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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El día de la mujer trabajadora

Hasta hace poco tiempo me consideraba una mujer, madre, esposa y trabajadora. Como miles de mujeres en mi misma situación, me sentía, menos que mas, identificada con aquel grupo de mujeres que murieron en defensa de su derecho fundamental como personas y ciudadanas, el derecho al trabajo. Me consideraba integrante y participe de una sociedad, cuyos logros y avances en materia social, hacían de aquel, un hecho trágico, como tantos otros que forman parte de la historia de la humanidad.

Pero tras padecer un empeoramiento de una discapacidad sobrevenida, sufrí la pérdida de uno de los pilares en los que se asentaba mí estructura como persona: mi trabajo. El edificio sigue en pie ya que los otros pilares se mantienen sólidos, o al menos los intento mantener. Desde mi nueva situación de vulnerabilidad he podido acceder a un mundo totalmente desconocido para mí al igual que para otras muchas personas, supongo. Un mundo muy cercano del que solo nos separan unos segundos, pero totalmente desconocido e ignorado, quizás, como un mecanismo de defensa, ya que, como seres que envejecemos y nos deterioramos llegar a él es solo cuestión de tiempo.

El aislamiento y la segregación al que la sociedad nos somete a las mujeres con discapacidad, es un problema grave y alarmante. Normas sociales y políticas que fomentan la dependencia, pensiones o prestaciones incompatibles con la actividad laboral, junto a la sobreprotección de las familias, nos anulan como personas y ciudadanas de derecho.

Privándonos del desarrollo de necesidades básicas como la socialización y la realización personal, que, a través del logro del propio trabajo por una parte, y por la autonomía que garantiza la disponibilidad de unos ingresos por otra, facilitan la independencia, la integración y prestigio social.

En mi búsqueda por el colectivo afín a mi nueva situación he encontrado mujeres con discapacidad en los estatus mas inferiores de nuestra sociedad, en situación de gran desventaja social, económica, educativa y profesional (frente al 55% de mujeres sin discapacidad que en Europa trabaja, sólo el 25% de mujeres con discapacidad lo hace, de estas el 15% tienen estudios universitarios, mientras que en España, solo el 8% de las mujeres con discapacidad, tiene una formación superior). Empleos de menor calidad, menos retribuidos, carentes de responsabilidad, sin posibilidad de promoción, con menos ventajas que los de los hombres en situación similar. Víctimas de la violencia de género y agresiones sexuales cuatro veces más que el resto de mujeres sin discapacidad.

La tasa de inactividad de las mujeres con discapacidad es del 75% del total de la población. La incorporación al mercado laboral se dificulta por la falta de formación y cualificación y se agravada por factores como la auto percepción negativa, el desconocimiento de las propias capacidades, la falta de habilidades adaptativas, y sociales, la sobreprotección de las familias, los prejuicios existentes por parte de los empleadores, la falta de representación de la mujer con discapacidad en cargos decisorios del movimiento político, sindical y asociativo como agentes reivindicadores del cambio.

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Las mujeres con discapacidad formamos un grupo aislado e invisible, que se enfrenta a todo tipo de restricciones, limitaciones y desigualdades.

La imagen que los medios de comunicación proyectan de la mujer con discapacidad se ha caracterizado por la invisibilidad o bien la distorsión, asociando a las mujeres con discapacidad características de inferioridad, marginación o enfermedad.

Nos enfrentamos a una sociedad que no nos ve, y si lo hace es, desde unos estereotipos y prejuicios que merman nuestra capacidad de participar, la oportunidad de competir en condiciones de igualdad y disfrutar de las oportunidades de las que goza cualquier persona.

Necesitamos un cambio de actitudes que libere a las mujeres con discapacidad de la sobreprotección de la familia y de la tiranía de la imagen social-corporal, que impone cánones de belleza femeninos, no ajustados a la realidad de las mujeres con discapacidad.

Hay que luchar contra la falta de autoestima, la dependencia y la vulnerabilidad, que dificulta la existencia y el mantenimiento de relaciones sociales, sobre todo, de índole afectivo. La consideración por parte de la sociedad de que somos personas asexuadas, enfermas, y limitadas intelectual, laboral y socialmente.

Tenemos la gran suerte de vivir en una sociedad libre, abierta y participativa, sensible a injusticias y receptiva a cambios, que necesita que alcemos la voz para escucharnos y que "salgamos del armario" para vernos y que nos queramos a nosotras mismas tal como somos. Tomemos el relevo de las 129 mujeres trabajadoras de Nueva York que hace casi un siglo plantearon una lucha por mejorar sus condiciones laborales y pagaron con su vida los logros de los que ahora podemos partir.

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