'El halcón maltés'
EL PAÍS presenta mañana, por 8,95 euros, el primer largometraje de John Huston
Cuando en 1941 John Huston propuso a los directivos de la Warner que el guión que había escrito sobre El halcón maltés, de Dashiell Hammett, fuera su primera película, el pájaro negro ya era un mito en Estados Unidos. La novela había aparecido en tapa dura en febrero de 1930, semanas después de publicarse en folletín en Black Mask, el popular pulp-magazine norteamericano, y fue todo un éxito de ventas.
La propuesta de Huston no entusiasmó al estudio porque en esos 10 años la novela sobre el pájaro negro ya había sido llevada al cine dos veces y en los dos fue un fracaso. Pero Huston insistió argumentando que El halcón maltés nunca había sido realmente trasladada a la pantalla por culpa del desastroso guión. Una vez que Huston consiguió el okey de la Warner, la segunda discusión que está en el origen de esta película, que a su vez es origen de tantos mitos genesiacos, se centró en el actor para Sam Spade. La Warner, sólo preocupada porque el pájaro negro no se transformara en pájaro de mal agüero, propuso a George Raft, uno de los duros de la pantalla con más éxito comercial entonces. La idea no gustó al futuro director, pero la acató. El caso es que Huston se salió de nuevo con la suya porque Raft rechazó el papel argumentando que se trataba de una película menor. Como alternativa, Huston propuso a un oscuro actor que sólo había hecho papeles de gánster o de asesino de la serie B y poco conocido por el gran público, Humphrey Bogart. La argumentación de Huston fue impecable, en la mejor lógica del detective de Hammett: "Nada mejor que un tipo que hasta ahora sólo se dedicó a cometer crímenes interprete al detective que mejor sabe cazar criminales".
La historia del género empieza cuando sacaron los asesinatos de los salones
Nunca en la historia de Hollywood, una tarde de 1941, se crearon tantos mitos universales
Y nunca en la historia de Hollywood, una tarde de 1941, se crearon tantos mitos universales de un solo golpe creativo, dicho sea con permiso del Dios de la Biblia. El mito del cine negro, el mito de Humphrey Bogart, el mito de John Huston, el mito del detective cínico, mujeriego y misógino a lo Sam Spade, el mito de la mujer fatal (Brigid O'Shaugnessy) y el mito de Dashiell Hammett, entre otros resultados del tercer vuelo de aquel pájaro negro tachonado de joyas que los caballeros de Malta querían regalar a nuestro emperador Carlos I; un pájaro que Bogie deberá encontrar en medio de una selva negra de callejones, mafias, gánsteres, traiciones, mujeres fatales, corrupciones y ríos de whisky, se supone que de Malta.
No es ni la mejor película de Houston, ni la mejor interpretación de Bogart, ni la mejor adaptación de una novela criminal de Hammett, ni su mejor novela, ni la mejor película de la serie negra. Es mucho más que todo esto. Es la filmación de todos y cada uno de los mitos fundacionales, en estado puro y por un genial golpe de estado de la serie B, que han configurado a lo largo de las décadas la épica de un género planetario, no sólo cinematográfico, que ha fascinado a las sucesivas generaciones. Para seguir con la lógica argumentadora de Spade, nada más normal que ese vendedor de biblias que siempre fue Huston haya perpetrado la Biblia de celuloide del género negro.
Bien es cierto que 10 años antes, con la edición de El halcón maltés, Dashiell Hammett había hecho de san Juan Bautista, y Huston, en realidad, se limitó a traducir al lenguaje del cine aquellas nuevas reglas de Hammet; estableciendo de una vez por todas los mitos, los ritos, los tipos y los arquetipos del transversal género.
Porque lo que no podemos olvidar en este 75º aniversario redondo de la publicación de El halcón maltés, precisamente ahora que las vanguardias artísticas sólo hablan de contaminación de medios, géneros o estilos, es que el nacimiento de la novela criminal y del cine negro tiene sus orígenes en un pájaro negro que ha alcanzado el rango de mito precisamente porque ha recorrido y asumido todas las contaminaciones de lo popular. Desde su nacimiento en los pulp-magazines de los años treinta y en la serie B del Hollywood de los años cuarenta, hasta ese revolucionario estilo narrativo seco y rápido, desprovisto de oraciones subordinadas, pero repleto de imágenes subyugantes, que puso patas arriba la narración policial heredada de la novela decimonónica y en la que el crimen del adulterio burgués, el gran monotema del siglo XIX, dejó paso al crimen propiamente dicho. Como dijo Chandler, otro de los padres de la mestiza criatura, la historia del género empieza cuando sacaron el asesinato de los salones con jarrones venecianos y lo introdujeron sin contemplaciones en los oscuros callejones de mala muerte, devolviendo el crimen a sus verdaderos autores, los criminales.
Leyendo las Memorias de John Huston llama la atención que un hombre tan aficionado a los mitos cuente aquella mítica aventura cinematográfica con una flema y distancia que contrastan con su éxito universal. Sólo parece interesado en perfilar el personaje de Brigid O'Shaughnessy, interpretado por Mary Astor, que después sería el arquetipo de la mujer fatal. "Con Mary Astor ensayamos antes de empezar la película y juntos definimos su caracterización de la amoral Brigid: su voz indecisa y temblorosa y suplicante, sus ojos llenos de ingenuidad. Ella fue la encantadora asesina, según mi idea de perfección".
Lo que en realidad estaba haciendo Huston era fijar los rasgos míticos de Sam Spade en particular y del estilo hard boiled en general. Resultaba muy fácil que Bogart interpretara a un tipo duro. Bastaba fotografiar las anguladas luces y sombras de su rostro y hacerle pronunciar las mínimas palabras posibles con prosodia seca de bebedor, cigarrillo en los labios y acariciándose el lóbulo. Lo difícil era que el ex gánster se enamorara perdidamente de la asesina, una Mary Astor que no era precisamente la Bacall y en sólo dos besos rápidos con la boca cerrada.
La película sólo funcionaría si el espectador se cree que Sam está loco por Brigid, decía Huston. Sólo así podemos llegar a la célebre secuencia final. Cuando Bogie recita impasible aquella célebre frase que había escrito Hammett y que pasará a la Historia Universal de la Misoginia Escarmentada: "Resultaría sencillo enamorarse de ti hasta la locura, muñeca, pero no pienso otra vez hacer el primo por ti". Y Spade entrega la chica al juez de la horca.
La tercera y definitiva versión
El halcón maltés (1941). Sus protagonistas fueron: Humphrey Bogart, Mary Astor, Peter Lorre, Sydney Greenstreet, Ward Bond, Gladys Georges, Barton Mac Lane, Lee Patrick, Walter Huston y Jerome Cowan.
Productor: Hal B. Wallis. Director: John Houston. Guión: John Houston, basado en la novela de Dashiell Hammett. Fotografía: Arthur Edeson. Música: Adolph Deutsch. Montaje: Tom Richards. Dirección artística: Robert M. Haas.
La primera adaptación cinematográfica de la novela de Hammett la dirigió en 1931 Roy del Ruth. En 1936 William Dieterle hizo una segunda versión. El que fuera militar, boxeador, periodista, dramaturgo, novelista, pintor, jinete, jugador, torero y guionista, John Huston, debutó con la tercera y definitiva versión en 1941, alcanzando el éxito total y catapultando a un actor semidesconocido: Humphrey Bogart.
Babelia
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