Latidos a cielo abierto
El teatro nació al aire libre. Podemos rastrear su origen en ritos que siguen vivos. Cuando los aborígenes australianos van de caza, laten en sintonía con sus presas. Cada nativo reproduce, con precisión estilizada, el movimiento de un animal, y el grupo avanza en hilera entre los arbustos, siguiendo un ritmo sincopado. Los cazadores llevan pintado el cuerpo desnudo, y su ritual causa admiración. Tanta como para que Jiri Kylian haya refundido estas secuencias de movimiento en tres coreografías, estrenadas por el Nederlands Dans Theater. Muchos habitantes de Costa de Marfil sienten por los animales una devoción equiparable a la que sienten los castellanos por sus vírgenes, pero no los llevan en andas, ni se arrodillan ante ellos. Los imitan. Las familias que confían en la gacela, invocan su protección en el zamblé. Uno de los partícipes en este ritual funerario y festivo se convierte en gacela humana: con una máscara de madera pintada, pace, galopa, salta y baila a un ritmo imposible de seguir. La mutación es absoluta. Makava, compañía de costamarfileños exiliados en Barcelona, está mostrando el zamblé por España. El teatro griego nace de rituales que guardan similitudes con éstos, y se desarrolla al aire libre, en la ladera de un cerro, con el escenario abajo. En Roma, en torno a la escena se levanta un edificio abierto, con velas tendidas de punta a punta para proteger del sol. En la Edad Media, el teatro se representa en plazas, y al comienzo del barroco, en corralas. Los Austrias lo meten en palacio, y sus arquitectos italianos construyen escenarios regios. Con ellos comienza en España la edad de oro del teatro privado, que dura hasta hoy. El teatro a cielo abierto pasó a ser algo fuera de prestigio, o para las grandes ocasiones. Y así continúa, aunque hay compañías de peso y cómicos brillantes que han escogido trabajar en espacios públicos. El Festival de Teatro y Artes de la Calle, de Valladolid, es, probablemente, la principal cita anual que tienen en España.
En su sexta edición, del 18
al 22 de mayo, participan 27 compañías de 12 países, y otras tantas en la sección off."Hay que redefinir el teatro de calle", dice Javier Martínez, su director. "Preferimos hablar de artes de calle, para abarcar otras formas de expresión contemporánea que se celebran en espacios no convencionales, dentro de cuatro apartados: circo, curiosidades culturales, intervenciones urbanas y performances de formato medio-grande. Llamo 'curiosidades' a espectáculos donde se propone una relación íntima con un público reducido. Son verdaderas delicatessen. Le Temps du Voyage tiene uno en el que una mujer cuenta cómo recibió en herencia cajas llenas de lámparas. Una noche, escuchó ruidos: las lámparas le hablaban. Luego, invita al público a pasar al cuarto donde las guarda. Pinchando en ellas con un auricular, el espectador escucha una voz que narra un viaje en barco durante la II Guerra Mundial, las conversaciones de los pasajeros polacos...".
En el apartado de intervenciones urbanas, Martínez destaca a la compañía alemana Angie Hiesl, que coloca en las fachadas, a ocho metros de altura, sillas en las que amas de casa reproducen durante horas lo que hacen habitualmente en el interior de sus casas: tejer, leer, tomar una manzanilla
... "Más que la animación, nos interesa la ruptura de la rutina urbana. Otra idea es sacar a la gente de la ciudad. Cuando supe de Historia natural, de Matarile Teatro, le dije a su directora: 'Este espectáculo es una merienda campestre. ¿Por qué no lo hacemos en un pinar?'. Y así se hará. Hay mucho público joven que se siente incómodo con el protocolo y la liturgia del teatro de sala".
El Festival de Valladolid otorgó el año pasado el premio al mejor espectáculo a la compañía Kumulus, dirigida por Barthélémy Bompard, que ahora presenta Les rencontres de boîtes."Colocan veinte mesas, con dos actores en cada una, e interpretan a personas que hubieron de huir con una caja de zapatos por todo equipaje. Intercambian sus pertenencias, y hablan lenguas ininteligibles". Entre los grupos más interesantes figuran el La Licorne, Styx, Cyrk Klotz, Ex-Nihilo, Ósmosis, Jo Bithume y 2 Rien Merci, que en Moulin Cabot recrea un universo íntimo en sepia. Axioma Teatro revive lo peor de la posguerra española con 400 muñecos y objetos animados.
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