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Crítica:ÓPERA EN CONCIERTO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una primorosa versión

No es frecuente la inclusión de temas operísticos en los programas de Ibermúsica, pero durante esta temporada han sido dos las ocasiones de monográficos dedicados al género lírico-dramático, y las dos de altísimo interés. La primera fue con Wagner en una selección de fragmentos de El anillo del nibelungo (La valquiria y El ocaso de los dioses), con la Deutsche Oper de Berlín dirigida por Christian Thielemann; la segunda, anteayer, posibilitó una magnífica versión en concierto de La clemencia de Tito, de Mozart, con los cuerpos estables -coro y orquesta- del Nationaltheater de Mannheim dirigidos por Adam Fischer. Ibermúsica ha convocado, pues, a dos de las batutas operísticas, cada una en su estilo, con más pegada del momento actual, en su cuota anual de música teatral. Vaya por delante el reconocimiento a la oportunidad y acierto de su selección.

La clemenza di Tito

De Mozart (versión de concierto). Orquesta y Coro del Nationaltheater Mannheim. Director: Adam Fischer. Con Charles Reid (Tito), Ludmila Slepneva (Vitellia), Iris Kupke (Servilia), Daniela Sindram (Sexto), Marie-Belle Sandis (Annio) y Thomas Jesatko (Publio). Ibermúsica. Auditorio Nacional, Madrid, 25 de abril.

La atención principal del concierto de anteayer se centró en la figura del director húngaro Adam Fischer, un maestro que lleva muchos años musicalmente al frente del Festival Haydn de Eisenstadt, con cuya orquesta austrohúngara ha grabado la integral de las sinfonías del compositor clásico por excelencia. También ha dirigido las últimas temporadas El anillo del nibelungo en Bayreuth. Son experiencias significativas que han marcado la personalidad y contribuido a la madurez del director hoy. La lectura de Adam Fischer en Madrid sobre La clemencia de Tito fue primorosa. Lo primero de todo fue la cuidada elaboración desde el sonido, con la inclusión de trombones de varas, trompas y timbales de época junto a instrumentos modernos, conformando entre lo antiguo y lo de hoy una personalidad de lo más atractiva. Adam Fischer imprimió homogeneidad y una extraordinaria vitalidad a su versión, sin descuidar ni un solo instante las peculiares exigencias de los cantantes. Demostró su intuición operística en multitud de detalles: desde el carácter dramático de muchos de los acompañamientos hasta la contención cuando las necesidades del texto se imponían.

La orquesta y el coro respondieron a lo que de ellos se esperaba. Fueron actuaciones compactas y la vez sensibles. El reparto vocal no fue extraordinario, pero sí correcto y, en cualquier caso, estuvo en sintonía con el planteamiento de la batuta. Resolvieron los cantantes con compostura la mayor parte de las dificultades y respetaron siempre el estilo. Sin brillantez, pero con oficio. El público, que recibió a los músicos con cierta frialdad, fue entrando poco a poco en la obra y, al final, el concierto terminó en clima de satisfacción. Para un público más inclinado a las obras sinfónicas que a la ópera, no es poco. Además se percibió con claridad la garra y sabiduría teatral de un director de postín. Adam Fischer ha revalidado en Madrid su enorme categoría, ésa que le sitúa en uno de los primeros puestos de la dirección de nuestros días.

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