El metro casual
Hace más de un año ocurrió un accidente en la estación de Empalme, donde perdió la vida un bebé, de apenas unos meses, al engancharse el carrito donde iba en una de las puertas y ser arrastrado por el tren por todo el andén hasta caer en la vía. Los viajeros que iban en el coche aseguran que tiraron de la palanca para abrir las puertas y Metro dice que no se produjo ningún fallo técnico. Independientemente de la investigación judicial, es evidente que, aunque no hubiera habido ningún fallo, algo habría que cambiar para evitar que vuelva a suceder. Por ejemplo:
Que la sensibilidad de las puertas para detectar objetos sea mayor que ahora y que la pegatina informativa de la palanca de apertura de puertas especifique clara y llamativamente que sólo se puede accionar con el tren parado, cosa obvia cuando no estamos en una situación de emergencia, pero no tanto cuando sí lo estamos.
O bien colocar grandes carteles en las puertas y dar mensajes por megafonía, recordando que hay que dejar libres las puertas para que puedan salir y así evitar choques, empujones, enfados y aglomeraciones, que impiden la visibilidad del conductor.
Sin embargo, para Metro no parece que esto sea necesario, ya que cree que fue producto de la casualidad y de que los viajeros confundieron la palanca que tenían que accionar; por tanto, en una situación semejante todo dependerá de la pericia del viajero.
Los accidentes más graves y la casi totalidad de las muertes que se producen en el metro son por caídas a las vías. Pero, mientras gastan inmensas sumas en tecnología para reducir puestos de trabajo o llenar estaciones de televisores, no se realizan estudios serios para colocar barreras que impidan la caída a la vía (como las paredes de cristal de la línea 14 del metro de París, que ocupan todo el andén, del suelo al techo.
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