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Columna
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Memling en la capilla real

Una de las grandes ventajas que tienen los granadinos, capaz incluso de compensar tanta malafollá circundante, tanta política mediocre y tanto catedrático que no se moja, es tener a dos pasos los estupendos cuadros flamencos de la Capilla Real, procedentes, como se sabe, de la colección de Isabel I. Pequeño grupo de cuadros tan exquisito que bien merece -con idéntico derecho que la mismísima Alhambra- la famosa admonición de Francisco A. de Icaza relativa a la tragedia de nacer ciego en Granada. Hans Memling, Dierick Bouts, Rogier van der Weyden e incluso, bajando un momento a Italia, La oración del huerto de Botticelli (no sé si autentificado)... he aquí alimento y solaz para los ojos y el espíritu.

Entre los cinco cuadros de Memling que alberga la Capilla Real de Granada, siempre me han llamado especialmente la atención La Virgen de la Silla y el Descendimiento. El primero, entre otras razones, por la sugerencia de inquietud que expresa (o que a mí me parece) la cara de María mientras da de mamar al pequeño Jesús, inquietud que contrasta con la serena alegría que registra el ademán de la Madre en el cercano cuadro de Bouts. Y el segundo por el esmerado cuidado puesto por el pintor en la ejecución de la figura que, en el borde derecho de la tabla, ayuda a sostener al Cristo muerto, que acaba de ser bajado de la cruz. Esta cabeza, tan finamente delineada, esta soberbia calva, esta larga nariz puntiaguda, pertenecen sin duda a alguien muy conocido y apreciado del pintor de Brujas. Lo confirma la reaparición del personaje en otro cuadro del artista, esta vez en el Prado -La Adoración de los Reyes, en el cual le vemos arrodillado delante de la Virgen a los pies del Niño, así como en la tabla central del Tríptico de la Crucifixión (Vicenza, Museo Civico), reproducida en el catálogo de la exposición de los retratos de Memling inaugurada hace unos días en el museo Thyssen de Madrid, y en la cual se representa como obispo con báculo.

¿Quién es este hombre de facciones inconfundibles que hace acto de presencia en por lo menos tres cuadros de Memling, y de forma especialmente memorable en el de Granada? Según la guía del Prado editada hace algunos años por Sánchez Cantón, podría tratarse de Carlos "el temerario", último duque de Borgoña y uno de los grandes mecenas del pintor. Pero Carlos murió a los cuarenta y cuatro años (en 1477) y nuestro retratado parece mucho mayor. Navego por Internet y no encuentro ninguna información que me ayude a identificarle. ¿Nos podrían echar una mano los especialistas en Memling? Casi con toda seguridad, pero ¿quiénes son? Además, ¿tengo energías suficientes para ponerme a localizarles? Por el momento dejo allí el asunto, con la esperanza de que un día alguien me ilumine al respecto, y me limito a dar fe de la impresión que me produce este inquilino de la Capilla Real -amigo del pintor, cliente, quien sea- cada vez que le contemplo. Ante la imparable inundación diaria de imágenes efímeras y no solicitadas, qué gusto volver de vez en cuando a dialogar, pausadamente, con un cuadro amado, y encontrar, en cada nueva visita, algún pequeño pormenor antes desapercibido.

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