El muro de la integración
El centro Tartessos de Cádiz inicia un programa para favorecer la inserción global de los inmigrantes
En el taller de albañilería del centro Tartessos de Cádiz, los muros se construyen para después destruirlos. Samuel, Giscard y Mamadou, todos de Camerún, han aprendido en apenas dos meses a hacer ladrillos, fabricar tabiques y practicar nuevas técnicas de enfoscado. Son tres de los 18 inmigrantes participantes en el nuevo programa de la Asociación Cardjin y el Secretariado de Migraciones del Obispado de Cádiz y Ceuta. Un proyecto novedoso porque la integración se concibe globalmente: documentación, aprendizaje de un oficio y formación cultural y jurídica para facilitar el cumplimiento de un sueño: un puesto de trabajo.
Los inmigrantes, todos africanos, proceden del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Ceuta (CETI). Hay diez hombres y ocho mujeres. Ellos aprenden albañilería y ellas, geriatría y ayuda a domicilio. Comparten sus clases con gaditanos. "Eso ayuda a la integración cultural y social", explica el delegado diocesano de Migraciones del Obispado, Gabriel Delgado. La convivencia logra avances. Hay tiempo para todo. Para poner cemento a una pared y para jugar al fútbol. En un partido, Giscard Magloire se lesionó la mano y anda algo triste por no poder asistir a sus clases de albañil. Tiene 25 años y un pasado lleno de viajes. Desde Camerún, se recorrió toda África para asegurarse su futuro. Su infructuosa búsqueda terminó en Ceuta.
Mamadou Kabirou tiene 28 años, otro mapa africano atravesado y las mismas ganas de Giscard de encontrar trabajo. Igual que Samuel Pounque, de 27, que quiere ganar dinero para poder mantener a su hija de seis meses.
"Tienen una gran motivación y una facilidad enorme para aprender", asegura el monitor del taller, Antonio Gil. "En tres días son capaces de hacer lo que otros tardan tres meses. Me exprimen como una esponja para que les explique todo". El programa pretende cubrir de forma intensiva todos los pasos para la integración. Son trasladados desde Ceuta a Cádiz con un permiso excepcional de residencia que dura un año.
Para renovarlo, deben demostrar seis meses de trabajo, de ahí las ansias de los inmigrantes de aprender lo máximo en el mínimo tiempo. Han recibido clases español e informática. Han conocido sus derechos y deberes como ciudadanos y trabajadores. También han sabido de las costumbres de Cádiz. Les quedan pocos días de estancia y los responsables del proyecto, a través del contacto con empresarios de toda España, tratan de cerrarles su primer contrato laboral en alguna obra.
Gabriel Delgado confía en el éxito del programa para iniciar una segunda edición. "Trabajamos con pocas personas pero pensamos que ésta es una puerta que se abre a muchas esperanzas", señala.
Junto al patio, los aprendices de albañiles levantan una especie de casa de pasillos estrechos y muchas ventanas y puertas. Cuando la terminen, la tirarán, para aprender, de seguido, una nueva lección que les convierta en profesionales. Porque, para ellos, cada pared construida es un ladrillo menos en el muro que ahora les separa de su sueño.
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