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Interior ignora las quejas contra una discoteca de Sollana y aguanta un expediente desde octubre

Los vecinos de El Romaní denuncian contaminación acústica, exceso de aforo y agresiones

Los vecinos de El Romaní, a dos kilómetros de Sollana, Ayuntamiento del que depende el núcleo, han denunciado al consistorio, al Síndic de Greuges y a la Guardia Civil el ruido, la inseguridad, la suciedad y las posibles vulneraciones de aforo de la discoteca Bananas. El Síndic de Greuges admitió a trámite la queja vecinal y la Guardia Civil ha trasladado las denuncias a la dirección general de Interior, de la que depende controlar que se respete la Ley de Espectáculos. Interior dice que investiga desde hace ocho meses pero reconoce no haber hecho ninguna visita para comprobar la situación.

La fiesta empieza los sábados a las 20.00. La música se mete en las casas de los 320 vecinos de El Romaní, un núcleo que no es pedanía pero que tiene una delegada del Ayuntamiento de Sollana. La discoteca Bananas, según fuentes de la dirección general de Interior, al frente de la cual está Luis Ibáñez, tiene dos licencias: una como discoteca y otra como bar, ésta última desde el pasado verano. El aforo de la discoteca, enclavada entre naranjos, es de unas 5.000 personas. Cuenta con dos aparcamientos. El más grande empieza donde termina una casa. Por ese aparcamiento transita sin protección alguna una acequia, Canet del Romaní, que vierte en La Albufera y arrastra botellas, plásticos... La asociación de vecinos El Romaní asegura que la concentración de público -que llega incluso en un tren especial que sale a la 1.30 de Valencia y paga la propia discoteca, según confirmó ayer Renfe, y que se conoce como Disco-tren o o tren bananero- ha superado, según una publicación de la propia discoteca, explotada por la sociedad limitada Valdisco, las 7.000 personas en el interior y las 15.000 contando el aparcamiento, en el que se practica el botellón.

Los caminos rurales se colapsan y quedan cerrados al tráfico varios puentes que cruzan por encima la autovía. La música se escucha en Sollana y Almussafes. La discoteca cierra, según han hecho constar los vecinos en sus denuncias al Ayuntamiento (que no ha contestado a ninguna) y al Síndic de Greuges, al menos una hora y media después de la permitida, es decir entre las 8.30 y las 9.00 de la mañana del domingo. A partir de esa hora, con la licencia de bar, en el macro-párking funciona un chiringuito de madera que continúa sirviendo al público. La fiesta puede, como aseguran los vecinos que ocurre, prolongarse hasta el mediodía del domingo. Las calles de El Romaní no absorben los coches que llegan a una discoteca que, entre otras cosas, patrocina actividades lúdicas de Sollana (gobernada por el PP y el grupo Independents per Sollana). Vómitos, orines y basura forman parte del paisaje. La tensión ha llegado a los jugados, en forma de denuncia por las lesiones supuestamente causadas por vigilantes de la discoteca a un vecino. Interior ha ignorado las quejas y dijo ayer que desde hace ocho meses "investiga" las posibles irregularidades, al tiempo que precisó que la Policía Autonómica, encargada de inspeccionar, y los técnicos, no ha acudido a ver in situ la situación. "Precisamente, tenemos una reunión la semana que viene", apostilló un portavoz de Interior.

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