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VISTO / OÍDO
Columna
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El imperio vaticano

La elección de un Papa no debía interesar a los no católicos si los no católicos no le interesásemos tanto a la Iglesia imperial. No es lo mismo que un Gran Mufti de Jerusalén, o un Gran Lama: y menos, en España. Los ateos queremos vivir y morir según nuestras necesidades, con un cuidadoso interés por las personas que nos rodean. A veces, las personas que nos rodean o están próximas se pasan de exigencias: quieren que no se las escandalice, no se las ofenda en sus creencias. Es desmesurado: esos licenciados Vidriera no tienen más derecho que yo a sentirse ofendidos por los pensamientos y las expresiones ajenas. A mí me ofenden desde que nací, me bautizaron sin contar conmigo, y bauticé a mis hijos porque me obligaban. He aprendido a vivir indiferente por esas ofensas. Ciertamente asusta ver cómo viven y gobiernan fuera de las realidades más elementales. Ésa es otra cuestión: de sensibilidad.

Lo que importa es que gobierne el Papa por sus cardenales y obispos, por su nuncio o por su catecismo, por sus curas y sus monjas que inculcan la falsedad desde la infancia o la administran en el lecho de muerte. Y por ministros beatones. Por eso importa el Papa que se elija, que tendrá en su imperio a España, donde vi al jefe del Estado, a su heredero y al presidente del Gobierno estar presentes en la misa por el Papa difunto, en la catedral de los kikos, que se preocupó muy especialmente de que los españoles no estuvieran liberados de las costumbres abiertas, impuestas durante siglos, y que en los últimos tiempos han adquirido un carácter de orden: se ha hablado de la ruptura del Gobierno español con la Iglesia, cuando sólo ha tratado de que los españoles pudieran unirse o separarse, engendrar o no, según sus necesidades. Esas necesidades son incluso ajenas a la voluntad del ciudadano, y están dadas por las circunstancias económicas y por la forma de gobierno que no ha favorecido ni liberado a las clases bajas. Pero si además se unen las llamaradas rojas del infierno y una moral que castiga a su propio portador, entran ya en la tortura que todos los países, y éste sobre todo, tienen prohibida, aunque a veces las descubramos en Amnistía Internacional.

Por eso interesa el Papa que se elija: indicará qué tendencias, qué grupos de poder van a dominar en el próximo tiempo en España. La idea de que se elija uno tolerante, abierto, comprensivo y compasivo, me parece imposible en este momento.

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