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Columna
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El tigre catalán

Los tigres son animales solitarios que sólo se buscan en la jungla para aparearse. No como los leones o los lobos, que viven en manadas, protegiéndose, aprendiendo unos de otros. Los tigres buscan la sola protección de la espesura, desde la que asaltan. El rayado de su piel, sin embargo, es más bien un aviso a los incautos, lo que los vuelve paradójicos. Parecen advertirnos que, aunque no tengan hambre, siguen representando una amenaza. En eso se asemejan a las serpientes más llamativas. O tal vez sea que andan tan enamorados de sí mismos, que no pueden resistir asomarse de vez en cuando a la pradera, por lucirse simplemente.

En España teníamos el tigre vasco. Ahora nos ha salido un tigrecito catalán. Cierto que nos había advertido: "Pues lo de Euskadi no es nada, comparado con lo que va a salir del Parlament". Y es que les manda el instinto. Recuerden: dos ejemplares adultos, uno vasco y otro catalán, acabaron encontrándose hace cosa de un año en algún lugar recóndito, allende el Pirineo. Se aparearon y ya está. Ahora salen por doquier tigrecitos dispersos. Lo más peligroso es que, con el estómago tan lleno como lo tienen, puede que se les acabe yendo el otro instinto, el de avisar protegiéndose, y acaben por protegernos de ellos mismos, como aquellos otros tigres del Chicago años 20. De hecho, ya deambulan tan tranquilos, ante la mirada atónita de los pacíficos moradores del poblado. Incluso apareció por aquí un viejo tigre irlandés, que se fotografió y todo con el tigre catalán, el cual, por cierto, le mostró la piel rayada de su bandera insumisa. Y ambos sonrieron a los fotógrafos.

El problema es que las relaciones entre la jungla y la pradera se basan en que cada cual siga sus costumbres. Pues cuando uno las cambia, todo se trastorna. Si los tigres sonríen en los periódicos y los lobos adquieren modales de corderos, algunos leones se enfadan y dan zarpazos incongruentes. El león Maragall se sintió un día acorralado en su propio territorio y lanzó un rugido aterrador: ¿A mí me vais a amenazar, canalla cobradora del 3%? Menuda zapatiesta. El lobo Piqué se embadurnó bien de harina, y aunque no logró zafarse de la larga sombra de Ercrós, se subió a la tribuna y empezó a dar lecciones de honradez. Otro lobo de CiU intentó algo parecido, pero envolviéndose muy bien en la bandera catalana. No advirtió, sin embargo, que conforme hacía aspavientos, la señera se le resbalaba... hasta que acabó en pelotas, con aquello del túnel del Carmel. En fin, que parecía que el león Maragall primero iba a poner orden en su fauna. Pero no, sino que todo quedó en borrajas. El instinto básico le aconsejó cuidarse de los tigres errabundos y de los lobos embadurnados. Incluso aparentar que todos pertenecen a la misma especie, por el equilibrio que ha de reinar en su maravilloso reino.

Pero a esto llegó Chaves. De león a león, a veces las relaciones no son buenas, sobre todo si lideran camadas distintas y la caza escasea. En la pradera central, el gran león lo observaba todo, atónito y preocupado. Su natural ecuánime empezó a removerse también, pues todo le parecía un descalabro mayúsculo de las leyes de la selva.

(Continuará)

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