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Crónica:FÚTBOL | 35ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Barça baila al Valencia

Tras un soberbio gol de Ronaldinho, el cuadro de Rijkaard, a un paso del título, se divierte ante el equipo de Antonio López

Nunca el Barça se sintió tan superior en Mestalla. Tan absolutamente ganador que jugó medio partido silbando, reservando emociones para el alirón que se le avecina. Probablemente el sábado ante el Levante, también en Valencia. Xavi y Deco se lo pasaron en grande, a toquecito limpio, después de que Ronaldinho les despejara el camino con un gol de otro planeta, ese en que vive la estrella brasileña y tres más. Nunca, en muchos años, el Barça encontró un Mestalla tan entregado, ni dentro (donde Antonio López cedió la cuchara ya desde la alineación) ni fuera (el público asistió a la exhibición azulgrana como la constatación de una realidad). La que marca que el todavía campeón ha ido decreciendo de manera proporcional a como ha crecido el líder, y más que posible heredero. Así lo reconoció Mestalla, que dijo adiós a los azulgrana inclinando la cabeza ante el fútbol majestuoso del nuevo rey. E incluso aplaudiéndole.

VALENCIA 0 - BARCELONA 2

Valencia: Palop; Caneira (Angulo, m. 53), Ayala, Marchena, Carboni; Sissoko, Fabio Aurelio, Albelda, Vicente; Aimar (Mista, m. 77) y Di Vaio (Rufete, m. 70).

Barcelona: Valdés; Belletti (Motta, m. 69), Oleguer, Puyol, Gio; Xavi, Márquez, Deco; Giuly (Iniesta, m. 79), Eto'o y Ronaldinho.

Goles: 0-1. M. 27. Ronaldinho controla en la frontal del área, baja el balón al césped y conecta un fortísimo disparo que bate a Palop por la escuadra.0-2. M. 29. Ronaldinho asiste en un contragolpe a Eto'o, que se deshace con un quiebro de Marchena y marca de tiro cruzado.

Árbitro: Losantos Omar. Amonestó a Sissoko, Belletti -acarrea suspensión y no podrá jugar ante el Levante la próxima jornada-, Oleguer y Valdés, y expulsó con roja directa a Marchena (m. 68) por una entrada a Deco.

Lleno en Mestalla. Unos 55.000 espectadores.

El público ovacionó a los azulgrana e inclinó la cabeza ante el fútbol majestuoso del nuevo rey
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"¡Campeones, campeones!"

Lo sabe Cech, el meta del Chelsea, y todos los guardametas del mundo: Ronaldinho, con el balón cercano a la bota en la frontal del área, es material altamente inflamable. Ni siquiera necesita espacio para impulsarse. Ni apenas tiempo. Simplemente controla el cuero y elige el lugar donde quiere ponerlo. Esta vez la esquina de la escuadra izquierda de Palop. Dispara con mira telescópica. No se sabe cómo. Y Caneira, el encargado de vigilarlo, se quedó mirando, hipnotizado, con las manos enlazadas en su espalda, como pidiendo clemencia. Como la mayoría del estadio, extasiada ante la capacidad sobrenatural del as brasileño. Fue su manera de liquidar las tensiones que hasta entonces, casi media hora, se había apoderado de Mestalla. Se acabó la tensión, vino a decir su majestad Ronaldinho, que tardó un minuto más en sentenciar el encuentro y, probablemente, la Liga. Lanzó corrido a Eto'o y éste pisó el freno dentro del área, dejó pasar a un defensa, ciao, y tiró cruzado antes de que Palop pudiera decir esta boca es mía. Es la diferencia entre un buen delantero (supongamos que Di Vaio) y un fuera de serie. Y es que éste dispara antes de que al portero le dé tiempo a besar la hierba. O sea, Eto'o, Ronaldo y dos o tres más.

En su obsesión por parar al Barça, Antonio López dibujó un equipo picassiano, siempre en función del rival, siempre ligeramente desubicado. Lo suficiente para que sus jugadores se sintieran incómodos e infinitamente inferiores a su adversario, que conservaba al menos la personalidad de siempre. Jugó media hora el Barça como encogido ante el aliento que le llegaba del Bernabéu y el pasado glorioso del vigente campeón. Hasta que Ronaldinho mandó parar. Y empezó otro partido, en el que el cuadro de Rijkaard, al son de Xavi, se dispuso a entonar su canción preferida, que corra el balón y no las piernas, mientras el Valencia comenzó un via crucis de 60 minutos. Una hora para perseguir fantasmas, balones y piernas, una humillación clamorosa ante su hinchada. Y sin la reacción del banquillo, tan rendido como su propio público. Sin Baraja, además, lo que acentuó la despersonalización del Valencia, que quiso que lo salvara Vicente, otro atropello al sentido común, pues el extremo izquierdo lleva toda la Liga lesionado y, como es lógico, está para sopitas y cuidados varios. No para que le carguen el peso del ataque. Eso sumado a otra lamentable actuación de Di Vaio y a otro intento desesperado de Aimar por demostrar que él sí estaba a la altura del rival.

La desesperación valencianista quedó retratada en las entradas a destiempo de Albelda, mientras, por otro lado, Xavi ensayó taconcitos para deleite de los barcelonistas. Lo dijo Aimar en la previa del encuentro: lo difícil en un terreno de juego es pensar. Justo a lo que se dedica Xavi, el pensamiento más claro del fútbol español dentro del rectángulo. Aun actuando casi de extremo izquierdo como ayer, contra natura para su constitución física, pero no para su inteligencia. Tan sobrado se vio el Barça que aflojó en la última media hora, dejándose ir, aunque, por supuesto, sin despreciar una buena pared. La que trazaron Ronaldinho y Deco en el centro del campo, deliciosa, propició la llegada fuera de sí de Marchena, que atropelló a Deco y se ganó una expulsión definitiva. Tristemente, hubo en la grada quien le aplaudiera, como si tuviera algún mérito. El mérito fue dejar a su equipo con uno menos para que el Barcelona afilara su rondo, se entretuviera con la pelota sin ni siquiera tener que ensañarse ante un adversario cadavérico. Se contuvo el Barça y, sólo al final, sus jugadores se desataron y convirtieron el campo en un gran abrazo azulgrana mientras Mestalla los despedía con una ovación que rompía viejas rencillas.

Ronaldinho celebra su gol, el primero del Barça en Mestalla.
Ronaldinho celebra su gol, el primero del Barça en Mestalla.REUTERS

Oleguer ejerce de central y lateral

Aunque los goles de Ronaldinho y Eto'o se contaron y cantaron como pocos, también hubo una mención especial para Oleguer (Barcelona, 1980), que ejerció igual de bien como central que como lateral cuando ocupó la plaza de Belletti, que no podrá jugar el sábado en el campo del Levante por sanción. Oleguer se ha ganado la titularidad no sólo por las lesiones de futbolistas como Edmilson sino por su fiabilidad y regularidad. La progresión del central ha sido tan notable que incluso se especuló con su presencia en la selección española en la última convocatoria de Luis, presente ayer en Valencia. "Personalmente me siento muy satisfecho", argumentó Oleguer, "sobre todo por el equipo, que ya estamos muy cerca de poder celebrar un título muy esperado". La actuación del zaguero fue elogiada incluso por su entrenador, Frank Rijkaard: "Ha hecho un gran partido y su actuación me ha servido de prueba para el encuentro del sábado". Y, consciente de que había tomado tanto a Aimar como a Vicente, abundó: "Tiene nivel y calidad para jugar en el centro o en la banda. Es un jugador fiable". Formado en el Gramanet y jugador del filial azulgrana desde la temporada 2001-2002, Oleguer debutó en el primer equipo en Málaga en enero del 2003 (0-0).

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