_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los riesgos del exceso

Ante la destrucción de los restos de un convento franciscano del siglo XV, a manos del Instituto Valenciano de la Vivienda, se han producido dos tipos de reacciones en Alicante. Una, de carácter mayoritario, ha mostrado una total indiferencia ante el hecho, que se ha considerado irrelevante para la vida de la ciudad. Digamos que ésta suele ser la postura habitual del alicantino cuando se producen sucesos de esta clase en la población. La otra respuesta la han protagonizado algunos arquitectos y arqueólogos y ha sido, como podemos imaginar, contraria a la acción del IVVSA.

En este asunto, no se ha escuchado decir una palabra a las asociaciones de vecinos de Alicante. Me ha sorprendido su silencio porque el convento de los franciscanos está ligado a la tradición de la Santa Faz, de tan extraordinaria importancia en la ciudad, como todo el mundo sabe. Pero las asociaciones, tan beligerantes cuando sube el precio del billete de autobús, o pretenden construirles un tanatorio en el barrio, han permanecido calladas en esta ocasión.

La oposición al derribo de los restos del convento, la han protagonizado, como decía, algunos arquitectos y arqueólogos, que han criticado duramente la acción del IVVSA. Por razón de su trabajo, estas personas son unas decididas defensoras de las ruinas, que pretenden conservar a todo trance. Si por ellas fuera, no se tocaría una piedra en la ciudad. Es una postura respetable, pero que corre el riesgo de resultar extrema en algunas ocasiones.

Al no ser Alicante una ciudad que posea vestigios sobresalientes, ha tomado cuerpo, entre estas personas, la idea de que todo resto arqueológico es de por sí memorable y debe conservarse. No es fácil estar de acuerdo con esta doctrina. Empecinarse en ella puede tener, en ocasiones, consecuencias indeseables, contrarias al fin que se propone. Contribuye a extender entre los ciudadanos la idea de que la conservación de los restos antiguos es siempre un negocio oneroso, que lastra el desarrollo de la ciudad. Nada desearían más los señores constructores que prosperase esta imagen, que allanaría aún más el camino de su negocio.

Entre la indiferencia rutinaria del alicantino y el extremismo conservador, deberíamos buscar un punto de equilibrio. Es cierto que la ciudad no posee un pasado arqueológico de importancia y nada puede hacerse para remediarlo. Conservar cualquier cascote porque tenga unos años de antigüedad, no parece, sin embargo, la mejor solución. De empeñarnos en ella, podríamos caer en el ridículo, como sucedió en el Paseíto de Ramiro donde, para mantener una muralla sin valor, se desbarató un precioso parque.

A riesgo de ser criticado, diré que la propuesta del IVVSA para las ruinas del convento franciscano me parece razonable. Se trata de aprovechar lo más valioso de los vestigios -que es muy poco, a decir de quienes los han visto- y rescatar toda la información arqueológica posible. Después, construir un espacio que permita al visitante hacerse una idea de lo que fue el convento. No me parece que con ello se pierda el carácter simbólico del lugar. Sobre todo porque el carácter simbólico del lugar, al contrario de lo que se afirma ahora, siempre ha sido muy pequeño.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_