_
_
_
_
_
IDA Y VUELTA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los que lavamos el coche

El domingo pasado, mientras estaba en el jardín delantero de mi casa lavando bien feliz mi coche, me acordé de un loco de un hospital de Lisboa que me dijo que su aspiración máxima de felicidad en la vida era tener un empleo en una empresa de seguros, una mujer con delantal azul y blanco, una casa con jardín, una manguera y un coche para poder enjabonarlo los domingos.

Ese sagrado culto al coche procede de los lejanos días en los que un automóvil era la imagen misma de la felicidad y de la confianza en el brillante futuro que le esperaba a la humanidad. Así que es muy posible que los que lavamos el coche los domingos estemos perpetuando, sin saberlo, esa imagen de felicidad de antaño, de los días de la década de los veinte en los que el poeta vanguardista Marinetti llegó a proponer que la revolucionaria palabra automóvil fuera considerada femenina, "pues en esos vehículos fabulosos de cuatro ruedas hallamos la seductora vivacidad y la desenvuelta levedad de las mujeres para superar cualquier bache".

Como Marinetti era vanguardista y al mismo tiempo reaccionario, días después añadió esto: "El automóvil es superior a la mujer porque tiene una cualidad más que ella. El automóvil sabe lo que es la obediencia". Siempre las sandeces se abren paso. Marinetti fue un pésimo poeta, pero sus tonterías cuajaron y a él se debe, por ejemplo, que en Italia el automóvil se le llame l'automobile, aunque desde hace ya muchos años la palabra degeneró y ahora se habla de la macchina, del mismo modo que nosotros, en lugar de la poética palabra automóvil, decimos coche, que es un vocablo masculino, rústico y bruto.

Y ya que estoy al volante de este artículo, quisiera protestar de que se elogie tanto a Verne por haberse seudoanticipado a la invención de varios medios de transporte y, en cambio, nadie hable del genial Roger Bacon, que ya en el siglo XIII predijo que la humanidad no tardaría mucho en ver carruajes sin caballos. Lo predijo siete siglos antes de la invención del coche. Eso sí que tiene mérito. Deberían rendirle a Bacon más honores de los que rinden a Verne por un submarino cualquiera. Aunque, ahora que lo pienso, seguramente no hay homenajes a Bacon porque son mortalmente peligrosos los coches de hoy y porque, además, hemos inventado los coches bomba y, claro está, en estas circunstancias, no todo el mundo está por la labor de enjabonar a Bacon, que, por otra parte y dicho sea de paso, tuvo una forma muy extraña o sospechosa de inventar la invención del vehículo de cuatro ruedas.

Según mis informaciones, Bacon tuvo esa visión gracias a los servicios que le prestó el autómata que, en forma humana, se fabricó él mismo para que, agradecido de que le hubiera dado la vida, le revelara los secretos del futuro. Sea como fuere, Bacon, acusado de brujería, acabó en la cárcel, de donde le tuvo que sacar el papa Clemente IV, que tal vez era un potencial admirador del futuro papa-móvil. En cualquier caso, a Roger Bacon, como puede verse, prever la invención del coche le salió caro. Fue como si ciertas fuerzas del orden de la época hubieran intuido el futuro terrorismo y hubieran querido castigar al autómata.

En fin. Nos preocupamos por el progreso mecánico y digital del mundo, pero en cambio no nos inquietamos por el progreso moral. Decía Alberto Savinio que había gran diferencia entre nuestra manera de viajar y la de Platón, pero que no encontraba que la hubiera igual entre la manera de razonar de un hombre actual y la de Platón. Y ahora ustedes me van a perdonar, pero olvidé enjabonar el coche. Y es que por un momento hasta olvidé que era domingo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_