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Reportaje:

Nubes sobre Casablanca

Españoles y marroquíes tratan de aliviar con amistad tiempos de desconfianza

Juan Cruz

El lunes 16 de mayo hará dos años desde que a las diez de la noche explotaron simultáneamente en Casablanca tres bombas que mataron a 48 civiles, entre ellos los cinco suicidas islamistas que ocasionaron la matanza. Una de esas bombas explotó en la Casa de España, donde hubo 45 víctimas, tres de ellas españolas. Este hecho se interpretó luego como un preludio de lo que sería casi un año después el 11-M, cuando islamistas de la misma extracción, y en su inmensa mayoría marroquíes, causaron 192 víctimas en distintas estaciones del sur de Madrid. Ayer, en Casablanca, delegaciones culturales de Marruecos y de España trataban de aliviar con declaraciones de amistad el grave distanciamiento que han vivido históricamente las dos comunidades vecinas.

La ciudad amaneció, cuando iban a encontrarse estas delegaciones, bajo una neblina lechosa. La mayor parte de los reunidos, de diversos espectros de la sociedad civil, desafiaron ese clima, pero la realidad misma los enfrentó a la persistencia de los nubarrones. Más de la mitad de mil islamistas encarcelados por aquellos atentados, devastadores para la moral de la convivencia marroquí, están en huelga de hambre porque consideran que sus derechos no se respetan, y sectores de la sociedad civil alertan sobre las posibles razones que asiste a tan alto número de población reclusa.

Esta circunstancia también arroja sombra sobre Casablanca. El encuentro cultural trata de atenuarla, pero no puede abstraerse de los símbolos trágicos de los que nace. Los reunidos se alojan en el hotel Farah, donde se produjo uno de aquellos atentados mortales, y muchas de las reuniones sociales que han mantenido se han celebrado en las sedes que fueron atacadas por los terroristas. Una de éstas fue el centro judío de Casablanca, donde ayer se celebró un almuerzo que concluyó con un brindis por la convivencia de las culturas.

Ya se produjo un encuentro similar el pasado año, por iniciativa marroquí, cuando un grupo de intelectuales y artistas quiso ir a Madrid para sellar con su presencia la solidaridad con las víctimas del 11-M. Tanto en aquella ocasión como en ésta, la principal promotora de la parte española es la ex diputada Carmen Romero, presidenta del Círculo Mediterráneo de amistad euromagrebí. Con ella están la Fundación de Cultura del Sur (con su presidente, el alcalde de Leganés, José Luis Pérez, al frente); Francisca Sauquillo, presidenta del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad; la Fundación de las Tres Culturas de Toledo, además de un grupo de artistas o profesionales de la cultura, como José Luis Cuerda, cineasta; Manuel Pérez Estremera, director de Televisión Española; José Monleón, director del Instituto Internacional de Cultura del Sur; Lorenzo Silva, Borja Cassani y Juan Cueto, y los pintores Paz Santos, Luis Fernando Aguirre y José Luis Fajardo.

Del mismo modo que los marroquíes llevaron el año pasado a España obras de sus artistas y de sus niños, los españoles han desplazado aquí muestras simbólicas de la solidaridad plástica, también de los niños de distintas escuelas españolas, y de un amplio grupo de pintores de la Asociación Española de Artistas sin Fronteras. En todos los parlamentos con los que se subrayó la intención de la visita se dijo la palabra solidaridad. Solidaridad mutua.

La perspectiva que se abre, nos dijo el poeta marroquí Abdelatif Labi, encarcelado en los setenta por oponerse aquí al sistema, depende de la sociedad civil. Para él, hay una pequeña ventana abierta a la esperanza; contra el terrorismo islamista sólo se puede usar la relación que sea capaz de acabar con el caldo de cultivo que alienta el racismo y la intolerancia. En parecidos términos nos habló el pintor Mohamed Chabaa. La iniciativa civil, lo que el llama la diplomacia popular, es capaz de retorcerle el brazo a la tradición de lejanía entre los dos pueblos, y estos encuentros agitarán los nubarrones comunes que ayer, en Casablanca, eran serias preocupaciones sobre la resistente actualidad del pasado. Farida Borkia, cineasta marroquí, nos lo dijo así: Menos mal que hay vientos que de vez en cuando se oponen a la sombra.

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