Una colección de arte excepcional
Si hay alguna figura deseada en el mundo del arte español es la del coleccionista. En ese medio hay de todo y hasta en exceso: artistas, críticos de arte, directores de museos y de centros de arte, galeristas... ¿Pero coleccionistas? Nadie ha logrado responder esta escueta pregunta a ciencia cierta y pocos se fían de que los galeristas tengan razón cuando afirman que en la última década el coleccionismo del arte, y especialmente el coleccionismo de arte contemporáneo, ha subido como la espuma. Y se duda más cuando se toman en cuenta los abundantes y muy generosos reclamos publicitarios que Rosina Gómez Baeza, la esforzada directora de Arco, le dedica a los coleccionistas y que a fuerza de repetirse cada año terminan pareciendo las invocaciones a un fantasma que no quiere comparecer. Esta insistencia, como en general toda insistencia, sintomática porque no hay nada que intensifique más el deseo que la renuncia o la renuencia del objeto deseado a entregarse. Y no es que no se compre arte contemporáneo y se fragüen importantes colecciones del mismo, pero ambas decisiones son en España responsabilidad ante todo de los museos y de los centros de arte contemporáneo y de algunas grandes empresas, como en los casos emblemáticos de la Fundación "la Caixa", Telefónica o Coca-Cola.
MIRADAS Y CONCEPTOS EN LA COLECCIÓN HELGA DE ALVEAR
Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC)
Virgen de Guadalupe, 9 Badajoz
Hasta el 15 de septiembre
De allí el extraordinario interés de esta exposición, que a su calidad excepcional añade el hecho de que es la primera comparecencia pública de una de las pocas coleccionistas de arte contemporáneo de cuya existencia se tenían noticias fehacientes. Ahora, que Helga de Alvear era coleccionista, ya lo sabíamos. Lo que no sabíamos era que su colección fuera tan buena, tan vasta, tan plural, tan internacional, tan contemporánea y tan trufada de obras maestras que ya quisieran para sí muchos museos y no sólo los museos españoles.
La sorpresa la intensifica el hecho de que la exposición rompe con el prejuicio que atribuía a Helga una preferencia prácticamente exclusiva por la fotografía. Prejuicio alimentado por el hecho de que ella, como galerista, fue de las primeras en decidirse a exponer a los artistas que al final de los años ochenta del siglo pasado optaron por echar mano de la fotografía para realizar proyectos específicamente artísticos. Ella evocó hace poco lo que pasó en 1989 en la Feria de Arte de Basilea, cuando tuvo verdaderas dificultades para convencer a los organizadores de la misma de que no tenían por qué enviarla a la sección de fotografía de la feria sólo porque en su stand exponía exclusivamente fotografías de Javier Vallhonrat y Joan Fontcuberta. Obviamente era Helga y no aquellos organizadores quien tenía razón y la siguió teniendo cuando, en vez de concentrarse en la fotografía artística, optó por exponer y por comprar simultáneamente piezas y obras de artistas que utilizan los más variados lenguajes y soportes técnicos, desde la videoinstalación hasta la pintura, sin olvidar la escultura.
De hecho, una de las piezas
más atractivas entre todas las que exhibe el MEIAC es una escultura muy irónica de Asta Gröning titulada Escultura hiperdelgada, superinteligente, realizada en 1998. Y la representación de la pintura es igualmente memorable, tanto por la indudable importancia de los pintores elegidos como por la calidad de los cuadros expuestos. Pienso, por ejemplo, en pinturas como Balfe, de Pia Fries; Malerei, de Adrián Schiess; Hold Up, de D. J. Simpson, o T-Welt, de Helmut Dorner.
Pero aun así, aun contando con tan buenas obras en soportes tradicionales, la verdad es que la palma se la llevan videoinstalaciones tan potentes como The House, de Eija-Liisa Ahtila, que escenifica la progresiva pérdida del principio de realidad padecida por una mujer solitaria. O Twelve, de Barbara Kruger, en la que otros tantos personajes del común despliegan en cuatro enormes pantallas su esquizofrenia cotidiana.
Para concluir, dos noticias adicionales. La primera es que esta muestra presenta menos del 10% de la colección de Helga de Alvear. La segunda, que la colección estará expuesta de forma permanente en Cáceres a partir de 2007.
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