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"En Somosierra se nos ha congelado el agua bendita de la iglesia"

El alcalde de Somosierra (120 habitantes), Francisco Sanz, puso ayer el despertador a las cinco y media de la mañana. Con la noche cerrada, Sanz sacó pecho, se puso el abrigo, abrió la puerta de su casa y arrancó dos termómetros incrustrados en la capa de nieve que había en el suelo: uno de mercurio y otro electrónico. Marcaban 15º bajo cero. El pueblo estaba en silencio.

El alcalde entró de nuevo en casa y metió de paso a su perra Candela, que se había quedado dormida en la calle y había amanecido con una capa blanca encima del lomo.

En Somosierra están acostumbrados al frío. Sus residentes no conciben qué es eso del calentamiento del planeta. Además de los dos termómetros puestos en el suelo por Sanz, la estación meteorológica que hay en el pueblo también registró 15º bajo cero, según el alcalde. "Es que tengo la llave de la estación y lo he visto", explicó. Y así llevan desde hace dos meses. Por las noches no logran superar los 10º bajo cero.

Vecinos a la lumbre

Dentro de lo malo, el centenar de vecinos de Somosierra por lo menos llevan dos días sin sufrir el viento. "Con mucho aire no hay ropa que te cubra. Entonces la sensación térmica puede llegar hasta los 25º bajo cero", señaló Sanz.

Estos días nadie sale a la calle en el pueblo. Ni siquiera hay gente en el bar. Los residentes se quedan en casa, alrededor de la lumbre. Somosierra se ha convertido en un pueblo fantasma. "La nieve se convierte en hielo, y es muy peligroso andar por la calle", explicó el alcalde.

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Como ya están acostumbrados a las bajas temperaturas, en el pueblo no han tenido problemas estos días con el suministro de agua o con el esparcimiento de sal.

El colmo del frío llegó el domingo pasado. El alcalde, como todos los domingos, entró en la iglesia del pueblo horas antes de la misa para encender la calefacción. Su mano rozó el agua bendita de la pila... y lo único que tocó fue un bloque de hielo. La estampa llevó al regidor a tiempos pasados. "Hacía años que no veía una cosa así", aseguró. Los que se aventuraron a ir a misa ese día tardaron un rato en entrar en calor.

En la otra punta de la región, en el distrito de Carabanchel, un grupo de jubilados ha decidido echar mano de los guantes y de las bufandas para jugar a las cartas y al dominó. Denuncian que el centro de día donde pasan las tardes se asemeja más a un congelador que a un hogar del pensionista. "Llevamos un año entero sin calefacción; sólo la ponen de vez en cuando", aseguró ayer Ruperto Ruiz, de 75 años.

El frío es tan insoportable en este centro municipal que Ruiz afirma que no pueden dar ni un paso sin abrigo. Él, junto a un grupo de jubilados, ha decidido trasladar la partida de julepe a otro sitio: "Nos hemos ido a otro centro de día que hay en Usera. Allí se está mucho mejor".

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