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Reportaje:

Brasil se divorcia del FMI

La "ruptura amistosa" del Gobierno de Lula y el Fondo logra un amplio respaldo, aunque sigue pendiente la lucha contra la desigualdad

Juan Arias

Ha sido unánime el aplauso a la decisión del Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva de no renovar el acuerdo que firmó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en septiembre de 2002, ya que ello demuestra, como ha afirmado Rodrigo Rato, director del FMI, "los resultados impresionantes de las políticas de estabilización macroeconómicas y de las reformas del Gobierno de Brasil".

El presidente Lula, que no había usado nunca los fondos disponibles, ha sido enfático al comunicar la decisión de una "separación amistosa" con el FMI al afirmar que Brasil ya no necesita de muletas porque, bajo su gestión, "el país ha aprendido a hacer sus deberes en casa". Lula añadió: "Brasil ha conquistado, con el sacrificio del pueblo brasileño, el derecho de andar con sus propias piernas". A quienes han alertado al Gobierno que no caiga en la tentación de desparramar el gasto público, Lula se anticipó diciendo: "Nadie necesita decirnos que deberemos ahora ser responsables con los gastos públicos".

"Brasil ya no necesita muletas, ha aprendido a hacer los deberes en casa", subraya Lula

El aplauso a la decisión de Lula de dejar el FMI le ha venido de donde menos esperaba: de su antecesor, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que encabeza la oposición al Gobierno de Lula y que podría incluso enfrentarse a él en las presidenciales del año próximo, en las que el Partido de los Trabajadores (PT), el partido de Lula, va a usar como bandera la salida del FMI como símbolo y seña de la credibilidad de la macroeconomía del Gobierno. Cardoso, que había firmado el acuerdo con el FMI en 1998 antes de la devaluación del real y tras la crisis de Rusia, coincidió con su adversario en que Brasil ya no necesita de dichos acuerdos, aunque quiso subrayar que lo importante ahora es "tener conciencia de la necesidad de una política fiscal rigurosa y de mantener los compromisos fundamentales del país".

La economía de Brasil no sólo no se vino abajo con la llegada del Gobierno de Lula, sino que, al contrario, creció el año pasado un 5,2%. Además, la inflación se ha mantenido en un 7,39% y con tendencia a acabar el año en un 6%; las exportaciones han alcanzado la cifra récord en la historia del país; la deuda pública fue reducida a un 54% del PIB; el real se mantiene fuerte, y el superávit fiscal de 2004, con un 4,6%, superó incluso en medio punto la meta fijada por el FMI.

Tras estos resultados, los mismos banqueros y economistas apludieron ayer la decisión de la separación del FMI, convencidos de que ello va a servir para atraer nuevas líneas de crédito de otras instituciones multilaterales y nuevos inversores extranjeros. Según Rogerio Studart, director para Brasil del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el fin del acuerdo "es una señal de madurez de la política macreoconómica del Gobierno brasileño".

Todos, sin embargo, insisten en la necesidad ahora de no aflojar en la meta del superávit fiscal. Para Carlos Geraldo Langoni, jefe del Centro de Economía Mundial de la Fundación GetulioVargas (FGV), lo que ahora debería hacer el Gobierno de Lula es, incluso, "aumentar la meta del superávit primario para demostrar que va a mantener la consistencia de su política económica".

Y es que dentro del PT existen grupos de presión, por la izquierda, para que Lula cambie el modelo económico del país, que, según ellos, estaría favoreciendo más a los banqueros que a los más desposeídos, manteniendo en el país el foso de la desigualdad social. Lula, sin embargo, se mantiene firme en su decisión de defender la salud de la macroeconomía, consciente de que los buenos resultados le brindarán una probable reelección el año próximo.

Cuando Lula llegó al poder renovó el acuerdo con el FMI porque el dólar se había disparado y existía en ciertos sectores el miedo de que la llegada al poder del ex sindicalista pudiera poner al país en crisis. Los nombramientos para dirigir la economía del moderado petista Antonio Palacci al frente del Ministerio de Economia y Hacienda, y del conservador Henrique Meirelles para presidir el banco central, indicaron el camino que Lula deseaba seguir. Y de nada sirvieron todas las tentativas de la izquierda para convencerlo de sustituir a los dos personajes a quienes ha defendido de todos los asaltos.

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