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Columna
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Verdades, tra-la-rá

Vamos a contar verdades, tra-la-rá / Vamos a contar verdades, tra-la-rá / Vamos a ¿contar? verdades... ¿Recuerdan a Álvarez Cascos, el lobo feroz del Gobierno Aznar, el bulldog del PP, el mandamás asturiano? Sí que lo recuerdan, no hay duda; allá como en la edad de las cavernas, muy lejos, cierto, pero existir, existió y lo recordamos. Recientemente ha habido dos comentarios que me lo han traído de nuevo a la memoria. Uno, arrogante, el otro, de radical sectarismo nacionalista. Les cuento.

Hará unos días, veía Teleberri. Lo conducía, claro, el inefable Julio Ibarra, conocido también como Super-Urdaci. Nos dio dos noticias sobre el país (buenas las dos, por descontado). La primera sobre el nivel de vida del paisito. Excelente. Varias décimas por encima del "Estado". Euskal Herria va bien. Tan bien (hagan aquí el énfasis necesario para ponerse a tono con Ibarra y la situación), que, claro, tiene sus contrapartidas. Pongamos, el precio de los pisos -la noticia iba sin solución de continuidad-. Tras la madrileña calle Serrano, nos dijo Ibarra, las calles más caras para comprar alojamiento-oficina-o-cubículo son la calle Hernani de Donostia y la zona de Abandoibarra de Bilbao. Sépanlo ustedes y asúmanlo, alarde y orgullo de Euskal Herria. Ene Jesus!, que diría Saizarbitoria, tan donostiarra él. No sé si había algo de bilbainada en lo dicho por Julio Ibarra. No puedo saberlo: su metalenguaje se me escapa. Uno es incapaz de adentrarse en esa hermenéutica. Pero a mí me recordó a Álvarez Cascos, ¿recuerdan?: ¿La subida del precio de la vivienda?, consecuencia del bienestar de los españoles bajo el Gobierno del PP. Lo dijo sin parpadear. Ibarra, parpadeó, desde luego, pero vino a decir que si los pisos están caros en el paisito es producto del bienestar generado bajo la buena gestión del PNV. En fin, tomen nota los jóvenes de ello y cuéntenselo a otros.

Si lo anterior resulta esperpéntico, la afirmación de Ibarretxe de que si el Parlamento o el Gobierno del paisito no son abertzales no serán ya vascos, pues serán gobernados desde Madrid, cae ya dentro del territorio de la infamia. Y también aquí se le ven las orejas a Cascos. ¿Recuerdan?: o gobierna el PP o España estará en manos de gente nada patriota y poco española (el PSOE). Restos del rancio nacionalismo español en ambos casos, en el de Cascos y en el de Ibarretxe. Un nacionalismo excluyente, patrimonialista, menéndezpelayista..., y aquí paro.

El caso y lo cierto es que el público comienza a ver la faceta arlequinesca de Ibarretxe. Persona imbuida de una rara misión salvífica, obcecada en un proyecto ininteligible, capaz de situarse en los límites de la legalidad -si no de trasgredirla, como ya amenaza-, desleal con las instituciones -caso del Tribunal Supremo, cuya sentencia sobre Aukera Guztiak ha calificado de "acuerdo político entre PP y PSOE" y confiando en que el Constitucional utilice argumentos "jurídicos"; qué disparate-. Parece que al ciclista de Llodio comienza a caérsele el sombrajo.

Las encuestas no lo expresan. Ibarretxe obtendría la mayoría absoluta. Hay analistas que estiman que las elecciones han entrado en el terreno de la ley de "rendimiento decreciente": en el límite, debe hacerse un esfuerzo extraordinario (radicalizar el discurso) para obtener unos pocos votantes más. Pero eso ahuyenta al fértil electorado del centro y de la clase media. Ya no se trata de un problema de cantidad, sino de calidad: los candidatos deberán esmerarse en la calidad de sus discursos, en su limpieza, huir de la zafiedad y el insulto rápido, explicar cada cual sus propuestas de manera diáfana.

Ya que el llamado lehendakari ha optado por el "...vamos a ¿contar? mentiras" y nos remite a los "peores tiempos de Aznar", él y no otros, es hora que la alternativa sea meridiana. El cambio puede estar en esa calidad de transmitir verdades de zapatero (¿se decía de carbonero?) antes que entrar al trapo de lo zafio. Vayamos a contar verdades, tra-la-rá, y puede que la sorpresa se produzca.

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