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Columna
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Igual pero distinto

Toca hablar de las elecciones. ¿Cuál es la fotografía que los resultados electorales nos muestran? ¿Cuál el escenario de delinean? ¿Cúal el futuro que proyectan? ¿Qué lectura hará ETA de los resultados? ¿Cuál será el pacto que permita configurar el próximo Gobierno? ¿Qué hará Ibarretxe con su plan? Hoy todo son preguntas y las personas que nos dedicamos a esto de los análisis sociológicos y politológicos nos convertimos en solicitadísimos augures a quienes se nos encomienda la hercúlea tarea de objetivar desde nuestro saber científico una realidad preñada de subjetividad. Se ha dicho, y en buena medida es cierto, que todo sigue básicamente igual. Es así en un sentido puramente descriptivo. Pero decir que todo sigue igual después de una legislatura en la que se pretendía cambiarlo todo es decir muy poco.

¿Qué escenario dibujan los resultados? Adelanto que, por razones que entenderán, hoy no hablaré de los excelentes resultados obtenidos por el PSE: ya habrá tiempo para ello. En cuanto al resto de fuerzas políticas, me parece indiscutible que los partidos que conformaron el Gobierno tripartito han obtenido un mal resultado.

No hay más que contrastar los datos con las expectativas que dichos partidos proyectaron sobre las elecciones: Ibarretxe reclamaba una marea de votos para la coalición que lideraba con el fin de blindar su proyecto de nuevo estatuto; por su parte Madrazo reclamaba cien mil votos para fortalecer la posición de su formación de cara a una previsible reedición del pacto tripartito. Pues bien, la marea se ha vuelto resaca y la coalición PNV-EA ha perdido casi 150.000, Ezker Batua no ha llegado a los 70.000 votos y la suma de todos sus escaños queda por debajo de los conseguidos por PSE y Partido Popular. Un PP, por cierto, que ha perdido 118.000 sufragios.

¿Y EHAK? Se auguraban unos buenos resultados, aunque no era previsible una movilización del voto de este calibre. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que frente a lo que algunos comentaristas están señalando, la situación preelectoral no ha podido ser más favorable para ellos: una ETA prácticamente inactiva (efecto tregua) y una presión judicial (ilegalización de Aukera Guztiak) que ha alimentado la cultura antirrepresiva y de victimización característica de la izquierda abertzale, hoy menos monolítica gracias al solitario escaño de Aralar. En conjunto nos encontramos con la reedición de los dos campos políticos, el nacionalista y el no nacionalista, con una ligera preponderancia del primero sobre el segundo, si bien el nacionalismo vasco aparece hoy más fragmentado que nunca antes. Por lo demás, no le resultará sencillo a la izquierda abertzale administrar sus nuevos escaños. Al tiempo.

¿Y ahora qué? Yo jugaría con la hipótesis de una legislatura corta. Si de lo que se tratara fuera, simplemente, de hacer política-de-todos-los-días (es decir, de gestionar Osakidetza, impulsar una ley del suelo, hacer políticas sociales, etc.), cabría la posibilidad de conformar gobiernos en minoría que llegan a acuerdos sectoriales en cada caso. Pero si de lo que se trata es de afrontar una redefinición del autogobierno y, más aún, de la identidad vasca, los resultados electorales dibujan una situación ingobernable.

Es verdad que la aritmética permite hacer todas las combinaciones que queramos, pero ninguna me parece consistente y alguna de ellas claramente perversa. No es tiempo de frío e interesado cálculo postelectoral. Lo más razonable sería pensar en una legislatura voluntariamente corta, en la que no se persigan grandes avances en la reconfiguración identitaria de la sociedad vasca ni en su institucionalización como comunidad nacional autogobernada, optándose fundamentalmente por la reconstrucción de un clima de confianza, comunicación y reconocimiento que incorpore al máximo de fuerzas políticas. Pero para ello es imprescindible un liderazgo político con vocación incluyente que, hoy por hoy, me cuesta relacionar con Juan José Ibarretxe.

Una esperanza: por primera vez se sentarán más mujeres (38) que hombres en los escaños del Parlamento vasco. Sin caer en caer en ningún tipo de biologismo esencialista, puede que este sea el (inicio del) cambio.

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