Funcionarios inaceptables
Soy una ciudadana española que hace dos meses inició los trámites para regularizar a una empleada de hogar ecuatoriana y que desde entonces padece con absoluta impotencia la ineficiencia que está caracterizando este proceso. La razón última de esta carta no es la mencionada ineficiencia (aunque también conviene denunciarla), sino el trato que estoy recibiendo por parte de los funcionarios públicos que gestionan mi solicitud.
Acepto la espera de dos horas ante la puerta de la oficina de la Seguridad Social para entregar los papeles, pero no acepto que me cierren la puerta en las narices 30 minutos antes de la hora que consta como de fin de jornada para dicha administración (como medida de precaución para no trabajar ni un segundo de más).
Acepto comprobar que el funcionario que recoge mi solicitud no sepa dónde está la tecla para escribir en mayúsculas y reconozca que nunca ha manejado un ordenador, pero no acepto que en la carta de resolución favorable que llega a mi domicilio consten erróneamente todos mis datos personales (nombre, apellidos y calle).
Acepto que sea yo la que tenga que desplazarse a la Delegación del Gobierno en Madrid que ha tramitado mal mi expediente para demostrar que mi nombre y apellidos no son "Lis" (no soy un gato, sino una persona física), pero no acepto que la funcionaria de turno que se ha levantado de mal lunes me grite y me cuelgue el teléfono dejándome con la palabra en la boca.
Acepto abonar los impuestos que correspondan por la persona que quiero emplear (incluso las tasas abusivas que se han creado especialmente para la ocasión), pero no acepto que éstos se destinen a perpetuar un funcionariado ineficaz, maleducado y consentido.
No acepto... pero trago. Porque no tengo más remedio.
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