_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bautismo de tampones

En la alta civilización a la que pertenecemos, cada persona tiene que poseer papeles que les dan sus guardianes. El Gobierno está tratando de que no haya ciudadanos sin papeles: la solución está en dárselos. Para dárselos, les exige los papeles. Otros papeles: pero para conseguir uno de esos papeles, tienen que presentar otros. Cualquiera que haya tenido que solicitar papeles menores sabe cómo contestan. Como decía Larra: "¡Vuelva usted mañana!". Se esperaban 800.000 demandas, no hay más que 300.000 y se discute si hay en realidad tan pocos inmigrantes. No: es que no consiguen superar los trámites de la burocracia española, o de las diversas burocracias, con distintas clases de talante entre ellas, que tienen que conjuntarse entre sí para legalizar al ciudadano. Un bautismo de tampones.

El empadronamiento parece imposible: se crea un empadronamiento de sustitución para el cual se requieren más documentos que, a su vez, se hacen imposibles. Estoy seguro de que el nuevo Gobierno trató de "legalizar" a todos, pero no pudo sin salirse de la burocracia. Los genes filiposecundinos han continuado durante siglos anidados en los españoles, y antes de dar un papel lo piensan mucho y, finalmente, sólo dan medio, o un cuarto. Hay que fijar unos plazos, y unos sellos, tras de los cuales tienen que venir otros papeles. Es superior a sus fuerzas. Veo las larguísimas filas ante consulados, oficinas municipales, comisarías: son caras largas y trágicas, con miedo a que les pase el último plazo sin conseguir una residencia que después de todo sólo es provisional.

Toda Europa se ha cerrado así ante estos trabajadores baratos para cualquier obra ruda y al precio que sea; los papeles son una excusa para limitar lo que se quiere y a quien se quiere. No creo que este Gobierno debiera hacer mucho caso de los enemigos de lo sencillo, de los que creen que nacionalidad y residencia son alcurnias y privilegios -en realidad lo son-, a los que creen en las razas y cruzan los dedos cada vez que dicen "Yo, que no soy racista...". Claro que lo es usted, patrono o funcionario, agente de la cola de los desgraciados, presidente del Gobierno que no es más generoso. Por lo menos, ahora que se sabe que nos están haciendo cada vez más falta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_