Los huérfanos del maremoto
Los internados islámicos se convierten en el único hogar para más de 1.300 niños que se quedaron sin padres en Indonesia
Las pesantrin o escuelas islámicas se han convertido en el hogar de los más de 1.300 huérfanos que dejó el maremoto que el pasado diciembre arrasó la provincia indonesia de Aceh. A los pocos días de la tragedia, los directores de estas escuelas acudieron a los campos de desplazados en busca de niños que hubieran perdido a sus familias para llevarlos a los internados. Unicef pide ahora a estos centros que les faciliten la identidad de los huérfanos para tratar de buscar a sus familiares, muchos de ellos desperdigados a kilómetros de distancia por la fuerza de las olas.
"Las pesantrin se muestran recelosas a participar en las redes de reunificación familiar, porque somos las organizaciones cristianas las que las hemos puesto en marcha", asegura Frederic Sizaret, de la unidad de protección infantil de Unicef. "No queremos sacar a los niños de estas escuelas, sólo queremos ponerles en contacto con sus familias, aunque sean familiares lejanos. Los orfanatos deben ser la última opción", añade Sizaret. La red de rastreo de familias, en la que participan el Departamento de Asuntos Sociales, el Comité Internacional de la Cruz Roja, Unicef y la ONG Save the Children, ha logrado ya cerca de ochenta reunificaciones.
El desastre brindó a los ulemas la oportunidad de atraer a miles de menores a sus filas
"Mi cabeza está confundida. Sólo puedo pensar en mis padres", dice Linda, de 14 años
Las más de 300 pesantrin de Aceh, donde habitualmente pasan algún periodo de su vida los jóvenes indonesios, han incrementado notablemente el número de alumnos desde el pasado diciembre. El maremoto brindó a los ulemas la oportunidad de atraer a miles de menores a sus filas. Además de los huérfanos, muchas familias que han perdido su casa y su medio de vida han optado por internar a sus hijos en estos centros, donde reciben tres comidas al día, además de una educación.
"A los pocos días de la catástrofe colgamos carteles en los campos de refugiados y repartimos octavillas en las que explicábamos que nosotros acogeríamos a todas las víctimas", explica Faisal Alí, el presidente de Rabitah Taliban Aceh, la asociación que coordina todas las escuelas coránicas de la provincia y que eleva el número de huérfanos bajo su custodia a 5.000.
Alí, un respetado ulema en la comunidad, asegura que su financiación proviene de los gobierno indonesio y turco, y que reciben material escolar de Save the Children. Tirana Hasan, coordinadora en Aceh de esta organización británica, explica que sus relaciones con las pesantrin son buenas y que intercambian datos sobre los niños. "Les apoyamos, pero no demasiado, porque no queremos potenciar estas instituciones. Pensamos que lo importante es dar apoyo a las familias para que los niños vuelvan a ellas". Alí se queja de la falta de apoyo por parte de Unicef. "Les hemos pedido dinero, pero no nos ayudan porque no pertenecemos al Gobierno", apunta, y niega la posibilidad de que algunos de los huérfanos de sus escuelas puedan tener familias que les estén buscando. "Todos los niños están en las pesantrin con el consentimiento de algún familiar", agrega Alí en la sede de la asociación de escuelas coránicas en Banda Aceh.
La historia de Burhamudin Ibrahim, maestro de una población cercana a la capital, confirma en parte las afirmaciones de Alí. "En mi pueblo sobrevivimos 300 personas, de ellas 70 niños. La mitad de ellos tienen familiares, y fueron ellos los que me pidieron que trajera a los menores a esta escuela porque aquí estarían mejor". La escuela se llama Babu Nagah, está situada a las afueras de Banda Aceh y acoge a 274 huérfanos del maremoto, de un total de 368 estudiantes. El coordinador de estudios, Muhmad Jamal, explica que reciben financiación del Gobierno de Malaisia y del de Kuwait. Los alumnos, de entre 6 y 20 años, dedican tres horas al día a recitar el Corán. El resto, a clases de árabe, inglés y matemáticas. Durante el recreo, los niños juegan a la pelota en el patio, mientras las niñas charlan en las habitaciones, unos diminutos cuartos atestados de literas.
Babu Nagah es lo que en Indonesia se conoce como una escuela islámica moderna, llamada así porque el currículo es mixto. Después están las denominadas tradicionales, que representan en torno al 93% de todas las pesantrin de Aceh, según la asociación Taliban. En estas últimas prima el estudio de los textos islámicos clásicos y la lectura del Corán, y prescinden del resto de las asignaturas. "El problema no es si son más o menos extremistas, el problema es que estos centros no están preparados para ser hospicios, ni para tratar a niños con estrés postraumático, no tienen programas especiales", se queja el representante de Unicef.
En Datar Luah, un pequeño pueblo de la costa oeste de Sumatra, una decena de niños reciben clase de árabe al aire libre, después de que su escuela quedara arrasada por el maremoto. Linda Wati tiene 14 años y es una de las alumnas. Es huérfana, y desde que perdió a sus padres enferma cada semana, según su profesor. Acaba de salir de clase y camina por el pueblo con los libros y una regla en la mano. Hoy se encuentra bien y ha podido ir a clase. "Mi cabeza está confundida. Sólo puedo pensar en mis padres", es todo lo que alcanza a decir. El director del centro, Amrullah Arsyad, cuenta que él la anima a que juegue y se relacione con las otras niñas. "Les he explicado [a los alumnos] qué fue lo que pasó el día que vino el maremoto, y les he enseñado que fue un castigo de Dios".
Lo mismo han aprendido los alumnos de Babu Nagah. En un tablón del patio se exponen las redacciones de los niños. Una se titula El misterio del maremoto. "Tal vez el hombre ha enfadado a Alá y por eso ha enviado un maremoto para quitarnos a las personas queridas", escribe el pequeño Boy Hakki. Lía escribe en su ejercicio sobre las mujeres. "Tenemos que tener cuidado con nuestro comportamiento y siempre seguir la ley islámica. Tenemos que ser buenas esposas y buenas madres. La mayoría de las mujeres no cumplen la sharía, y por eso vino el maremoto". Otros dedican sus redacciones a los que se fueron con las olas. A una madre, a una amiga y a una hermana.
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