Europa, la gran ausente de la campaña electoral
Europa, que siempre levanta pasiones en la política británica, es la gran ausente de esta campaña electoral. A estas alturas, hace ahora casi cuatro años, el entonces líder de la oposición, William Hague, se había enredado en una virulenta campaña renegando del euro y en defensa de la libra esterlina. No sólo fue un error estratégico -el Partido Conservador sólo mejoró en un punto su voto popular y en un diputado el número de escaños logrados en 1997-, sino también un sacrificio innecesario: en ningún momento a lo largo de la legislatura se vislumbró ni la más mínima posibilidad de que el primer ministro, Tony Blair, pudiera convocar el referéndum que debe decidir sobre la entrada o no de la libra en el euro.
Ahora, en cambio, sí hay un referéndum pendiente, el de la Constitución Europea, aunque existen dudas sobre si una victoria del no en Francia provocaría la suspensión de la consulta en el Reino Unido hasta que se resolviera el embrollo francés. Blair aseguró ayer que el referéndum se celebrará tanto si Francia ratifica como si rechaza el texto, aunque lo dijo con tan poca convicción que parecía un intento de no interferir en la campaña francesa.
El referéndum, en principio previsto para el primer semestre de 2006, tiene la importancia adicional de que muchos lo ven como un momento decisivo en el posible traspaso de poderes entre Tony Blair y Gordon Brown, en el caso de que los votantes confirmen el jueves la victoria laborista que predicen las encuestas.
Poco interés
Christopher Hill, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge, cree que "ninguno de los tres partidos tiene interés en que se hable de Europa". "Los liberales-demócratas porque son el partido más proeuropeo y tienen miedo de parecer antipatriotas", explica. "Los conservadores tienen la tentación de sacar el tema, pero no quieren entrar en el detalle de la discusión sobre la Constitución Europea porque saben que no hay nada en particular en la Constitución que sea una verdadera amenaza a los intereses británicos y que Blair puede plantear el argumento opuesto: que en realidad es una victoria para los intereses británicos, que es la visión que en realidad tienen los franceses", asegura.
Los laboristas, según Hill, tampoco están interesados en que Europa aflore en la campaña: "Tienen miedo de hablar de ello para no verse forzados a tomar una posición más proeuropea. El Gobierno espera más que nadie que los franceses hagan de línea conductora de sus intereses porque, si éstos dicen no, entonces les resuelven el problema estratégico de qué hacer acerca de Europa, que es el problema de Blair", concluye Hill.
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