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La UE y Mercosur quieren hacer negocios

Delegaciones de ambas partes intentan desbloquear un acuerdo de libre comercio

La Unión Europea quiere seguridad jurídica para sus inversiones, y Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) que Europa se abra más a sus productos agrícolas. Estas dos demandas condicionan fundamentalmente el acuerdo de libre comercio entre las dos regiones. La última reunión entre las dos comunidades políticas fracasó en octubre del pasado año. El 21 y 22 de marzo se reunieron en Bruselas técnicos de ambas partes, con el objeto de preparar una cumbre ministerial que cierre el acuerdo. No fue posible. Pese a las buenas perspectivas que se abrieron en el Foro Empresarial Mercosur-Unión Europea a finales del pasado enero, aún no hay fecha para una cumbre este año. Los empresarios de ambas orillas del Atlántico estiman que el coste de la falta de acuerdo entre ambas regiones es de 5.000 millones de dólares al año (3.900 millones de euros).

El coste de la falta de acuerdo entre ambas regiones se estima en 3.900 millones al año

El ministro de Desarrollo, Industria y Comercio de Brasil, Luiz Fernando Furlan, aseguró a este diario el pasado 31 de enero en la reunión del Foro Empresarial Mercosur, que agrupa a las principales empresas de ambas regiones, que existe la posibilidad real de llegar a un acuerdo y que todo depende de la voluntad política. Ambas partes reconocen que el acuerdo está cerrado en casi un 90%, pero queda la parte más complicada. Fuentes de la Comisión Europea entienden que el propio Mercosur ha estado jugando con la negociación y no ha querido llegar hasta el final, que ha preferido las negociaciones multilaterales de la ronda de Doha en el seno de la Organización Mundial de Comercio.

Furlan reconoce que "es verdad", pero cree que en la reunión entre el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el presidente de Brasil, Luis Inácio da Silva, en Davos el pasado 28 de enero se produjo "un cambio". "En términos políticos hay voluntad de caminar, pero en el detalle técnico hay trabas". El vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Industria, Günter Verheugen, se muestra más cauto en público y prefiere esperar a la mesa de negociaciones. La UE tiene voluntad, pero no a cualquier precio. Fuentes de la Comisión aseguran que "las buenas perspectivas que se abrieron en el encuentro empresarial están tardando en materializarse".

José Ignacio Salafranca, parlamentario europeo y vicepresidente de la delegación de relaciones con Mercosur, asegura que la UE no está dispuesta a que las inversiones europeas no estén sujetas a unos criterios estables. Salafranca piensa en la historia reciente de compañías como Telefónica o Repsol. Así, asegura que el Parlamento Europeo, que no puede tocar una coma del texto, ejercerá su derecho al bloqueo si el marco de juego no está garantizado.

Este criterio, esencial para los negociadores europeos, no lo es tanto para Mercosur. Furlan mantiene que las reglas de juego no son iguales en todos los países, porque no hay una política común, que las reglas deben ser parte de negociaciones bilaterales y que las empresas invierten si ven posibilidad de lograr beneficios. Para Mercosur el problema está fundamentalmente en la agricultura. La teoría de Lula de que la Política Agrícola Común (PAC) destruye pequeñas empresas de países emergentes al establecer precios artificiales, es su gran baza negociadora. "Los subsidios en agricultura extienden la pobreza en los países que no pueden competir. ¿Por qué necesita Europa producir azúcar?", dice Furlan.

Desde la Comisión se asegura que el acuerdo está cerrado al 100% en productos industriales y en los productos agrícolas manufacturados y que avanza en servicios, donde se plantean problemas como la liberalización del transporte marítimo, los reaseguros o la posibilidad de competir en los concursos públicos. Aunque no creen que suponga un problema al final de las negociaciones. Desde la Comisión se mantiene que ya se ha alcanzado un acuerdo de liberalización en el 98% de los productos agrícolas y que solamente un 2% está en discusión, porque son productos sensibles para Europa (el pollo o el vacuno), donde se ofrecen cuotas que tilda la Comisión de "generosas".

De hecho, fuentes de la negociación estiman que ofrecer una cuota de 150.000 toneladas de vacuno podría desbloquear las reticencias de Mercosur, pero la UE se guarda esta baza hasta que se garantice una seguridad jurídica para las inversiones y que no haya discriminaciones respecto a los nacionales. En cualquier caso, la Comisión exige reciprocidad a la hora de desarmar las barreras arancelarias, aunque los plazos no sean simétricos y cada bloque lleve un ritmo.

El acuerdo de libre comercio que ofrece la UE a Mercosur, que echó a andar en 1999 y lleva 12 rondas, compite en este momento con el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsado por EE UU y que busca crear un mercado libre desde Alaska a Tierra de Fuego. Las empresas europeas que ya están instaladas en Mercosur participan, junto a otras de la propia organización suramericana, en el Foro Empresarial Mercosur-Unión Europea que actúa como lobby para impulsar el acuerdo. Así, el pasado 31 se reunieron, bajo el patrocinio de Siemens, Arcelor, Telefónica y Repsol, en Luxemburgo para acercar posiciones e insistir en los beneficios de un acuerdo que facilitaría un mercado de 700 millones de consumidores.

Mercosur representa el 45% de la población de América Latina, el 70% de su PIB y el 60% de su comercio internacional. Los flujos comerciales entre Mercosur y la UE son de 41.000 millones de dólares, superiores a los de Mercosur con EE UU (35.000 millones).

En cualquier caso, el ambiente político parece haber mejorado y es propicio a la negociación. Desde Mercosur se pensaba que el final del mandato de la anterior Comisión, presidida por Romano Prodi, iba a facilitar un acuerdo fácil, pero no fue así. La llegada a la presidencia de Barroso, puede desbloquear las negociaciones.

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