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Columna
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Beatitud

Decía el escritor José María Sagarra (Barcelona, 1894-1961), en una crónica enviada en 1920 para El Sol desde Alemania que le impresionaba la manera sosegada, y hasta airosa y alegre, de comportarse de los habitantes de Colonia. Por entonces, aquella zona renana, tras el final de la Gran Guerra, acababa de ser ocupada por las tropas de la Entente. Sus habitantes pasaban hambre, inseguridad, y por un estatus de humillación casi física con las tropas extranjeras por las calles. Y, sin embargo, acudían a las casas de té, de vino o de cerveza (todo de pésima calidad), y gozaban de las hermosas orillas del Rin. Hablaba Sagarra de cierta beatitud en la expresión de los ciudadanos de Colonia. Es quizá lo que pudiera observar un periodista inglés entre nosotros, los ciudadanos del paisito. No es cosa de comparar. Ni pasamos hambre, más bien al contrario, ni nada que se le parezca. Pero la humillación para el ciudadano, para el hombre con derechos, es de escalofrío.

Se han dado unas elecciones en las que objetivamente y realmente todos han perdido, salvo Batasuna-EHAK. Y, sin embargo, nadie asume responsabilidad alguna. (No sé si han visto con qué palabras dimitía el líder tory, Michael Howard: mi objetivo era ganar; no lo he hecho, por tanto asumo mi responsabilidad. ¡Con el 33% de los votos! Ibarretxe obtuvo el 38%, cayendo; Patxi, el 22%, y San Gil, el 17%, aguantando el tipo frente a los Acebes). No sólo eso. Todos en este gallinero se sienten gallos de corral... sin que nos avancen nada. (Ibarretxe, eso sí, deja su Plan para una segunda resurrección). Es un dislate absoluto. El lehendakari en funciones evacua consultas con los partidos (pensé que era cosa del presidente del Parlamento), incluso con Batasuna, un partido ilegalizado explícitamente. Y, en el colmo del dislate, el mismo día en que Patxi López proclama su aspiración ¿seria? a proclamarse lehendakari de esta comunidad, Zapatero regala un raudal de capital simbólico a Ibarretxe recibiéndole en La Moncloa. Justamente al contrincante de su candidato para la Lehendakaritza. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Es este acaso un país de chirigota? Y, a pesar de ello, nos vamos de fiesta y comemos a la sombra del Puente Colgante de Portu. ¿Beatitud?

Este país está siendo arruinado y humillado por propios (Ibarretxe) y extraños (Acebes y Zapatero -muchos, yo mismo, se sorprenderán de verlo escrito). Y, a pesar de ello, nos producimos de una manera elegante y sosegada, y hasta airosa y alegre. Nadie parece percibir que vivimos retrotraídos a una fase prepolítica en la que lo que cuenta es lo esencial, y nunca la filigrana.

Como no es cosa de abordarlo todo, me centraré en aquéllos que tantas expectativas nos crean: el PSE. Se nos empieza a vender lo que era un secreto a voces: que se sondea la disolución de ETA. ¡Si está en vías de desarticulación! -otra cosa es su cultura política a la que debe dársele cauce-. Zapatero recibe a Ibarretxe en esa línea y en aras del talante. Dos consideraciones. ¿Se pacta la foto del final con el PNV mientras se descuida al PP? ¿Y cómo puede producirse un acto institucionalmente tan irregular recibiendo un presidente de Gobierno a un candidato como si recibiera a un presidente autonómico en consultas? Por lo demás, a pesar del legionario Acebes, ¿no es momento de echarle un cuarto a espadas al indolente Rajoy, mientras se es leal con el pacto antiterrorista? Tras la actitud positiva de Rajoy a la salida de la única reunión extensa que ha tenido con Zapatero, me consta que Aznar se comía el hígado. Uno empieza a tener la sensación de que Zapatero es lo que se ve, nada más: carece de trastienda.

Por su parte, Patxi López yerra el tiro. Se equivocan quienes sugieren que el PSE ha elegido la moderación. Ha elegido el guiño al nacionalismo. Si hubiera elegido la moderación, se hubiera dirigido a las personas tranquilas de este país, sin identidad definida, que somos muchos, y no lo hace. , si aspira seriamente a ser lehendakari, a pesar de los errores de San Gil diciendo que "Zapatero ha metido a ETA en el Parlamento" -cosa que nunca hubieran dicho Rabanera, Barrio o Alonso-, hubiera sido amable con el PP. Y lo hubiera hecho, sobre todo, si espera reformar el Estatuto. Vivimos aún aquí en una fase primaria del Estado democrático en el que nunca se ha producido la alternancia y ya se aspira a cambiar las bases de convivencia, el Estatuto. Con todo y esto, se dedican a humillarnos, a despreciarnos como ciudadanos adultos. Mientras tanto, nosotros vamos de tapas, de puente y sonreímos. ¿Beatitud? No nos iría mal un punto de coraje democrático.

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