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Entrevista:Hans Magnus Enzensberger | POESÍA

"El lenguaje no es propiedad del autor, es un fenómeno colectivo"

A sus 75 años, Enzensberger, un hombre menudo de ojos claros y curiosos que transmite una energía intelectual envidiosa, se presenta animoso, sutil y dulce. La conversación tiene lugar en el Goethe-Institut de Barcelona, ciudad a la que el infatigable comunicador ha acudido para dar una lectura de su poemario más reciente tan distendida como si charlara en el salón de su casa.

PREGUNTA. Parece que usted tiene una preferencia por los proyectos paradójicos: crear un "Museo de la poesía moderna" (título de la gran antología de la poesía universal contemporánea) o escribir una ]]>Historia de las nubes.

RESPUESTA. Esto no es una invención mía, tiene que ver con que el mundo en sí es contradictorio. Luego hay la costumbre de incluir en el pensamiento siempre lo contrario. Tengo una especie de entrenamiento, uno se acostumbra. No cultivo el gusto por posiciones fijas, suelo decir que no soy un árbol; los árboles sí tienen posiciones fijas, son inamovibles, crecen donde están, pero nosotros somos seres móviles.

"Es sabido que uno no empieza de cero, eso era una ilusión de la vanguardia que pretendía escribir en una tabla rasa"
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P. ¿En qué consiste una ]]>Historia de las nubes?

R. Si se toma el título en el sentido propio de la palabra, tiene al menos dos significados: uno relacionado con la evolución de la naturaleza, es decir, en un momento dado se generó la atmósfera -los cambios de clima nos lo recuerdan últimamente de forma violenta-, es el lado de la historia natural, y en el otro lado está la historia de la percepción de las nubes. Se podría afirmar que las nubes se hacen visibles, tal como las vemos hoy, a través del arte, de la pintura. Empieza con la pintura flamenca y la italiana, de modo que se conforma toda una historia del arte de las nubes, como motivo y como espacio de la imaginación. De la misma manera que se ven muchas cosas a través de un filtro: piénsese sólo en las consecuencias que tuvo el impresionismo sobre nuestra percepción. La gente naturalmente no se da cuenta de ello, pero lo cierto es que si uno ve en verano un árbol en una luz sesgada, lo ve en puntos, cuando antes del impresionismo nadie lo vio así. Éste es el aspecto antropológico, existe una historia de la percepción, y el título se podría desplegar en estas dos líneas. Además cuento, por supuesto, mi propia historia con las nubes, cómo me ha ido con ellas. Esto forma parte de una historia personal.

P. ¿Se podría decir que el tema de las nubes concuerda con su carácter como pensador? Una mente que mantiene una visión de conjunto más amplia.

R. Sí, esto indudablemente me concierne. Uno está en constante movimiento para acercarse a las cosas, para meterse en ellas, y, al mismo tiempo, trata de ganar distancia para poder mirar de otra manera, desde fuera. A mí me ha marcado, como a todas las personas de mi generación, la problemática alemana, de ahí que llegué a un punto en el que me dije, tengo que salir de aquí, estar una buena temporada lejos para ganar distancia cognitiva. En el fondo, sólo llegas a conocer tu país cuando te alejas de él. No hay que olvidar que Alemania en la época de posguerra era muy provinciana, y no salíamos apenas, era mucho más difícil viajar entonces.

P. Me refiero a que usted, desde muy temprano, ha mirado más allá de las fronteras alemanas y se ha ocupado también de cuestiones políticas. Su última incursión en este terreno fueron los ensayos de los años noventa a propósito del Golfo y la guerra de Bosnia.

R. Los europeos sólo después de la Segunda Guerra Mundial se han ido acostumbrando a que habitan toda Europa. Es una novedad y un hecho político, no sólo en el sentido de Bruselas, sino también en relación a las formas de vida. La gente tiene casas en otros países, se enamora de extranjeros, los negocios traspasan las fronteras, se generan amistades en todas partes. Europa se ha convertido en un hábitat enorme, esto es un éxito sin parangón. La primera vez que estuve en España, en 1953, sin dinero y en autostop -sólo si se ha observado durante años la evolución de España se puede calibrar el paso increíble que ha dado este país-, entonces, las mujeres en Andalucía no podían salir solas a la calle. Para un español de diecisiete años de hoy esto es completamente inimaginable. Es realmente estupendo lo relativamente rápido que ha cambiado todo. Naturalmente entonces estaba involucrado con la oposición, el movimiento estudiantil, todo ese mundillo intelectual que estaba liberándose de la dictadura. Fue un asunto excitante y lo he seguido siempre con gran interés.

P. Los poemas de ]]>Historia de las nubes hablan con voces cambiantes, y presentan un "yo" o "tú" poético muy diferenciados.

R. Sí, desde luego, lo son mucho, hasta el punto de que a veces parecen las voces de un ventrílocuo. Eso se debe a que el lenguaje, evidentemente, no es propiedad del autor, es un fenómeno colectivo, y se hace más rico cuando se escucha en esta cabeza de radio nuestra, a las otras voces, y se les atiende. Por otro lado, soy un escéptico de la originalidad: es sabido que uno no empieza de cero, eso era una ilusión de la vanguardia que pretendía escribir en una tabla rasa. No sólo se escuchan las voces contemporáneas, sino también las pretéritas, cada palabra tiene muchas capas, una compleja historia de significados. Y, además, los pronombres personales en la poesía, ya se sabe, donde pone "yo" en un poema, no significa automáticamente que es el mismo que figura en la portada. Tampoco está claro quién es el "tú", y mucho menos el "nosotros". El juego de los pronombres es un juego con los sujetos.

P. En su poemario entran cosas tan diversas como las altas matemáticas, la astrofísica, los personajes históricos o la memoria del pasado. ¿De qué no se ocupa el poeta Enzensberger?

R. Desde mi punto de vista, la poesía es omnívora. No hay nada de lo que no se pueda hacer un poema, sea el Buen Dios, una mujer, una piedra, un fenómeno político, incluso de cosas totalmente cotidianas. Neruda escribió una vez un poema sobre los calcetines, hacía poemas de todo, era un grafómano, pero, en cualquier caso, abarcaba a todo, eso me gusta de él, aunque a veces le sobrase retórica y de sus posiciones políticas mejor no hablemos, pero me gusta que no fuera un especialista. Los poetas no deberían hacer de legisladores para los otros poetas.

P. Uno de los poemas más hermosos, para mi gusto, está dedicado a W. G. Sebald. Usted fue su primer editor. ¿Cómo se produjo esta relación?

R. Un buen día, finales de los años ochenta, recibí el manuscrito de un poema, lo primero que había elaborado como autor creativo, Del natural. Me gustó mucho y le dije a mi colega Franz Grien, esto lo tienes que publicar sin falta. Y salió un libro muy bonito, en una tirada pequeña. Así se dio el contacto y nos encontramos. Resultó que escribía prosa -le considero uno de los autores de prosa más importantes de la literatura alemana de la segunda mitad del siglo XX- y le dije que publicaría todo lo que hiciera. Fue naturalmente un golpe de suerte. Triste que muriera tan pronto.

P. ¿Cómo le da tiempo para escribir con tantas actividades suplementarias?

R. Siempre me digo que somos bimanos. La derecha la necesito para escribir mis cosas propias, pero después me queda una mano libre con la que puedo hacer muchas otras cosas. Esto lo considero, en todos los sentidos, psíquicamente sano porque le preserva a uno de esa enfermedad profesional del escritor que cuenta sólo lo propio, y que puede llevar a graves deformaciones. El mundo está repleto de estos genios que sólo se interesan por sus propios libros; yo eso lo encuentro poco saludable. Un novelista puede trabajar cumpliendo con un horario -se conoce que Thomas Mann trabajó como un funcionario-, pero un poeta no. No puedo sentarme a las nueve en el escritorio y producir versos hasta las cinco de la tarde, esto no funciona así. De modo que me queda energía para otras cosas. Encuentro agradable jugar en varios tableros, unas veces el teatro, otras un libreto de ópera, traducciones, una revista durante un tiempo, esto a mí me conviene.

P. ¿La poesía alemana contemporánea tiene hoy alguna relevancia?

R. Hubo un tiempo algo triste y apagado en los años setenta y ochenta. Aunque se dieron algunos momentos de energía -en gente como Rolf Dieter Brinkmann, al menos transmitía fuerza-, fue más bien la excepción. Hoy el nivel formal ha aumentado, hay un par de autores interesantes. De hecho, siempre es cuestión de tres o cuatro nombres. Durs Grünbein es sin duda un hombre de mucho talento que tiene un concepto muy formado de la poesía. Y puede que haga escuela. Hay gente muy valiosa, como el vigoroso y aventajado Raoul Schrott. No soy crítico, pero leo cosas que me agradan y, curiosamente, en muchos casos es gente de la antigua RDA, como el mencionado Grünbein, también Barbara Köhler, Kathrin Schmidt o Kurt Drawert. Aunque durante un tiempo parecía que los autores del Este se habían caído al vacío, era realmente dramático, si bien afectaba a poetas de otra generación, gente mayor como Wolfgang Hilbig o Volker Braun. Volker Braun todavía lucha con el socialismo, que fue el tema de su vida; todos los que nacieron en los años treinta o cuarenta lo tienen muy difícil, están atados a esta constelación de la censura y de la fidelidad a los ideales de antes; toda esta problemática que para nosotros tiene algo histórico. Y no todo el mundo puede hacer como Heiner Müller, que se salvó gracias al cinismo. Ya en tiempos de la RDA, yo lo conocía bastante bien, y le decía, "eres un sado-marxista". Pero en general, para volver al tema, la poesía no pasa por un momento de depresión. La poesía, esto es lo increíble, nunca muere.

Hans Magnus Enzensberger, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2002.
Hans Magnus Enzensberger, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2002.

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