Un 'lehendakari' debilitado
El PNV, con un Ibarretxe casi personalmente hundido, afronta una batalla interna para decidir alianzas de gobierno
El más sorprendido por el resultado de las elecciones vascas tiene que ser Juan José Ibarretxe. El lehendakari no ha logrado ninguna de sus apuestas: no sólo no ha conseguido la mayoría absoluta que reclamaba sino que se encuentra en esta nueva legislatura en el peor de los escenarios posibles: el PNV-EA (29 escaños) ha quedado claramente por debajo de la suma de PSE y PP (33). Incluso con el apoyo de los tres escaños de Javier Madrazo, el lehendakari no consigue alcanzar ni la mayoría ni, lo que le debe resultar insoportable, la suma de los partidos "constitucionalistas".
Ahora el PNV-EA afronta una decisión muy delicada: o forma gobierno con el apoyo del PSE o busca el apoyo de EHAK. Una opción que tiene que provocar un auténtico desgarro en el seno de su partido y que pondrá de manifiesto una inevitable lucha interna. Todo ello, con un lehendakari absolutamente debilitado y, quizás, personalmente hundido.
El electorado de Batasuna, con una disciplina extraordinaria, ha votado en bloque por las siglas del desconocido PCTV, de manera que se puede decir que Arnaldo Otegi y sus compañeros conservan indirectamente sus escaños e, incluso, mejoran sus resultados. Pero quien tiene más derecho a presentarse como triunfador de estas elecciones es el PSE y quienes han diseñado la nueva estrategia socialista de "concordia" y "unión".
No se trata sólo de que el PSE haya conseguido su objetivo de colocarse como segunda fuerza política en el País Vasco, por encima del PP, sino que ha logrado "desactivar" la estrategia de Ibarretxe en defensa de su plan de libre asociación. Y al mismo tiempo parar a Ezker Batua (EB) como representante de la izquierda vasca. Los socialistas, con Patxi López al frente, se encuentran ahora en una situación extraordinariamente complicada, pero en condiciones de intentar condicionar al nuevo gobierno y de abrir un proceso negociador "a la catalana".
López, ayudado por el efecto Zapatero, puede atribuirse el éxito de la nueva estrategia socialista, sobre todo por su capacidad de desmovilizar al electorado peneuvista. En 2001, el PNV-EA consiguió llevar a las urnas a todos sus seguidores con la advertencia de que el pacto entre PSOE y PP, liderado por Jaime Mayor Oreja, suponía un "vienen a por nosotros". En esta ocasión, han sido las juventudes del PNV las que han gritado a pleno pulmón "a por ellos" en los mítines nacionalistas, mientras que el PSE ha reiterado hasta la extenuación el mensaje "pacífico".
Hasta el Partido Popular optó por suavizar su imagen, con una candidata, María San Gil, que ha mantenido un mensaje duro pero con maneras más amables. Su resultado electoral (15 escaños y, sobre todo, su permanencia como segunda fuerza política en Álava) pueden ser interpretados como un relativo "éxito" del PP y de la propia San Gil, dado que en algunos momentos se llegó a temer una caída mucho más pronunciada.
La caída del PNV y el fracaso del plan Ibarretxe no ocultan, sin embargo, que el voto nacionalista sigue siendo muy potente, como demuestra que EHAK haya logrado dos escaños más que Batasuna en 2001. Resulta también claro que los radicales abertzales consiguen mejores resultados en escenarios en los que ETA no se hace presente. Aunque esté todavía muy lejos de los 14 escaños que logró cuando ETA decretó una tregua formal, Batasuna (EHAK) ha mejorado los resultados de 2001, cuando los terroristas asesinaron a un concejal popular aragonés.
En cualquier caso, las elecciones han vuelto a poner de manifiesto que el único motivo de desasosiego en Euskadi es la cuestión nacional (PNV-EA, EHAK y Aralar, juntas, reunirían 39 escaños, mayoría absoluta). En las campañas electorales vascas no se discute de giros a la izquierda o a la derecha ni de cuestiones económicas, ni tan siquiera de la mayor capacidad de uno u otro partido para gobernar. Nadie hace esfuerzos por romper la exclusividad del tema identitario, quizás por que en Euskadi se ha convertido ya en una obsesión. Una obsesión casi enfermiza, como reconoce, por ejemplo, en el libro Somos vascos, el empresario Juan Celaya (propietario de las pilas Cegasa): "Soy enfermizamente vasco".
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