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LA CARRERA OLÍMPICA

Convencer a los miembros es lo único importante

La Comisión de Evaluación del Comité Olímpico Internacional (COI) terminó la semana pasada en Moscú sus visitas a las cinco ciudades aspirantes a los Juegos de 2012, que comenzó en febrero por Madrid y siguió por Londres, Nueva York y París. Oír las conferencias de prensa pareció un disco rayado. Felicitaciones, gran colaboración, garantías... Todo diplomacia, como era de suponer, porque tampoco cabe esperar nada de esta segunda comisión montada por el COI para mantener simplemente el fuego sagrado del interés hasta la cita clave del 6 de julio en Singapur.

En realidad, casi todo el pescado de la lucha está vendido desde el corte del 18 de mayo del año pasado, cuando la primera Comisión de Evaluación puntuó a París y Madrid como claras favoritas, muy por delante incluso de Londres. No habrá más puntuaciones, sino comentarios... Nada. Sólo fallos o engaños graves hubieran podido cambiar algo, y ni así. Porque lo único importante en un mundo tan particular como el COI para ganar una sede sigue siendo convencer a los miembros. No a las Comisiones sóloinformantes de Evaluación, que les han sustituido en sus visitas para evitar la mayor tentación de la corrupción, pero que no podrán evitar las amistades y las deudas geoestratégicas. Ellas, como los bloques geopolíticos, seguirán funcionando de forma más o menos sibilina mientras el sistema de entrada de los miembros en el organismo se mantenga mayoritariamente por cooptación, es decir, a dedo. Y Madrid tiene amigos.

En una primera ronda apenas votarán el centenar de miembros, al descartarse los de la misma nacionalidad que las ciudades finalistas. Madrid tiene el grupo hispano-latino para mantenerle con algunos otros apoyos sobre los 25 votos mínimo, que le permitirían llegar al momento más peligroso, la tercera ronda. En ella, tras los previsibles descartes de Moscú y Nueva York, sólo cabe temer que el fiel voto anglófono apoye en exceso a Londres, olvidándose de la mayor calidad del proyecto español. Pero si se pasa ese cabo, un tête a tête final con París podría ser entonces más peligroso para la capital francesa, con menos simpatías generales por su arrogancia genética. A casi igualdad de proyectos, con matices, los miembros podrían olvidarse otra vez de pagarle sus dos derrotas para 1992 y 2008 y acordarse más, por ejemplo, de que ya tuvo dos Juegos, aunque lejanos, en 1900 y 1924, y tres de Invierno -cinco en total-. El último, en Albertville, en 1992, los quintos Juegos en Francia, justamente el mismo año en que Barcelona vivió los únicos españoles.

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