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Columna
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El 2 de mayo andaluz

Si la memoria no me falla, fue Daniel Gavela en sus crónicas para EL PAIS el que recurrió al 2 de mayo para explicar lo que estaba ocurriendo en Andalucía en las semanas que precedieron al 28 F de 1980. Y efectivamente algo de eso tuvo. Fue una sublevación generalizada y espontánea de los ciudadanos ante lo que se entendía que era una agresión injustificada por parte del Gobierno de la nación, lo que posibilitó que, contra todo pronóstico, el resultado que arrojaran las urnas el 28 F fuera el que fue. Con el porcentaje de voto que habían recibido UCD y AP en Andalucía y con el porcentaje de abstención estructural era absolutamente imposible que se pudiera alcanzar la mayoría absoluta del censo electoral que el artículo 151 de la Constitución exige para la ratificación de la iniciativa autonómica. Era, por decirlo de una manera inexacta pero expresiva, matemáticamente imposible que se ganara el referéndum en una sola provincia. Y sin embargo, se ganó en siete y se alcanzó la mayoría absoluta del censo en el conjunto de la región. La rebelión ciudadana, su condición de 2 de mayo, hizo posible lo que no lo era.

Rafael Escuredo escenificó en la campaña del referéndum la autonomía del PSOE andaluz frente a la dirección nacionalEl 2 de mayo andaluz

Justamente por eso, porque fue un 2 de mayo, sus efectos en el sistema político andaluz han sido tan intensos y tan persistentes. En el 28 F está el origen del desequilibrio casi permanente del sistema político andaluz, fuertemente escorado hacia la izquierda socialista desde su nacimiento. Si exceptuamos las elecciones autonómicas de 1994, que se celebraron casi inmediatamente después de la fuga de Luis Roldán, en todas las demás el PSOE ha triunfado con claridad. A pesar de que el sistema electoral andaluz no favorece la formación de mayorías absolutas, el PSOE la ha alcanzado en cuatro ocasiones (1982, 86, 90 y 2004) y en dos se ha quedado al borde la mayoría absoluta (1996 y 2000). La mayoría absoluta socialista parece haberse convertido en la norma electoral andaluza, en lugar de haber sido la excepción.

Para el centro-derecha andaluz el 28F ha supuesto todo lo contrario. Fue una especie de tsunami político que arrasó por completo su espacio electoral . Todavía en 1993, en las elecciones generales que marcaron el declive del PSOE y el ascenso del PP, en las que el PSOE ganó por 900.000 votos, hubo una diferencia de un millón de votos entre el PSOE y el PP en Andalucía. Andalucía ha sido y sigue siendo el talón de Aquiles del centro-derecha español. No lo fue en 1977 y en 1979. Es en el 28 F donde está la línea divisoria de la presencia del centro-derecha español en la política andaluza. Desde ese día, con la excepción de 1994, no ha habido ni una sola ocasión en la que la sociedad andaluza haya reconocido al PP como partido de gobierno de la comunidad.

Y no lo ha reconocido porque no lo ve como un partido andaluz. El 28 F fue una rebelión contra el centro-derecha español y el resultado de esa rebelión fue la génesis de un sistema político nuevo, integrado en el sistema político español, pero diferenciado de él. No es lo mismo hacer política en España que hacer política en Andalucía. Y no se puede pretender ser partido de gobierno en Andalucía, si no se tiene autonomía para definir una estrategia específica para ella. El centro-derecha se hundió en Andalucía porque no tuvo autonomía para enfrentarse a la dirección nacional el 28 F. Y sigue sin levantar la cabeza porque sigue sin tener autonomía para definir una estrategia andaluza. Carece de credibilidad como partido andaluz.

Al socialismo andaluz el 28 F le sirvió para autonomizarse de la dirección nacional y para afirmarse como un partido andaluz. Rafael Escuredo escenificó aquella autonomía en la campaña del referéndum. Desde entonces no ha hecho más que aumentar. Nadie en Andalucía tiene la más mínima duda de donde se decide la política socialista andaluza. El 28 F facilitó la adaptación de la estructura interna del PSOE a la estructura del Estado. Y en ninguna comunidad autónoma se ha conseguido de manera tan completa como en Andalucía. Esta es una de las razones de la hegemonía socialista en nuestra comunidad. Sin el 28 F hubiera sido difícilmente alcanzable. Al menos, en los términos en que la ha alcanzado.

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Al PP le ocurrió lo contrario. El 28 F aniquiló la autonomía del centro-derecha andaluz respecto de la dirección nacional en el momento fundacional del sistema político andaluz. Desde entonces no ha sido capaz de recuperarla en ningún momento. Peor todavía. Dicha ausencia de autonomía se ha acentuado todavía más en las dos legislaturas en que el PP ha estado en el Gobierno de la nación. El centro-derecha andaluz no ha hecho depender sus posibilidades de éxito en Andalucía de la política que se elaborara aquí. En ningún momento se le ha ocurrido siquiera hacer llegar a la dirección nacional que la política que se estaba haciendo por el Gobierno Aznar era suicida en Andalucía. ¿Cómo no hacerle llegar que el no reconocimiento del censo era una agresión que despertaba el recuerdo de aquella agresión originaria?

El 28 F cambió las reglas de la política en Andalucía. Los socialistas andaluces lo entendieron desde el primer momento, incluso cuando no lo entendía así la dirección nacional, que no jugó prácticamente ningún papel en la campaña del referéndum y que se resistió durante buena parte de los ochenta a reconocer dicha autonomía. Pero la autonomía del PSOE-A se acabó imponiendo. El PP, por el contrario, no lo ha entendido. Todavía no sabe en qué sistema político tiene que operar. Sabe moverse en el terreno municipal, pero no en el terreno autonómico. Mientras no entienda la naturaleza del cambio que supuso el 28 F y se adapte al mismo, estará dando palos de ciego.

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