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Reportaje:PLAN DE BARRIOS | Salt, de Girona

Engrasar la convivencia

La inmigración masiva es uno de los retos de Salt

La maquinaria de la convivencia necesita en Salt un engrase constante y alguna reparación. La mala planificación urbanística de los años setenta ha convertido la trama urbana de mayor densidad de población de las comarcas de Girona en un polo que atrae a la inmigración de escasos recursos. El sector Salt 70, en el que se concentran unos 15.800 habitantes de un censo de 27.000, tiene la mitad de sus habitantes en riesgo de exclusión social. Los 15,2 millones de euros que se invertirán en los próximos cuatro años, a partes iguales entre la Generalitat y el Ayuntamiento, hacen prever mejoras urbanas y ambiciosos programas sociales.

"El problema es la inmigración pobre, no la inmigración en sí", advierte Xavier Alberch, director del proyecto Salt 70. En los últimos tres años han llegado al municipio 4.000 nuevos inmigrantes. "A menudo nos preguntamos cuánta gente puede vivir en un piso. La experiencia demuestra que todo depende de la necesidad", señala Alberch.

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La presión de la inmigración pone en tensión todo el sistema: en las escuelas hay clases que superan el 75% de población inmigrante, los servicios sanitarios se saturan y el volumen de recogida de desperdicios se incrementa constantemente. Muchas familias de Salt tienen verdaderos problemas de subsistencia. Hay quien dedica el 75% del sueldo, o incluso más, a pagar la vivienda. Lo que les queda sólo les llega para una alimentación deficiente. En este contexto, surge un fenómeno todavía más terrible: la explotación dentro de la miseria. Se ha descubierto la existencia de realquilados a precios abusivos y mafias que explotan a los propios compatriotas. En la otra cara de la moneda está la solidaridad de los vecinos, que a menudo evita situaciones límite.

Muchos de los inmigrantes de Salt -con trabajos muy precarios, en paro o, simplemente, sin papeles- hacen equilibrios presupuestarios. "Si la economía empeora serán los primeros en caer y entonces sí que tendremos un problema grande", señala Alberch. Salt duplica la media catalana en prestaciones no contributivas y asistenciales.

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Entre los ejes básicos del plan Salt 70 se encuentran la mejora del espacio público, los edificios y la construcción de dos centros cívicos que agrupen servicios sociales, centros infantiles y ludotecas. Los edificios no tienen problemas de habitabilidad, pero sí graves deficiencias cualitativas. Sorprende que algunos no se hayan conectado a la red pública de agua y continúen abasteciéndose de pozos, o que muchos bloques carezcan de ascensor.

Las calles, a pesar de ser estrechas, presentan en general un buen estado de conservación, con árboles e iluminación suficiente. La principal dificultad es generar espacio público. Se ha descartado, por su elevado coste, el derribo de algunos edificios. Hay que buscar los nuevos pulmones urbanos en los límites de la trama más concentrada. El objetivo es ofrecer lugares de socialización de la inmigración y dar calor al barrio. El municipio, que acaba de inaugurar el flamante hospital de Santa Caterina, y confía en albergar un nuevo Museo de Arte Contemporáneo en la antigua fábrica textil Coma-Cros, junto a otras instalaciones cívicas, mira al futuro con optimismo.

Hay que remedar el tejido asociativo. Salt tiene pocas entidades cívicas y las asociaciones de inmigrantes son efímeras por los continuos cambios de residencia. Se ha advertido un constante trasvase de población entre Salt y Palafrugell. Otro proyecto del plan Salt 70, en el que se han depositado grandes esperanzas, son las comunidades. A través de campañas casa por casa se pretende combatir la conflictividad vecinal. "Quien llega de un pueblo de las montañas del Atlas no sabe lo que es vivir en una escalera de vecinos", dice Alberch. Los problemas entre vecinos son aislados pero constantes. El momento de máxima tensión llegó el año pasado, con una manifestación improvisada que achacaba un supuesto incremento de la inseguridad a la inmigración. Lo cierto es que las cifras de la delincuencia son equiparables en Salt a las de cualquier otro municipio.

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