Alcaldes y partido
Es conocido el pulso que mantienen los alcaldes con sus respectivos partidos políticos para preservar su autonomía. En la mayoría de las ocasiones, la fortaleza que le dan los votos hace que los ediles se impongan replegándose la organización, que comienza a jugar un papel secundario. El proceso continúa más tarde y los alcaldes, ya con el camino despejado, se hacen, incluso, con el poder del partido con lo que se cierra el círculo, situándose libres de todo control, sin contrapeso alguno. Esta circunstancia se ha puesto de manifiesto en la crisis vivida en el Ayuntamiento de Sevilla con el caso de las facturas falsas pero, también, en Cádiz con las irregularidades descubiertas en la gestión de la Zona Franca.
En Sevilla, a pesar de las dimisiones que ya se han producido, la sensación es que todavía podemos encontrarnos con alguna que otra sorpresa en el Distrito Macarena, filón de votos del PSOE y piedra en la que han tropezado estrepitosamente los socialistas. Esta plaza se había convertido en pieza indispensable para el control interno del partido, algo que entendió muy bien en su día el anterior edil responsable de dicho distrito, Carmelo Gómez al que llamaban, incluso, "el caudillo" de Macarena, tal era su dominio de dicho enclave. Ahora, tras aflorar la existencia de facturas falsas, se conoce en qué tenía basada en buena parte su capacidad de liderazgo al igual que ocurrió con el que le sucedió, José Antonio García, quien ya ha dimitido. Su empecinamiento llevó al resto del equipo de gobierno, incluyendo al propio alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, al despropósito continuo y permanente. Y es aquí en donde entra a escena la función que debe ejercer el partido.
Los dirigentes observaban que no se estaba manejando bien la crisis. El enrocamiento de Sánchez Monteseirín no era entendido y se pedía más contundencia, esto es, dimisiones. Sin embargo, las medidas tardaron en llegar mientras que el alcalde no descartaba que el afán de intervenir del partido formara parte de la estrategia del secretario provincial, José Antonio Viera para desplazarle a él y convertirse así en el próximo candidato a la alcaldía de Sevilla. Tan descabellada idea, además del resto de disquisiciones, han resultado ser sumamente dañinas. Se tardó en actuar y se ha generado un perjuicio a los socialistas aún por evaluar. La experiencia dice, por tanto, que un alcalde no puede ir por ahí alegremente creyéndose poseedor de la solución de todo, exigiendo a los suyos que se le siga sin más. Se requieren mecanismos de control ajenos al propio ámbito municipal.
Es precisamente eso lo que ahora pretende hacer la dirección de IU en Sevilla. El papel que están jugando en el gobierno de coalición con los socialistas es digno de resaltar. Lejos de limitarse a escandalizarse sin más, de forma discreta, decidían pasar a la acción y reclamaban ceses a sus socios para que se saldasen las debidas responsabilidades. En el mismo PSOE se han sorprendido de la lealtad que les han demostrado pero puede que no encuentren tanta comprensión en la dirección de esta formación con cuyos integrantes mantendrán, esta semana, un encuentro. En cuanto a la Zona Franca, todo arranca de la polémica gestión que realizara uno de sus delegados estatales, Manuel Rodríguez de Castro ya con el gobierno del PP. Su nombramiento lo impuso la alcaldesa, Teofila Martínez, por encima del criterio del partido que tenía otra opción.
Comenzaron a conocerse las primeras irregularidades que contaron con una reacción tardía de Martínez que defendía a capa y espada a su recomendado. Al final, los tribunales van a intervenir y una vez más se ha comprobado que fallan los controles. Se cerraron en banda negando lo evidente y ahora nada quieren saber de él ni de quien le sucedió en el puesto, Miguel Osuna. Ambos ya están fuera de la esfera pública pero tanto la institución a la que sirvieron como al partido que les respaldó le han hecho un flaco favor.
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