Las obras del metro
Queremos llamar la atención sobre las obras de remodelación de las estaciones del metro. En las que chocamos todos los días los viajeros y los trabajadores. Son un cuento de nunca acabar de causar molestias e incomodidades. Empecemos por los medios de seguridad (extinción de incendios, megafonía, interfonía): la dirección de Metro consiente que queden anulados durante meses y meses sin adoptar medidas compensatorias, sean técnicas (equipos portátiles) o humanas (personal de refuerzo). Incluso, cuando las obras concluyen su puesta en servicio se retrasa sin justificación alguna. Un ejemplo: en Pacífico coinciden dos líneas fundamentales y las utilizan cientos de miles de personas, pero sólo hay un extintor accesible a los viajeros.
Sigamos con la señalización y protección de las zonas de obras. Permanece mientras los trabajadores de Metro estamos en la estación, pues al día siguiente casi todo vuelve a estar manga por hombro. ¿Por qué? Dos causas: la empresa subcontratada no demuestra conciencia de estar operando en un espacio público de uso (más de 20 horas) y la empresa contratista (Metro) parece que lo olvida o no es capaz de conseguir que la otra cumpla. No se sabe muy bien qué es peor. Estas deficiencias en la señalización y la protección son causa de riesgos de accidente.
Además, la remodelación de muchas estaciones implica una reducción del espacio, pues consisten en la colocación de placas para revestir las paredes, que estrechan las zonas en unos 20 centímetros aproximadamente por cada lado. Quizá la única operación de estética que engorda.
Los trabajadores no sabemos qué más hacer, además de las continuas quejas a la empresa, que tiene varios departamentos específicamente dedicados a estas obras de reforma. Cabe preguntarse si no sería mejor concentrar los esfuerzos en menos obras, a fin de que concluyan antes y mejor, y luego abordar las siguientes. En cambio, la dirección parece empecinarse en poner patas arriba una multitud de estaciones y, claro, las obras duran y duran... Y, mientras, mantiene el mismo precio de los billetes.
Por su parte, el Gobierno de la Comunidad se gastó el dinero en una costosa campaña de anuncios sobre un metro que no existe. Sin duda, ese dinero habría sido más eficaz para ladrillos, cemento, trabajadores. Y de las ampliaciones cabe decir que a pesar de ser subterráneas parecen navegar viento en popa, pero con el viento de Mintra, que conduce hacia los arrecifes, a la vista de sus enormes deudas.
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