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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Perros

Señor alcalde de Málaga: Me han condenado a muerte. Si le digo la verdad, estoy tan cansada que casi ni me importa, pero tengo miedo. Tengo miedo a morir sin dignidad, arrastrada por un pasillo con un dogal al cuello que me ahoga, hasta llegar a una cámara de gas, donde a empujones me metan y note cómo el gas me asfixia lentamente, mientras aúllo llamando a la muerte, sintiendo que me voy de la Tierra sin que nadie me extrañe.Tengo unos nueve años, y para mi raza, porque soy una perrita abandonada por los que creía mis amigos, es una edad respetable: los achaques no me dejan descasar y me duelen mucho las patas, son las malas noches de frío y humedad que hay en Málaga durante el invierno. Al principio todo iba muy bien, recuerdo mantas calentitas, comida en un plato con mi nombre y agua limpia. Tenía un collar de cuadros escoceses y niños que me cogían en brazos. Luego algo cambió, tal vez dejé de ser novedad y ya nadie quería sacarme de paseo, se quejaban de que soltaba pelos, de que hacía frío para salir a la calle. Total, que terminé pasando mis días en la terraza, con calor en verano y en invierno frío, sintiendo la lluvia y el viento, llorando cuando tronaba el cielo y buscando algo de afecto cuando me subían comida o agua. Un día me llevaron a un campo, creo que era de un pariente de mis dueños, pero yo me fui, me escapé y empecé a buscar mi casa. Nunca la encontré, en cambio a mí si me encontraron los laceros de la perrera y me metieron en una jaula. Llevo unos días y otros perros me han contado que de vez en cuando se oyen llantos y aullidos de agonía durante rato, mezclados con voces e insultos y un olor muy raro. Luego se oye el ruido de un motor que se aleja y todo queda en silencio.

Sé que nadie me adoptará, ni soy bonita ni de raza, y olvidé las monerías que hacía de cachorra. Tal vez nací para ser sacrificada, pero aunque lo acepto, sólo pido algo de compasión: déjeme morir con dignidad, señor alcalde de Málaga, no me condene a la cámara de gas, diga que me pongan una inyección para irme sin darme cuenta.

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