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Columna
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Por alusiones

Se celebra estos días en Madrid el juicio contra Luis José Galán, alias Yusuf, acusado de pertenecer a una supuesta célula de Al Qaeda. Después de leer las declaraciones de Yusuf en la prensa del martes, les diré que me siento aludida con carácter retroactivo. Yusuf explicó que en su casa se hacían reuniones o encuentros, pero no con fines terroristas. "Mi casa siempre ha estado abierta a quien lo necesitase", dijo. Y, a continuación, y después de contar que su familia le enseñó "a ayudar a los demás", añadió esta frase: "Podemos ser musulmanes, pero no hippies".

Llevo unos días dando vueltas a estas palabras y, sinceramente, no las pillo. "Podemos ser musulmanes pero no hippies". Veo ahí un cierto desprecio hacia el mundo hippy que, como ex hippy, me molesta. No sé a qué viene. ¿Qué actividades hacen los hippies en sus reuniones que no hagan los musulmanes? Por mi experiencia, una reunión de hippies consiste en fumar diversidad de hierbas mientras se escucha, pongamos por caso, a Jetro Tull. Y esto es lo más opuesto que se me ocurre a ser terrorista. Es más, y sin ánimo de ofenderme a mí misma, los hippies nunca han destacado por ser unas lumbreras. Al contrario. Los que seguían la serie Els joves, recordarán que el hippy era el tontaina. Ser tontaina es incompatible con ser el cerebro de una organización. Si exceptuamos a Charles Manson, el índice de criminalidad del mundo hippy está por los suelos. Incluso, yo diría que ese carácter pacífico de los hippies ha causado que sean los otros los que hayan sentido ganas de atentar contra ellos. Todos recordamos esa canción de Siniestro Total llamada Mata hippies en las Cíes. (Los autores, por cierto, tenían otro gran tema llamado Ayatola no me toques la pirola).

No me gusta generalizar, pero, ya que Yusuf lo hace, yo lo haré también. La hippy que fui y los hippies que yo conocí jamás se apuntarían a un cursillo de vuelo para chocar contra una Torre Gemela. Primero, por las clásicas convicciones pacifistas y segundo porque supone un esfuerzo. Tal vez por causa de los psicotrópicos, si algo les faltaba a los hippies que yo conocí era un carácter emprendedor. La prueba es que algunos siguen siendo hippies, siguen yendo descalzos, pisando colillas, y llevando sanachos de mimbre del tamaño de una barca de pesca. No puedo poner la mano en el incienso por todos ellos, pero sí que puedo asegurar que su trabajo principal, desde que se levantan hasta que se acuestan, es fusionarse con el cosmos. Además, suponiendo que alguno de ellos quisiese atentar, lo tendría muy crudo. En los controles de los aeropuertos lo primero que haría la policía al verles tan melenudos sería registrarles la mochila-bomba.

Yusuf debería recordar que, técnicamente, un musulmán y un hippy no se diferencian tanto. Ambos suelen usar barbas largas, pañuelos y ropas holgadas. Ambos toman el té. Ambos se sientan en el suelo y van descalzos. Ambos despotrican de América y ambos copulan con más de una mujer (los hippies porque creen en el amor libre, los musulmanes porque creen en la poligamia). El cantante Cat Stevens era un hippy que se convirtió en musulmán (ahora también se hace llamar Yusuf), y yo ni lo había notado. Si el juez considerase que Yusuf era un hippy que hacía reuniones en su casa para hablar del Flower Power su caso no sería tan complicado. Al contrario. Los hippies son los que proclaman lo de "haz el amor y no la guerra santa". Debería estar encantado de ser confundido con un hippy. Siempre es mucho mejor que te acusen de fumar petardos que no que te acusen de hacerlos explotar, hombre.

moliner.empar@gmail.com

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