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Columna
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Recordando a Herodes

Hay un anuncio de detergente que me emociona. Lo protagoniza una mujer de gafas redondas que nos cuenta, con voz comprensiva, que sus niñas, hoy, han decidido pintar y, por tanto, se han manchado las batas. Las batas, no hay ni que decirlo, se ven inservibles. Están manchadas de una manera inhumana. Pero la mujer no está enfadada. Al contrario. Explica, sonriente, que, cuando ha llegado a casa, sus niñas le han dicho: "¡Mami, un dibujito...!". Se ven imágenes de las criaturas limpiándose las manos en las batas, mientras ella, feliz, exclama: "¡Y tienen que jugar...!". El eslogan del anuncio dice: "Las manchas enseñan a vivir". (No es mentira, claro. Del mismo modo que los insectos venenosos, también). Yo diría que el spot ha creado escuela. Esta semana he visto otro, del mismo estilo, en los laterales de algunos autobuses de Barcelona. En él, vemos un coche con toda la carrocería rayada; eso sí, con dibujitos infantiles la mar de bien hechos. Me parece recordar que representan casitas con chimeneas y algún animalito. Los ha hecho una niña, situada frente al vehículo, con un objeto punzante que sujeta con la mano. El eslogan reza: "¿La vas a reñir por cincuenta euros?". La empresa anunciadora es un taller mecánico.

Aunque me duela, debo reconocer que, las cosas como sean, la niña que ha rayado el coche es un genio. Con lo pequeña que es, con la poca fuerza que tiene en sus manitas todavía por desarrollar, ha conseguido unos esculpidos muy meritorios. En cambio, las otras dos, las del "dibujito", son tontas perdidas. El dibujito es horrible, pero es que, además, ninguna niña, por torpe que sea, se deja la bata así de sucia, ni queriendo. Por poco cerebro que tenga, una criatura procura no echarse los botes de rojo bermellón por encima. Ves a esas dos niñas y te preguntas su edad. ¿Cinco años? Imposible, te dices. Nadie es capaz de mancharse tanto en tan poco tiempo.

Pero, una vez criticadas sus dotes artísticas, vayamos al fondo de la cuestión. Por fin, hemos dejado de reñir a los niños hagan lo que hagan. Cómo me alegro de que hayan pasado a la historia esos años de oscuridad en los que un crío manchaba la pared y sus progenitores le gritaban que

eso no se hacía. No hay que coartar la creatividad infantil. Porque esa niña que ha rayado el coche, por ejemplo, un día será adolescente. Y qué alegría tendrán sus padres al verla con su pandilla, rayando otros coches y hasta autobuses con su navaja albaceteña, pinchando alguna rueda o hasta rompiendo, pizpireta, algún cristal... "Eso es gracias a nosotros, cariño", se dirán, abrazados en el porche. Por tanto, ya que mancharse es creativo y que por 50 euros no hay que reñir a una pequeña navajera, vayamos más allá. ¿Por qué limitarse a la pintura sobre tela o al repujado de carrocerías automovilísticas? ¿Tenemos que dejar a un lado las performances? ¿Acaso performar no enseña a vivir? ¿V

amos a abortar las performances de nuestros hijos por 50 euros? Claro

que no. Y por eso me gustaría sugerir un anuncio nuevo de, por ejemplo, una clínica de cirugía estética.

En él, veríamos a toda una familia echada en el suelo, en medio de un charco de sangre. La abuela, con la barriga abierta en canal. El padre, con principio de desmembramiento. El hermanito pequeño, ya troceado.

La protagonista del anuncio sería una sonriente niña con la bata llena de sangre y un hacha en la manita. El eslogan diría: "¿La vas a reñir por una cómoda operación de cirugía plástica para toda la familia financiada a tres años?".

moliner.empar@gmail.com

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