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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL | Nicosia
Crónica
Texto informativo con interpretación

Afrodita aún separa a sus hijos

Juan Carlos Sanz

Entre la rugiente dolce vita de la avenida Makarios y la provinciana, bostezante plaza de Atatürk apenas hay 700 metros en línea recta. Pero recorrer la distancia que separa los dos corazones de Nicosia supone un viaje atrás en el tiempo de más de 30 años. En el principal eje comercial al sur de la línea verde las muchachas grecochipriotas se miran el ombligo desnudo en los escaparates de Dolce & Gabana o Armani, pero también de Mango o Zara. Al norte de las alambradas y las casas en ruina, muchas jóvenes turcochipriotas se cubren la cabeza con un pañuelo. En el sur, un café cuesta 1,20 libras chipriotas (dos euros); en el norte, una lira turca nueva (60 céntimos).

En realidad, el paseo a pie, que describe un amplio semicírculo extramuros, sólo lleva 30 minutos. Desde la plaza de Atatürk -donde las televisiones turcas y griegas han instalado sus unidades móviles para informar sobre las elecciones turcochipriotas de hoy- hay que caminar entre el Palacio de Justicia y la oficina de Correos principal, muestras de la arquitectura colonial británica, hasta atravesar la muralla veneciana de Nicosia. Allí se deja atrás, en el bastión de la derecha, el palacio presidencial, que aún ocupa el octogenario Rauf Denktas. Desde la intervención militar turca de 1974 en Chipre ante la amenaza de la enosis (anexión a Grecia), los turcochipriotas no han visto otro líder. El socialdemócrata Mehmet Alí Talat, defensor de la reunificación de la isla, intenta desalojarle del poder definitivamente junto con la vieja guardia del taksim (integridad territorial).

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A la izquierda se dobla hacia Europa. Desde el 1 de mayo del año pasado, la República de Chipre -de hecho, los dos tercios de la isla no ocupados por Turquía- es miembro de pleno derecho de la UE. El puesto de control de Naciones Unidas en el hotel Ledra -un cuartel donde los cascos azules toman el sol- es una frontera incivil de sacos terreros y carteles de "Peligro, minas, no pasar" en el alma de una ciudad bizantina, de cruzados francos, veneciana antes que otomana e inequívocamente colonial bajo el Imperio Británico... Los policías de ambos lados van desarmados. Con una actitud indolente heredada de los bobbies, los turcochipriotas miran de reojo el pasaporte y el visado. Pero la flema de los agentes grecochipriotas es insuperable. Para ellos, se trata de un paso hacia ninguna parte, desde un país inexistente.

Forzado por las manifestaciones callejeras, Denktas levantó hace dos años las restricciones a la circulación entre ambos sectores de la isla. Siguiendo la ruta, bajo la sombra de las banderas turcas hasta la puerta de Pafos y bordeando las murallas hasta la puerta Eleftería (Libertad), los turcochipriotas han podido comprobar el alto nivel de desarrollo alcanzado el sur de Nicosia. Con una renta per cápita de 20.000 dólares (unos 15.000 euros), más del triple que sus vecinos del norte, los grecochipriotas fueron los candidatos más aventajados económicamente de la última ampliación de la UE. Si en el norte de Chipre se respira el fin de una era, en el sur huele a dinero, mucho dinero, entre restaurantes de diseño, palacios rehabilitados y tiendas de grandes marcas.

El no grecochipriota en el referéndum sobre la reunificación de la isla celebrado hace un año, frente al masivo turcochipriota, demuestra la difícil reconciliación entre dos sociedades escindidas por la violencia intercomunal desde hace más de 30 años. En medio de un despliegue extremo de banderas y símbolos nacionalistas, ambas comunidades parecen empeñadas en ignorarse. Así, para poder organizar este fin de semana un campeonato de aikido con representantes de ambos sectores de la ciudad, Naciones Unidas ha tenido que ofrecer sus instalaciones en la tierra de nadie del hotel Ledra. Por ahora, sólo parece haber una forma de recorrer la línea recta entre el norte y el sur de la ciudadela veneciana. La página web del Programa de Desarrollo de la ONU www.e-ledra.com permite pasear sin barreras por la vieja Nicosia.

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Simpatizantes del socialdemócrata turcochipriota Mehmet Alí Talat, en un mitin de la campaña electoral.
Simpatizantes del socialdemócrata turcochipriota Mehmet Alí Talat, en un mitin de la campaña electoral.AP

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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