La caravana de los explosivos
Un guardia civil multó a un terrorista, pero no pudo llamar a su base porque se cayó el sistema
La policía ha recogido numerosos testimonios que documentan un cambio de personalidad en individuos que con el tiempo se volvieron fanáticos terroristas. En algún momento, en algún lugar, después de cierta experiencia, su carácter cambió, se volvió más reservado, serio, religioso, comenzó a interpretar de otra forma el mundo que le rodea, dejó el alcohol, las mujeres y cualquier forma de diversión. Algo así le sucedió a Jamal Ahmidan, El Chino, a pesar de ser un hombre de acción, un delincuente profesional, un reconocido narcotraficante habituado a vivir al margen de la ley, disponer de armas de fuego, disfrutar de dinero fácil y hacerse respetar entre gente con pocos escrúpulos.
La mina Conchita era un lugar accesible a partir de las tres de la tarde y, con mayor motivo, el fin de semana
La policía ha certificado al menos 68 llamadas telefónicas entre Trashorras y El Chino y sus hombres de confianza
Dos coches regresaron al chalé de Chinchón con un cargamento aproximado de 200 kilos de Goma 2
Los terroristas viajaron a Asturias en un fin de semana, a pesar de que el norte de España estaba cubierto de nieve
Después de los atentados del 11-M, la policía marroquí detuvo en Tetuán a un hombre que había trabajado para él. En el registro del domicilio se hallaron 72 fotografías de El Chino, disponibles para ser insertadas en todo tipo de documentos falsos. El Chino residía ilegalmente en España. En agosto del año 2002 solicitó sin éxito el permiso de residencia. La policía española lo tenía fichado desde hace tiempo: en su expediente figuran numerosos arrestos por delitos diferentes, tales como resistencia a la autoridad, amenazas, falsificación de documentos, delitos contra la propiedad y, naturalmente, tráfico de drogas. Había sido detenido en numerosas ocasiones y estaba fichado con 14 identidades diferentes. Sin embargo, se las había ingeniado para eludir la cárcel en España. No le sucedió lo mismo en Marruecos, donde fue detenido durante una visita en 1999 por un delito anterior. Dos años de prisión en Marruecos cambiaron su carácter, sostienen algunos testimonios. Dejó la cárcel y pareció otro. Se radicalizó.
El Chino nació en Tetuán en 1970, hijo de Ahmed y Rahma. Tenía una dentadura prominente y una cicatriz entre las cejas. Los ojos pequeños. Por eso quizá lo llamaban El Chino, aunque un narcotraficante español, José Emilio Suárez Trashorras, lo llamaba Mowgly, el personaje de El libro de la Selva, porque decía que "tenía cara de mono". Durante los últimos meses de su vida, El Chino se movió por España con otra identidad. Era Youssef ben Salah, nacido en 1973, con un pasaporte belga en cuya foto reflejaba un aspecto cuidado: vestía corbata y llevaba unas gafas redondas. Parecía un intelectual.
El Chino estaba acostumbrado a mandar. Pocas veces acudía solo a una cita. Durante los últimos meses solían acompañarle otros hombres de su confianza. Varios testigos han identificado a su lado a Abdennabi Kounjaa y a los hermanos Oulad. La policía ha determinado, a lo largo de la investigación, que El Chino era el responsable logístico del comando terrorista: suyas o de sus hombres fueron las gestiones para adquirir vehículos, armas, alquilar pisos y conseguir los explosivos. El Chino fue el gran conseguidor.
Aun cuando su carácter había cambiado en los últimos tiempos, no parece que influyera en su determinación para el oficio. Por ejemplo, a la hora de resolver un problema de falta de pago con un intermediario. No se andaba con pequeñeces. El 31 de diciembre de 2003 se acercó por el bar Txikia, en la calle Pedro Martínez Arola de Bilbao. Sabía muy bien a quién buscaba. Su objetivo era Larby Raichi, marroquí, un hombre que tardaba en pagar una deuda, con antecedentes por narcotráfico. Así que no hizo preguntas: tomó su pistola y le pegó un tiro en la rodilla.
A primeros del año 2004, El Chino alternaba su actividad de narcotraficante con una nueva preocupación: obtener explosivos en cantidad suficiente. Para ello había encontrado al intermediario adecuado, el asturiano José Emilio Suárez Trashorras. Durante los meses de enero y febrero, el asturiano le había proporcionado tres mochilas con unos 20 kilos de explosivos Goma 2 por un método muy sencillo: un hombre de su confianza trasladaba esta mercancía a Madrid en autobús. Uno de aquellos transportistas fue un menor de edad, un chaval que le ayudaba en labores de intendencia. Según su propia confesión, a primeros de febrero efectuó un viaje en autobús de Oviedo a Madrid. Lo hizo con un mandato expreso: debía llevar una mochila de color negro que pesaba entre 15 y 20 kilos, cerrada con un candado. Una vez en Madrid, debía hacer una llamada a un número de teléfono móvil, el 665040606, "que correspondía a un moro al que había visto en algunas ocasiones junto a Trashorras", explicó el menor en su declaración. Era El Chino. Lo identificó sin dudarlo. Sólo apreció que no llevaba gafas. El joven hizo la llamada en la estación Sur de autobuses, entregó la mercancía a El Chino, que esperaba dentro de un Opel Calibra, y tomó el autobús de regreso a Oviedo. Por este trabajo percibió algo más de mil euros. Supo tiempo después que aquella mochila contenía dinamita.
Durante el mes de febrero hubo constantes contactos telefónicos entre Suárez Trashorras y El Chino. La policía pudo certificar 21 llamadas telefónicas realizadas desde cabinas públicas de Avilés al teléfono de El Chino. De las 21, 10 fueron realizadas entre el 31 de enero y el 4 de marzo desde una cabina situada frente a la comisaría de policía de Avilés: era la más próxima al domicilio de Trashorras.
Además de estas llamadas, se han podido probar otras 41 entre los móviles de Trashorras y los usados por El Chino, además de otros 6 contactos con gente que trabajaba para el marroquí, como es el caso de Mohamed Oulad y Abdennabi Kounjaa, dos de los terroristas muertos en Leganés. En total se han podido certificar al menos 68 contactos telefónicos entre el minero y El Chino y sus hombres.
Pero hubo más. Trashorras se desplazó a Tenerife el 16 de febrero para disfrutar de un viaje de luna de miel con su mujer, Carmen Toro. El matrimonio se alojó en la habitación 370 del hotel Las Dalias. Desde una cabina pública de ese hotel se realizó una llamada al móvil de El Chino el día 21 de febrero, con una duración de 154 segundos.
El 26 de febrero, el matrimonio Trashorras viajó de regreso a Madrid. Llegaron al aeropuerto de Barajas a las 7.35 de la mañana. Disponían de 10 horas de escala en la capital hasta el despegue del vuelo a Oviedo (17.40). En ese intervalo de tiempo se produjeron nuevas llamadas entre Trashorras y El Chino. Se celebró una reunión en una cafetería de la plaza Marqués de Vadillo y un desplazamiento del matrimonio a la finca de Chinchón, según ha reconocido el propio Trashorras.
Al día siguiente, viernes 27, el menor de edad recuerda haberse desplazado junto a Trashorras a la mina Conchita. Tuvo que esperar en el coche mientras observó a su jefe charlar con dos mineros. Al regresar al auto, Trashorras le comentó: "Esto está hecho, esto está bien". Ese viernes, hubo llamadas telefónicas entre Trashorras y El Chino. Todo hace indicar que se produjeron para dar luz verde a la operación de abastecimiento de explosivos que se iba a producir durante el fin de semana. Los autos del juez Del Olmo y las diligencias policiales concluyen que la mina Conchita era un lugar accesible a partir de las 15.00 de cada día laborable y, con mayor motivo, los fines de semana. En esos días, carecía de vigilancia.
El sábado 28 amaneció Asturias bajo un fuerte temporal de nieve, que afectó a buena parte de la cornisa cantábrica. En pocas horas, varias comarcas asturianas quedaron aisladas y algunos puertos de montaña cerrados, según señalan los partes meteorológicos del día. Sin embargo, casualmente no fue Avilés la zona más afectada. Ese inconveniente no afectó al viaje programado. A las once de la mañana, El Chino se dirigía en un Golf negro con los cristales tintados por Rivas Vaciamadrid para enlazar con la carretera de A Coruña. Iba acompañado por dos de sus hombres de confianza, Mohamed Oulad y Andennabi Kounjaa. A las 12.43, el Golf se encontraba ya a la altura de Las Rozas. A las 16.27, Trashorras recibió una llamada de El Chino. Cerca de las cinco de la tarde estaban en Avilés.
Los horarios de este desplazamiento coinciden plenamente con los testimonios verbales recogidos por la policía: según la declaración de Trashorras, el marroquí se encontraba en su casa de Avilés sobre las cinco de la tarde de aquel sábado. El menor de edad recuerda que alrededor de esa hora Trashorras pasó a recogerle en su domicilio. Conducía un Toyota Corolla en cuyo interior estaba El Chino. En otro coche, un Golf negro, "iban dos moros". Los dos vehículos se dirigieron a la mina Conchita. La confesión del joven es muy detallada: "Una vez que llegan al lugar se baja Emilio con Mowgly y permanecen ellos a la espera. Media hora después regresan los dos y le dice Emilio a Mowgly que se acuerde de recoger las puntas y los tornillos". La policía supone que esa frase podía hacer referencia al material que luego sirvió de metralla en las bombas.
La jornada del sábado resultó larga. Según la declaración del joven y el seguimiento de los teléfonos móviles de los terroristas y del propio Trashorras, está claro que hubo hasta tres desplazamientos del grupo entre Avilés y la Mina Conchita. En el primero sólo descendieron del coche Trashorras y El Chino. Posteriormente, los terroristas se fueron a comprar mochilas. Hubo un segundo viaje, en el que Trashorras le pidió al joven "que acompañase a los moros a la mina", según su confesión. Fueron en el Golf. El joven se quedó en el coche y vio a los tres marroquíes descender a la mina con unas cinco mochilas. La operación duró varias horas. A su regreso, uno de los hombres comentó que se habían perdido en la mina y que habían tenido que llamar a Trashorras. Regresaron a Avilés con las cinco mochilas cargadas.
En el tercer viaje, ya bien entrada la noche, utilizaron el Toyota Corolla. Llegaron al mismo punto, donde los tres marroquíes descendieron del coche para dirigirse a la mina con otras cinco mochilas vacías. El joven, en esta ocasión, se limitó a dar vueltas con el coche. Una hora después les recogió en el mismo punto. Terminada la operación, Trashorras le confesó que en el interior de las mochilas había explosivos para "reventar escaparates de joyerías y cajas fuertes".
El propio Trashorras reconoció haber recibido una llamada de El Chino a las cinco de la madrugada, para pedirle prestado el Toyota Corolla para su regreso a Madrid.
Hacia las doce de la mañana, el grupo de terroristas inició su regreso a Madrid en dos coches. La policía calcula que transportaban unos 200 kilos de Goma 2. El Chino conducía el Toyota Corolla. Los otros dos iban en el Golf negro. El recorrido efectuado por ambos vehículos demuestra que los terroristas regresaron por otro camino, quizás por efecto del temporal que había colapsado algunas carreteras del norte. En lugar de bajar hacia León, el grupo se dirigió por Gijón hacia Cantabria y luego a Burgos. Fue un viaje mucho más largo que el de ida.
Hacia las 15.30 pasaron por Bricia (Burgos), luego por Quintanarrio, hasta enlazar con la N-623. Todo parece indicar que el Toyota Corolla conducido por El Chino iba por delante del Golf. En su ruta hacia Burgos tenían que atravesar Quintanaortuño, apenas unas casas alineadas a ambos lazos de la calzada. Allí le esperaba una sorpresa a El Chino.
El Chino no se percató de que, en medio de aquel pequeño pueblo, estaba aparcado un Citroën oscuro, en cuyo interior una pareja de guardias civiles habían montado un radar. En la travesía del pueblo había una limitación de velocidad a 50 kilómetros por hora. El Toyota viajaba a 84 por hora, por lo que los agentes dieron aviso a un segundo vehículo, un Nissan aparcado a la salida del pueblo.
- Vehículo marrón a 84 por hora-, dijo el agente notificador por la radio a sus compañeros para que procediesen a pararlo.
Quintanaortuño, junto a Sotopalacios, son lugares habituales donde se colocan para sorprender a los conductores. Son "picaderos de multas", en expresión de los agentes de la zona. En un mes pueden poner hasta 500 multas en esa localización. Aquel domingo 29 de febrero la carretera estaba practicable a pesar de la nieve. Quintanaortuño está a 19 kilómetros de Burgos.
Allí, el agente que ordenó parar al Toyota Corolla se encontró cara a cara con El Chino. Según su reloj eran las 16.25. El vehículo estuvo detenido allí durante un cuarto de hora.
El agente pidió la documentación del conductor y la del coche. El conductor llevaba pasaporte belga a nombre de Youseff Ben Salah, con carné de conducir belga y estaba al volante de un coche español del cual no disponía ni del comprobante del seguro obligatorio ni de la documentación del vehículo.
De haberse tratado de un vehículo con matrícula extranjera, el agente no habría tenido más remedio que impedirle continuar viaje. Pero se trataba de un ciudadano de la Unión Europea en un vehículo español y en esos casos es obligado que el conductor abone la multa para continuar viaje. El agente llamó para comprobar la autenticidad de la matrícula pero las terminales estaban caídas, quizá por saturación debido a la nieve.
De haber podido comunicar, probablemente no habría cambiado nada: el Toyota Corolla había sido robado en Madrid en septiembre de 2003, pero tenía las placas dobladas. Lo más que le hubieran podido decir es que se trataba de un Toyota Corolla de color marrón y lo habrían dado por bueno.
"No tenemos formación en materia de pasaportes extranjeros, así que por ese lado no tenemos conocimientos para sospechar si un pasaporte es bueno o falsificado. Este tema corresponde a la policía. Y en lo que respecta al coche, de haber comunicado con la terminal tampoco hubiera cambiado la situación: los datos no están muchas veces actualizados", confiesa un guardia civil. "En este caso tendría incluso que cotejar el número de bastidor. Fue un cúmulo de casualidades"
El agente procedió a cumplir con el protocolo. Sancionó al conductor con tres multas, una por exceso de velocidad, otra por "no presentar justificante de estar en posesión del seguro obligatorio" y una tercera por "no exhibir al agente de la autoridad la documentación reglamentaria del vehículo reseñado". La multa ascendía a 300 euros, que se quedaban en 210 euros por un descuento del 30% por pronto pago. El conductor pagó y continuó su viaje.
Los dos coches se reunieron en los alrededores de Burgos. Un tercer coche les esperaba, procedente de Chinchón. A las 7.45 de la tarde estaban todos en la localidad madrileña, en el chalé alquilado por El Chino. Éste había cumplido su trabajo como conseguidor.
Con información de José María Irujo, Jorge A. Rodríguez, Luis Gómez, Francisco Mercado, Miguel González y Elsa Granda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.