_
_
_
_
Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL | Nueva York
Crónica
Texto informativo con interpretación

El efecto superrico

Carl Icahn, de 69 años; Donald Trump, de 59; Sydney Frank, de 85, y Daniel Ziff, de 33, comparten dos cosas: son superricos y viven en Nueva York. No son los únicos. La ciudad de los rascacielos es la urbe con más multimillonarios del mundo, con 34 de las 587 fortunas con más de mil millones de dólares, según la clasificación de la revista Forbes, seguida de lejos por Moscú, San Francisco o Londres. Esta concentración de ricos puede multiplicarse casi por sesenta si se modifica el criterio que utiliza el magazine para elaborar su lista, basada en la capitalización bursátil de sus activos.

Para la gran mayoría son desconocidos. Y hay muchas otras fortunas, como Dennos Kozlowoski, que pasan largos periodos en Manhattan, pero que establecen su lugar de residencia oficial en la soleada Florida para evitar los altos impuestos de Nueva York. Como dicen los new yorkers más veteranos, las cosas están cambiando en Gotham City. No hace mucho era fácil distinguir a los miembros de la alta burguesía de la ciudad por los nombres de sus familias, como los Rockefeller, con los que eran bautizadas las ampliaciones de los hospitales o las salas de exposiciones en los museos, en reconocimiento a sus donaciones.

Ahora los ricos -salvo excepciones como la de Trump- pasan más bien inadvertidos en una urbe donde abundan las limusinas con los cristales tintados y en la que puede llegar a pagarse 35 millones de dólares por un apartamento de lujo en un rascacielos. Sí, unos 4.300 millones de las antiguas pesetas. Puede parecer un exceso, pero el precio medio de un apartamento de poco más de 100 metros cuadrados en Manhattan ronda los 1,2 millones. Estas cantidades, hace cinco años, eran impensables.

Icahn es el más rico entre los ricos de Nueva York, con una fortuna personal que asciende a 7.800 millones. Pero no hay que irse tan alto para toparse con este particular ecosistema, en el que prima la discreción y hablar de dinero es tabú, aunque paradójicamente esté en boca de todos. En los viejos tiempos, ser millonario en la Gran Manzana equivalía a tener un millón de dólares en activos. Hoy es el que es capaz de llevar a casa como mínimo un millón de dólares al año.

Gotham es el mayor centro financiero del mundo, lo que explica que los jóvenes talentos de Wall Street aspiren a tener un sueldo anual de hasta medio millón de dólares, limpios. El sector financiero mueve el 31% de los sueldos en Manhattan. Y donde hay dinero, hay negocio. Los restaurantes, las tiendas de moda y los servicios personalizados toman nota de este desfase, que asusta al ciudadano corriente, y adaptan sus empresas para sacar tajada a este manejo desorbitante de billetes verdes, antes de que las cosas vuelvan a la normalidad, si es que vuelven.

Se calcula que el universo de los superricos mueve 488.800 millones de dólares al año en servicios, y ahí está lo positivo de este fenómeno. La revista New York hace la siguiente reflexión: "Supongamos que en Manhattan haya más de 30.000 personas -equivalente al 1% de la población en la isla- con un sueldo neto superior al medio millón de dólares. Si se gastan 200.000 dólares al año en servicios, eso permite crear 153.000 empleos", explica. Peluquerías, decoradores, corredores de arte, contables... y chóferes.

Muchos chóferes, porque los ricos no conducen. En las avenidas de Manhattan, a diferencia de otras ciudades, como Milán y Los Ángeles, no se ven imponentes deportivos que inviten a adivinar quién será el millonario que está al volante. Demasiado estrés y baches en sus calles. El chófer, sin embargo, tiene el coche esperando en la puerta, se puede hablar por teléfono, revisar documentos, leer el diario o tomar algo del minibar en pleno atasco.

El círculo se completa con la amplia oferta cultural de la ciudad, otro de los frutos de la vasta riqueza neoyorquina y que la hace superior a otras capitales del mundo con sus dos óperas, el Carnegie Hall y el Lincoln Center, y sus museos. Por no dejar de mencionar las fundaciones, como Ford, Rockefeller y Carnegie, que suman más de 6.300 en el área metropolitana y que acumulan el 15% de los activos de las instituciones de este tipo en EE UU. Y es que hasta las entidades sin ánimo de lucro son un gran negocio en Gotham.

Donald Trump, a la entrada de la Bolsa de Nueva York.
Donald Trump, a la entrada de la Bolsa de Nueva York.ASSOCIATED PRESS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_