La bolsa de los llantos
Todos están nerviosos. Al menos es lo que todos afirman de sus respectivos contrincantes. Y es con lo que también parecen jugar los primeros sondeos electorales que se hacen públicos. Se dice que no recogen la realidad, sino que tratan de moldearla; forman parte de la campaña electoral. Pero, ¿existe algo que podamos denominar la realidad en ese flujo de voluntades cuya movilidad puede ser receptiva al efecto mariposa y que sólo se define en el gráfico que dibuja un instante? Entre la realidad que dicen recoger los sondeos y la que sanciona el acto electoral median toda una serie de aconteceres, de los que no pueden excluirse los sondeos mismos. Se cree que estos inciden sobre todo en el ánimo de quienes no están decididos a votar. Ardua tarea, al parecer, ésta de votar, tan ardua que nos lleva a depositar la confianza de nuestro voto en los otros. Si el esfuerzo de los demás satisface mi voluntad, me abstengo, o sólo me animo si hay indicios de lo contrario. Los sondeos vendrían a ser el periscopio de la abstención, esa sima marina cuyos movimientos desconocemos.
No son los abstencionistas, sino el cuerpo electoral en su conjunto el que vota de una u otra forma según las elecciones sean de uno u otro tipo
Los sondeos vendrían a ser el periscopio de la abstención, esa sima marina cuyos movimientos desconocemos
Lo tiene eso bien claro el lehendakari Ibarretxe, quien prefiere hablar al respecto de maquinarias engrasadas y no de fondos marinos, como yo. Por lo que se ve, él sí debe de conocer la naturaleza de esas bolsas, para mí proteiformes, en las que nadan los abstencionistas, y por eso advierte de que las encuestas que vaticinan la mayoría absoluta para el actual tripartito vasco lo que realmente buscan es "adormecer al electorado abertzale y despertar a otros electorados". Curioso contraste, para empezar, el que realiza entre el singular y el plural -abertzale y los otros-, clara señal de sus esperanzas, al atribuir a todo el abertzalismo una querencia por el tripartito. Pero fijémonos, sobre todo, en su llamada a maitines, que es un conjuro contra el abstencionismo. Ese mundo lo es de claros y sombras para la percepción del lehendakari, mundo de compartimentos estancos -el abstencionismo abertzale y el abstencionismo de los otros- que se adormece o despierta en función de las vicisitudes que atraviesan sus correspondientes correligionarios de la vigilia. Dado que existen los currelas del voto y los gandules del voto, y que se dan en todas las opciones, la pericia electoral consistiría en sacudir la modorra de los gandules propios y provocar la desidia en los ajenos. Quienes deciden el resultado electoral son, por lo tanto, los propensos a la indiferencia. Si no contamos con ellos, las cosas están decididas de antemano, puesto que los justos están ya todos censados.
No estoy tan convencido de que la bolsa de la abstención esté constituida por las partes mal engrasadas de las diferentes maquinarias partidistas. Hubo un tiempo en que se consideró una cuasi verdad la tendencia ideológica de los abstencionistas, al observarse su incremento en las elecciones autonómicas y su disminución en las generales. Se pensaba que eran los no nacionalistas los que se abstenían en las primeras, sospecha confirmada además por el incremento en las generales, además del número de votantes, del número de votos que recibían las opciones no nacionalistas. Pero esa conjetura se vino abajo en las autonómicas de 2001, como se vino igualmente abajo la impresión del distinto comportamiento de los electores en cuanto a participación según las elecciones fueran de uno u otro tipo.
La altísima participación en las elecciones de 2001 pareció borrar el mito del perfil ideológico de los abstencionistas, ya que favoreció, en contra de lo que pudiera esperarse, a los nacionalistas. Quizá lo más acertado sea concluir que no son los abstencionistas, sino el cuerpo electoral en su conjunto el que vota de una u otra forma según las elecciones sean de uno u otro tipo.
Los resultados de las últimas consultas electorales parecen confirmar esta sospecha. He subrayado ya en alguna otra ocasión la aparente fidelidad del voto no nacionalista. Si me atengo a las tres últimas convocatorias electorales, las de 2000, 2001 y 2004, sus resultados, en valores porcentuales sobre el censo, fueron respectivamente el 32,5%, 31,9% y 31,9%. Sus mejores resultados los alcanzaron en aquellas que tuvieron menor índice de participación, un 63,8%. Por contraste, la coalición PNV-EA oscila en sus resultados en función del índice de participación y del tipo de convocatorias electorales -23,9%, 33,3% y 27,7% en las convocatorias mencionadas-.
Con estos datos, y tomando como punto de partida las últimas generales -74,9% de participación, 27,7% de votos sobre censo de la coalición PNV-EA y 31,9% de los no nacionalistas-, las claves de los resultados de las próximas elecciones no parecen estar tanto en la bolsa de abstención como en la conquista de un sector de votantes que modifica su voto según el tipo de convocatoria electoral. Retener y ganar entre lo ya activado, esa es la tarea. La abstención no parece que vaya a darnos grandes sorpresas.
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