Donde se cuenta la relación del ingenioso hidalgo con los astros
"LA CABALLERÍA ANDANTE es una ciencia que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo", explica Don Quijote (II, cap. XVIII). El que la profesa ha saber las leyes, ha de ser teólogo, médico, astrólogo, "para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla", y ha de saber las matemáticas "porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas". Además de otras menudencias, como saber nadar, herrar un caballo... La astrología es, pues, una ciencia básica para tener el título de caballero andante. Pero que no salte de alegría la actual caterva de sus practicantes y vividores.
En la época de Cervantes (1547-1616), el Siglo de Oro, astrología (predicción del destino basada en la posición de los astros o astrología judiciaria) y astronomía (observaciones astronómicas y predicción del tiempo o astrología natural) van juntas. Las alusiones explícitas a la astrología que se dan en el Quijote (publicada la parte primera en 1605, y la segunda en 1614) son de tipo astronómico aunque se engloben siempre bajo ese nombre.
La palabra astrología aparece tres veces, al igual que astrólogo. En el capítulo XII, Cervantes establece el campo de acción astrológico a propósito de un finado, estudiante en Salamanca, muy sabio y muy leído: "Decían que sabía la ciencia de la estrellas y de lo que pasan, allá en el cielo, el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna". "Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores", corrige Don Qujote. "Asimesmo adivinaba cuando había de ser el año abundante o éstil". "Estéril, queréis decir", enmienda. "Esa ciencia se llama astrología".
Existen también referencias a conceptos astronómicos. En la aventura del barco encantado (capítulo XXIX), Don Quijote explica a Sancho un curioso método que emplean los embarcados en Cádiz con destino a las Indias Orientales para saber si han pasado la línea equinoccial ("que divide y corta los dos contrapuestos polos en igual distancia"): "Todos los que van en el navío se les mueren los piojos".
Ante las objeciones sobre su validez, Don Quijote le recrimina con una retahíla de términos astronómicos de utilidad en la navegación: "Tú no sabes qué cosa sean coluros, líneas, paralelos, zodíacos, clíticas, polos, solsticios, equinoccios, planetas, signos, puntos, medidas, de que se compone la esfera terrestre y celeste; que si todas estas cosas supieras, o parte dellas, vieras claramente qué de paralelos hemos cortado...". Poco antes, Don Quijote demuestra tener, por lo menos "de boquilla", conocimientos astronómicos prácticos: "Pero ya habemos de haber salido y caminado, por lo menos setecientas o ochocientas leguas; y si yo tuviera aquí un astrolabio con que tomar la altura del polo, yo te dijera las que hemos caminado".
Se refiere a un método sencillo para determinar la distancia recorrida midiendo la altura angular de la estrella polar sobre el horizonte (que es, con buena aproximación, la latitud geográfica del lugar). Pese a que estos inefables viajeros pasan muchas noches al raso, no hay en la obra ninguna alusión a constelaciones ni estrellas, que Cervantes debía conocer bien por sus años marineros. Tan sólo aparecen las siete cabrillas (capítulo XIL), las Pléyades. En el capítulo XXIX menciona los "trescientos sesenta grados que contiene el globo, del agua y de la tierra, según el cómputo de Ptolomeo, que fue el mayor cosmógrafo que se sabe". "Por Dios", dijo Sancho, "que vuesa merced me trae por testigo de lo que dice a una gentil persona, puto y gafo, con la añadidura de meón, o meo, o no sé cómo".
Jocoso galimatías: Ptolomeo por meo, cómputo por puto y cosmógrafo por gafo. Cervantes, por boca de Don Quijote, expone aquí su admiración por ese gran astrónomo de la antigüedad que fue Ptolomeo (siglo II). A pesar de que en 1543 se había dado a conocer ya el modelo heliocéntrico de Copérnico, muy criticado por la Iglesia, con el Sol como centro del universo, imperaba aún la concepción geocéntrica ptolemaica, con las esferas concéntricas de los elementos girando alrededor de la Tierra.
Cervantes, como otro gran literato contemporáneo y rival suyo, Lope de Vega, utilizó siempre en sus obras el modelo ptolemaico. Y como de astrología va el tema, el Quijote contiene una profecía, ampliamente cumplida (capítulo XVI): "Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia". La acertó, don Miguel. La cifra de ejemplares supera, con creces, los 30 millones a que se refiere.
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