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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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Carácter y destino

Tendré que hacérmelo mirar porque en la entrega del premio Cervantes no pude librarme del recuerdo de Ibarretexe. Dijo Sánchez Ferlosio en su discurso que "la sin par naturaleza de Don Quijote estaba en ser un personaje de carácter cuyo carácter consistía en querer ser un personaje de destino". Por eso, le admira más el personaje de Charlot, cuyo carácter le lleva a rebelarse contra el destino.

Y es que para Ferlosio la voz del destino es maligna. Su perversión consiste en la "retorcida irracionalidad del que pretende racionalizar la contingencia imponiéndole un sentido, una causa, un argumento". Lo que yo digo.

En cualquier sociedad contemporánea, la vida está más sometida a la casualidad que al destino. No es que no existan causas y efectos. Pero se hallan tan entrecruzados que es muy difícil, por no decir imposible encontrar un hilo, un sentido a los acontecimientos. Encontramos el sentido después de un tiempo de que las cosas hayan sucedido. Y aún así nunca puedes estar segura del todo. Nuestras apuestas vitales son como una partida de dados; contentos si alguna vez podemos cargarlos antes de arrojarlos al tapete.

En esas se abre el telón y surge "el" personaje: Ibarretxe, pongamos por caso. En su monólogo nos explica que durante el neolítico sucedió algo que dejó marcado nuestro destino colectivo. Así que ahora, diez mil años después, ha llegado el momento en que quienes hemos nacido (o caído por casualidad) dentro de unos límites geográficos dibujados en un mapa que él sólo posee, nos pongamos en marcha hacia ese destino que él conoce; porque para eso ha ganado las elecciones.

El nuevo Papa Ratzinger es mucho más moderado que Ibarretxe, porque nos advierte de que no inventemos reglas, que ya nos basta con las que predicó el fundador de su Iglesia hace apenas dos mil años.

Pero volvamos a nuestro destino de incomparable solera. Ibarretxe se cree un personaje de destino, cuando bastante tenemos con que discursee en clave de personaje de carácter. Por suerte, el destino se le ha quedado abollado como el yelmo de Mambrino contra el muro encalado de un molino. Para genialidades, yo también me quedo con la locura de Charlot rebelándose contra el destino empeñado en convertirle en borrego.

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Cuando a mi primo Ramón le avisaron que querían matarle, me comentó que quien hubiera tomado esa decisión en Iparralde no había contado con él. Y que la partida aún no había terminado. Pudo repetir el personaje del caballero medieval de la película El Séptimo sello que se enfrenta con la Muerte en una partida de ajedrez que tiene perdida de antemano.

Pero ayer volvía a encontrarme con mi primo, y al preguntarle cómo iba su partida con el personaje de la Guadaña, me contestó: "Menudo sinsorgo. El otro día se la ha dejado olvidada en la lavandería".

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