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Reportaje:VICTORIA LABORISTA EN REINO UNIDO | El futuro

El triunfo de la moderación

Los británicos dan de nuevo el poder a un partido de centro con poderes limitados

Las elecciones británicas del 5 de mayo pasarán a la historia por muchas razones, pero han significado por encima de todo el triunfo de la moderación. Han sido históricas, porque es la primera vez que el Partido Laborista obtiene un tercer mandato consecutivo para seguir gobernando, y lo ha conseguido con una mayoría más que suficiente, aunque recortada respecto a la de hace cuatro años. Históricas, porque esa mayoría absoluta está respaldada por el porcentaje más bajo de votos jamás obtenido por el partido ganador en toda la historia electoral del Reino Unido. Históricas porque laboristas y conservadores nunca habían sumado juntos menos porcentaje de votos (69%), al menos desde la II Guerra Mundial, aunque en 1983 el hundimiento del laborismo dejó ese dominio de los dos grandes en el 70%.

La mayoría laborista se apoya en el porcentaje más bajo de votos jamás obtenido por el ganador
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Pero por encima de esos datos estadísticos inéditos, estas elecciones suponen el triunfo de la moderación en el sentido más amplio de la palabra. Los electores no sólo han renovado su confianza al partido que ocupa el centro político desde hace años, desde el centro derecha al centro izquierda, descartando la oferta claramente decantada a la derecha de los conservadores; también han decidido recortar los poderes del Gobierno reduciendo drásticamente su mayoría. Es su respuesta a los excesos cometidos por el primer ministro, Tony Blair, al ir a la guerra en Irak contra la opinión mayoritaria de los británicos.

Aunque no estaba entre las preocupaciones inmediatas de la mayoría de los votantes, la guerra de Irak ha acabado teniendo una influencia fundamental en los resultados electorales. Los británicos se encontraban ante el dilema de que querían que el laborismo siguiera en el poder, pero al mismo tiempo querían castigar a Blair por Irak. La consecuencia de eso ha sido que el voto a los conservadores, que es el voto que más puede representar un rechazo al laborismo por su gestión de Gobierno, ha subido menos de tres puntos. Son los liberal-demócratas, que han hecho de su oposición a la guerra de Irak su principal activo electoral y han subido del 18,3% al 22,5%, los que se han llevado la parte del león de los votos perdidos por el laborismo respecto a los comicios de hace cuatro años.

Blair advirtió a sus seguidores que si se abstenían o apoyaban a los liberales le estarían abriendo las puertas de Downing Street a los conservadores. Era pura retórica, porque ninguna encuesta vaticinaba el resurgir de los tories, pero escondía un mensaje subliminal que ha acabado volviéndose contra Blair: si queréis reducir mi mayoría, votad a los liberales. Casi seis millones de británicos han acabado haciendo eso, aunque sus votos se han transformado en 62 escaños mientras los 9,5 millones de votos laboristas le han otorgado al partido gobernante 355 escaños.

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El sistema electoral británico también ha quedado en entredicho. Al recortar la mayoría laborista, los votantes estaban recortando el poder de un Gobierno que ha abusado de su inmensa mayoría en los Comunes. Las elecciones del jueves se pueden interpretar como una victoria de quienes defienden la reforma del sistema electoral y para acabar con las mayorías absolutas generadas por el actual sistema, en el que el candidato más votado de cada circunscripción se lleva el escaño aunque no tenga la mayoría absoluta.

Los liberales han necesitado 96.403 votos por escaño. A los tories les han bastado 44.434 votos por escaño. Pero los laboristas, favorecidos por el sistema electoral, sólo han necesitado 26.889 votos por escaño. Esas diferencias, cuando los electores se pronuncian claramente por una opción en un sistema bipartidista, no tienen mayor importancia. Pero cuando son tres los partidos que se reparten el grueso de los votos y las diferencias de voto son relativamente cortas (36% el laborismo, 33% los conservadores y 22,5% los liberal-demócratas), la legitimidad del Parlamento que sale de ese sistema electoral es mucho más dudosa.

La evolución de la campaña electoral y el resultado de los comicios han constituido una victoria personal para Gordon Brown y una derrota personal para Tony Blair. La sucesión al frente del laborismo y del Gobierno, que hace sólo unos meses era una mera especulación, ha quedado consagrada por las urnas. El consenso generalizado entre los comentaristas políticos es que Blair cederá los trastos a Brown en un plazo máximo de dos años. El referéndum sobre la Constitución Europea, que dominará la agenda política británica si a finales de este mes gana el entre los franceses, puede acelerar ese traspaso. Quizá sea ése el primer paso del Partido Laborista para conseguir un cuarto mandato.

Los laboristas Tony Blair y Gordon Brown.
Los laboristas Tony Blair y Gordon Brown.SCIAMMARELLA

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