaciones bajomedievales, las altivas atalayas andalusíes.

Las atalayas, ubicadas sobre promontorios dotados de un evidente poder vertebrador del territorio, jalonan el interior de la Comunidad de Madrid sobre un eje que ya en el siglo XI conectaba la soriana Medinaceli con la toledana Talavera. Y han asistido a la perpetuación de su utilidad desde el despliegue del sistema medieval de señales, a base de hogueras, hasta el del decimonónico tendido telegráfico e, incluso, el actual de la telefonía móvil.

Lo más innovador de esta exposición es su tratamiento de los sistemas de trincheras, bastiones y fortines de la Guerra Civil entre 1936 y 1939, tarea en la que han descollado entidades civiles pioneras como el Grupo de Estudios del Frente de Madrid, que ha pugnado -con éxito- por integrar estas edificaciones dentro del acerbo de la Comunidad; aquí, castillos como los de Villarejo, Santorcaz, San Martín de Valdeiglesias, el torreón mudéjar de Arroyomolinos, o Batres, cuna presumible del poeta Garcilaso de la Vega, componen una evocadora malla, almenada y altiva, que permite a Madrid alardear de un bellísimo patrimonio de alto valor histórico.

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