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Reportaje:

Una dura pelea en la trastienda

La huida de cinco altos ejecutivos origina una situación crítica en Morgan Stanley

En apenas dos semanas y media, cinco de los 14 miembros del directorio de Morgan Stanley han dejado el banco y otros ocho altos directivos acusan a su presidente, Philip Purcell, de ser el responsable directo de la mala evolución de la compañía, que ha perdido un 31% de su valor bursátil en los último cinco años. La salida de Purcell o incluso la venta de la entidad a la competencia pueden ser el epílogo de esta batalla.

La crisis podría saldarse con la venta de la entidad, que ha perdido un 31% de su valor bursátil, a Bank of America, Wachovia o HSBC
Un grupo de ocho altos ejecutivos acusa a Philip Purcell de haber creado un ambiente "de intimidación y miedo" en la compañía

Morgan Stanley, el segundo banco de Wall Street, es de las pocas compañías en el universo corporativo de Estados Unidos, junto al gigante de la televisión por cable Comcast, en que se necesita una verdadera revuelta interna para poder servir en bandeja la cabeza de su presidente ejecutivo. Y es precisamente este privilegio, u obstáculo, según se vea, lo que hace de Philip Purcell un ejecutivo único en su estirpe. Pero el éxodo de las principales estrellas de la prestigiosa firma financiera le puede jugar una mala pasada a Purcell, mientras se especula con la venta de la entidad a Bank of America, Wachovia o HSBC.

La crisis que se vive desde hace dos meses en Morgan Stanley, y que ha llegado a tener tintes de guerra civil, no se debe a ningún escándalo contable, como en la aseguradora AIG, aunque es cierto que su nombre aparece citado en alguno de los casos de irregularidades financieras más llamativos de los últimos tres años, como el fraude en la industria de los fondos de inversión. El problema está en que cada vez son más los inversores que no creen ni en la estrategia ni en el liderazgo de su presidente ejecutivo, y por eso piden su dimisión a voces.

Durante los últimos cinco años, Morgan Stanley ha perdido un 31% de su valor bursátil, mientras que sus rivales Goldman Sachs y Merrill Lynch han ganado un 17% y un 12%, respectivamente. Pero para que Purcell pueda caer del pedestal ante estos resultados, el 75% de los miembros del Consejo de Administración de Morgan Stanley debe estar en contra de su líder. Un regla que se impuso en 1997, cuando la firma financiera Dean Witter, que dirigía el propio Phil, se hizo con Morgan Stanley tras desembolsar 11.000 millones de dólares, para atar bien la fusión. El escudo protegía también a John Marck, antiguo presidente del gigante de Wall Street, quien en 2001 abandonó el banco.

Esa protección, como señala Charles Elson, profesor de gobierno corporativo en la Universidad de Delaware, se ha convertido en un verdadero problema porque hace casi imposible forzar la dimisión de Purcell. Pero la guerra está abierta desde que un grupo de ocho ejecutivos retirados de Morgan Stanley, liderado por el ex presidente de la firma Robert Scott, acusara a Phil Purcell de desprenderse de los miembros del antiguo equipo de dirección de la entidad para poner a sus hombres más fieles en Dean Witter, como Edward Brennan, quien fuera director de la firma antes de la fusión.

El 'grupo de los ocho'

Al grupo de los ocho tampoco les gusta que Purcell esté aplicando en Morgan Stanley el estilo de gestión y la filosofía de su anterior banco, Dean Witter, quitándose de encima a las antiguas estrellas de la entidad y vaciando de contenido las carteras que tradicionalmente le aportaban más ingresos, como la banca de inversión. De hecho, el verdadero enfrentamiento comenzó a raíz de la salida de Stephan Newhouse, ex presidente del banco, que fue sustituido por Stephen Crawford y Zoe Cruz como copresidentes de la firma financiera, y que ahora suenan como posibles sucesores de Purcell.

A Newhouse le siguió la dimisión de Vikram Pandit y John Havens, a los que la semana pasada se les sumaron inesperadamente el venerable banquero Joseph Perella y el inversor Tarek Meguid, considerados como los principales artífices de la franquicia Morgan Stanley. Lo llamativo es que tanto Perella como Meguid habían proclamado su lealtad a Purcell dos semanas antes. "Respetamos su decisión", señalaba el banco en un comunicado, a la vez que sustituía sus puestos con dos veteranos de la casa, Michael Uva y Codell Spenser, para calmar los ánimos y anunciaba la puesta en venta de su filial de tarjetas de crédito Discover.

Pero la realidad es que en apenas dos semanas y media, cinco de los 14 miembros del directorio de Morgan Stanley han abandonado la compañía mientras el grupo de ocho ejecutivos acusan a Purcell de haber creado un ambiente "de intimidación y miedo en la firma". Y es esta desbandada lo que, según los analistas, pone a Purcell en un serio aprieto, porque debe demostrar ante los inversores que la empresa sigue estando en buenas manos. El mayor fondo de inversión en Estados Unidos, Calpers, ya ha dicho que está "preocupado" por la delicada situación por la que atraviesa el presidente ejecutivo del banco y por el descontento creciente hacia la gestión de la entidad.

Lo que Robert Scott no podía imaginar cuando dejó la presidencia ejecutiva del banco es que a los pocos meses iba a montarse este cisma interno contra la figura en la que él confiaba que aportaría eficiencia al número dos de Wall Street. Y mientras se libra esta batalla interna, desde fuera se especula con que Wachovia, HSBC o Bank of America podrían estar a punto de lanzar una oferta para hacerse con el control de Morgan Stanley. Goldman Sachs, Merrill Lynch y Lehman Brothers también intentan sacar tajada de la crisis por otra vía y se están aproximando peligrosamente a los directivos más descontentos para reclutarlos, por lo que la ola de dimisiones podría hacerse aún más evidente durante las próximas semanas si las ofertas son lo suficientemente suculentas para cuajar y que abandonen el barco.

El talón de Aquiles

Entre los más preciados se encuentra Stephen Munger, responsable del departamento de adquisiciones y fusiones. Munger está detrás de operaciones como la compra de Sears por parte de K-Mart en el sector de la distribución. Es aquí donde está el talón de Aquiles de Purcell y por donde podría romperse la aparente unidad que existe en el directorio de la entidad en torno a su presidente ejecutivo, si los banqueros de Morgan Stanley abandonan el barco y se llevan sus carteras de clientes a las compañías rivales. Y es que a Munger le podrían seguir otros jóvenes talentos que ven en Perella a un mentor.

"Si la gente se va, creas un círculo vicioso y puedes llegar a perder el control de los clientes", afirman en Wall Street. Aunque para los analistas el problema no está tanto en hasta qué punto Purcell será capaz de mantener a sus banqueros, sino en cómo va a atraer al tipo de talentos que necesita para recuperar los ingresos de la entidad frente a sus competidores en el parqué neoyorquino.

Ante esta situación, Zoe Cruz y Barton Biggs -ex presidente de la gestión de activos de la firma- intentan estos días llevar la paz a la entidad después de dos meses de conflicto. "Me gustaría ver al alto el fuego porque la firma necesita avanzar", señala Biggs, "porque hay mucha gente en Morgan Stanley que se quiere quitar de encima toda esta mala publicidad".

Los presidentes de Morgan y Dean Witter, J. J. Mack y P.J. Purcell.
Los presidentes de Morgan y Dean Witter, J. J. Mack y P.J. Purcell.REUTER

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