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Columna
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Marbellización

Miquel Alberola

El hotel Atrium Beach de La Vila Joiosa está a punto de ser consagrado no sólo como el más descarado monumento a la corrupción urbanística, sino también como el mayor hito de descrédito para la política valenciana, puesto que puede constituir un sangrante logotipo de cómo una promotora puede subyugar hasta la máxima institución autonómica. Y tan grave es que el Ayuntamiento de La Vila (PP) y la Consejería de Territorio estén forzando resquicios para legalizar el exceso en la edificabilidad que autorizaba el plan general (53.000 metros cuadrados más, es decir 11 plantas de altura, y otros 6.200 metros cuadrados en las cuatro torres que completan el complejo), como que el principal partido de la oposición, el PSPV, pueda acabar comulgando en ese pasteleo hediondo por el simple hecho de que la fuerza transversal de la litoralidad, como acreditan diversos procesos locales no menos purulentos, siempre acaba superponiéndose a la moralidad ideológica. Si el edificio acaba siendo legalizado a golpe de talonario, el presidente Francisco Camps, que huía de Eduardo Zaplana, puede acabar pareciéndose a Jesús Gil. Es lo que le faltaba, después de tener que tragarse Mundo Ilusión (Carlos Fabra) y la Ciudad de la Luz (Luis Díaz Alperi). Aunque no lo tendrá mejor el consejero de Territorio, Rafael Blasco, quien proclamó en su día que serían demolidas todas las plantas que estaban fuera de la legalidad. Blasco se hizo un traje chulo con la Ley de Ordenación del Territorio lleno de sugerencias conservacionistas en un momento clave para decidir un modelo de crecimiento que, sin la trampa de las moratorias, preservara los elementos que hicieron de éste un país atractivo para el visitante y más vivible para el habitante. Sin embargo, la legalización del Atrium Beach, aun con el señuelo de derribar dos plantas, recibir una compensación equivalente con terrenos y cobrar la multa de 12 millones de euros (que parece que ya está repartida), supondría la marbellización de la Comunidad Valenciana. ¿Cuántas aves tendría que soltar Blasco para esconderse tras ellas, incluso para hacerle un sitio a Joan Ignasi Pla?

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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