Munitis contagia su energía
Gran partido del cántabro, autor de los centros que dieron los goles al Depor ante el Atlético
Lejos ya de los premios millonarios, Deportivo y Atlético se entregaron con entusiasmo inopinado a la pelea por la calderilla. La Intertoto, ese castigo veraniego que acorta las vacaciones de los jugadores, es ya la única aspiración que queda a dos de los equipos más tristes de la temporada. Por eso el partido de ayer en Riazor parecía territorio seguro para la desolación. Pero Depor y Atlético desmintieron las previsiones.
No se sabe si peleaban por la Intertoto, por la honra o por expiar sus abundantes pecados. El caso es que ambos depararon un partido mucho más vistoso de lo que se podía prever, un choque disputado y presidido por el equilibrio hasta que un gol en propia meta de Luccin, al comienzo de la segunda parte, desniveló la pelea y devolvió al Atlético a su estado de melancolía. Desde ese momento, el partido ya sólo tuvo una dirección. Y al Depor, impulsado por la contagiosa energía de Munitis, se le vio un gesto alegre como pocas veces en la temporada. Hasta acabó bailando al Atlético, que había empezado con mucho empeño y terminó en su situación habitual, hecho una calamidad.
DEPORTIVO 2 - ATLÉTICO 0
Deportivo: Munúa; Manuel Pablo, Andrade, Coloccini, Romero; Sergio, Duscher; Víctor (Acuña, m. 82), Valerón (Capdevila, m. 80), Munitis; y Xisco (Fran, m. 66).
Atlético: Leo Franco; Molinero, Pablo, Perea, Antonio López; Jorge, Luccin, Colsa (Aguilera, m. 64), Ibagaza (Sosa, m. 72); Núñez y Fernando Torres (Braulio, m. 66).
Goles: 1-0. M. 54. Munitis se interna por la banda izquierda, centra y Luccin, al intentar despejar, introduce el balón en su red. 2-0. M. 81. Sergio da un pase interior a Munitis, que centra desde la derecha al segundo palo y Capdevila remata.
Árbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Molinero, Xisco y Perea.
23.518 espectadores en el estadio Riazor.
Munitis podrá tener todos los defectos futbolísdticos que se quiera, pero nadie puede negar su entrega total a la profesión. Tanta es su dedicación que se ha ido a vivir a una aldea en las afueras de A Coruña para estar cerca de los campos de entrenamiento del club, donde se le puede ver muchas veces ejércitandose en solitario cuando sus compañeros ya han regresado a la ciudad. Obsesionado por el cuidado físico, Munitis va siempre encima con una pequeña balanza para pesar los alimentos y no excederse en la dieta. Una conducta intachable que no le había bastado hasta ahora para hacerse notar en el Depor. El año pasado fue una larga lesión. Y ésta, el estado de abatimiento de todo el equipo.
Hasta que llegó el final de temporada, con el Depor vagando como un penitente, con media plantilla blanquiazul corroída por la desidia y pensando en cómo buscarse la vida el curso que viene, cuando la profesionalidad de Munitis ha acudido al rescate del equipo. El menudo delantero cántabro reinó en el partido de ayer, tuvo un efecto multiplicador sobre sus compañeros y devolvió al Depor cierta sensación de orgullo en medio de su desconsuelo. Munitis corrió, empujó, regateó y, sobre todo, centró. Con mucha precisión, por cierto. De sus latigazos por la banda nacieron los dos goles del Depor. En el primero, Luccin despejó para impedir que la pelota alcanzase a Xisco, un chico de la cantera que fue titular por primera vez por las ausencias de Tristán y e Luque. El medio centro francés no tuvo demasiado suerte y marcó en propia meta. Con el choque casi concluido, otro centro de Munitis brindó el segundo a Capdevila, que no pudo irrumpir mejor en el partido: era el primer balón que tocaba.
La energía de Munitis ya se había expandido a todo su equipo en la primera parte, cuando el Atlético todavía estaba en pie. Fueron 45 minutos muy parejos, en los que pareció que ambos equipos les había entrado un ataque de pundonor cuando ya tienen casi todo perdido. El Atlético hizo daño con un juego directo, lanzado casi siempre por Ibagaza en busca de Richard Núñez y Fernando Torres. El Depor replicó con la corriente creada por Munitis. El novato Xisco pareció en ocasiones una réplica del cántabro, eléctrico y atento a todo lo que caía en el área. Tuvo varias ocasiones, en las que faltó aplomo y también suerte. Pero salió bien parado de su presentación.
El Atlético pudo cambiar el signo del choque al comienzo de la segunda parte, cuando Torres se comió a Coloccini al borde del área. No remató bien, y ahí se murió el Atlético. Poco después llegó el gol en propia meta de Luccin y, hasta el final, Munitis y los suyos se dieron una pequeña fiesta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.